Como hemos visto en artículos anteriores, en los terrenos que hoy ocupa la ciudad de Madrid han existido grupos de población, más o menos estables, en la edad del bronce, incluso alguna villa romana, aunque eso no significa que existiera un núcleo urbano.
Y como sabemos es muy posible que incluso propios grupos musulmanes pudieron vivir aquí antes de que en la segunda mitad del siglo IX llegara el emir Muhammad I, se estableciera con su ejército y mandara construir la muralla, la llamada muralla árabe, en torno al primer recinto conocido como Mayrit.
Un momento importantísimo de nuestra historia ocurrió hacia el año 860, cuando el mencionado emir de Córdoba Muhammad I (que estuvo en el poder entre los años 852 y 886) fundó Mayrit, en principio como torre de vigilancia, gracias a su situación estratégica, que se convertiría en el origen de la villa de Madrid.
Hace ya seis años que hablamos aquí del Madrid islámico en el Museo de San Isidro. Desde entonces es grato comprobar que el interés por esta etapa histórica y sus restos arqueológicos ha crecido enormemente. Como ha transcurrido ya mucho tiempo y el museo muestra una renovada y más amplia exposición dedicada al Madrid de los siglos IX al XI ha llegado el momento de visitarlo nuevamente y actualizar la información.
Una hermosa vitrina guarda diversos objetos y cartelas que explican cómo pudo ser la vida cotidiana en aquel Mayrit remoto.
Entre estos emocionantes vestigios de tiempos pasados encontramos referencias a algunas de las actividades que tuvieron lugar en aquel Madrid medieval, en la medina de Mayrit que surgió junto al castillo primitivo.
De las manufacturas existentes en aquella época quizá la más importante fue la alfarería, la fabricación de útiles domésticos, ollas, cazuelas, cuencos… recipientes alabados por su capacidad para mantener los alimentos calientes o conservarlos durante mucho tiempo. Las ollas se colocaban sobre hornos o anafres, o directamente sobre el fuego.
Eran los cacharros que los mayrities utilizaban para guardar, cocinar y tomar sus alimentos, de una cerámica tan buena que se hizo famosa. Existe una descripción anónima de Al-Andalus en el siglo XI que dice:
“Hay en Madrid una tierra magnífica con la que se fabrican unas ollas que se emplean durante veinte años sin que se estropeen y que, además, protegen los alimentos contra cualquier alteración en los días de verano”.
La mayor parte de objetos proceden de las excavaciones de la Cuesta de la Vega y la plaza de Oriente, zonas pertenecientes o próximas al primer recinto; aunque también se han producido hallazgos en otros lugares extramuros, en el exterior del primer recinto árabe, en los llamados arrabales, como la plaza de los Carros. Llama la atención, entre los útiles domésticos, un mango de cuchillo hallado en la que fue Casa de Iván de Vargas.
Los candiles, realizados igualmente por los artesanos musulmanes, jugaban un papel importante en la vida cotidiana.
Unas torteras o pesas de hilar halladas en la Cuesta de la Vega dan muestra de otra actividad que se desarrollaba en la medina, expuestas junto a unas monedas, dirham, dinar, tercio de dinar y dobla, utilizadas en la época islámica.
Además de los útiles domésticos, otros objetos revelan detalles sobre la vida de nuestros antepasados. Se sabe que uno de los juegos que los árabes introdujeron en Al Andalus fue el ajedrez; uno de los hallazgos de la Cuesta de la Vega fue un peón de ajedrez.
Otro aspecto importante de la época es el agua.
El agua era abundante, gracias a los arroyos y manantiales subterráneos de los cuales se extraía mediante pozos. En algún momento los árabes debieron aplicar su técnica de construcción de los viajes de agua, como hemos visto hace pocos días al hablar de la plaza de los Carros. En cualquier caso, los numerosos arcaduces hallados, de los que se expone una pieza, demuestran la existencia de norias movidas por animales. Desde fuentes o desde los pozos el agua que se guardaba en tinajas o cántaros llegaba a la población que la consumía en las jarras de la buena cerámica mayrití.
Los pobladores de la medina se dedicaban, además de a la alfarería, a la agricultura y la ganadería.
Pequeñas huertas eran explotadas tanto dentro como fuera de los muros. Un cartel titulado Una medina ajetreada explica todo esto. La ganadería se basaba sobre todo en la explotación de ovejas y cabras, vacas, caballos… no solo para obtener alimentos sino productos secundarios como la leche o el cuero.
La agricultura era muy importante en Mayrit. La cebada y el trigo eran los cereales principales, también cultivaban legumbres, etc. Y diferentes clases de árboles. Había encinas, pinos, cerezos, nogales, madroños, manzanos, … una vegetación muy rica. Semillas de vid, melón, zarzamora…
La religión formaba parte de la vida cotidiana por lo que aparecen referencias a Alá en objetos y recipientes. Se han hallado en silos restos de huesos de animales con inscripciones religiosas y se cree que este hecho puede tener un sentido ligado a la magia, con el dios como protector de los alimentos que se guardaban en esos lugares. Se expone en el museo un ejemplo, un omóplato de vaca con inscripción árabe hallado en el solar de la Cava Baja 30, antiguo arrabal.
Gracias a los restos arqueológicos sabemos que durante el período islámico en aquellos entonces abruptos terrenos además de vida militar se desarrolló una vida cotidiana, familiar, cultural y comercial; además de útiles domésticos y de otro tipo, han aparecido restos que revelan la existencia de basureros, hornos, huertos, pozos de agua … que muestran que allí hubo actividad agrícola y artesanal.
Todo esto nos ayuda a comprender, a imaginar cómo pudo ser la vida en el Madrid de los siglos IX al XI. Además de la población militar hubo otros dos grupos sociales. Los notables o sabios, el más famoso de ellos fue el astrónomo y matemático Maslama al-mayrití, Maslama el madrileño, aunque no el único; hubo médicos, maestros de la escritura, etc. Y los trabajadores, comerciantes del zoco, artesanos, alfareros, campesinos…
Todas estas piezas en la vitrina, tan interesantes y bonitas, nos hacen pensar que al fin y al cabo son una mínima parte de lo hallado, de lo que podría aparecer si se excavaran zonas de interés arqueológico en un futuro y de cuánto nos queda por aprender.
Por Mercedes Gómez
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Museo de San Isidro. Los orígenes de Madrid.
Plaza de San Andrés, nº 2
6 comentarios
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6 diciembre 2017 a 01:09
mariapazramos
Interesantísimo gracias Mercedes
6 diciembre 2017 a 10:52
Mercedes
Gracias a ti, Mª Paz. Un abrazo.
9 diciembre 2017 a 08:53
Armando
Hace tiempo que no paso por el museo de San Isidro, con esta interesante información ya tengo otro motivo para volver a visitarlo. Muchas gracias.
Armando
9 diciembre 2017 a 15:55
Mercedes
Hola, Armando, pues si no has ido desde que presentaron la nueva museografía no dejes de hacerlo, te gustará. Esto es solo, aunque importante, una vitrina. Hay novedades muy bonitas, y épocas muy bien explicadas… Bueno, ya me contarás.
¡Gracias a ti por tu visita!
10 diciembre 2017 a 16:11
Marcos
Qué buen aporte, Mercedes! Invita a visitar el museo. Lo he conocido en algún viaje anterior, pero con la renovación se ve que ha ganado mucho. Tengo apuntado el arco del claustro de San Jerónimo! Me alegra que pongan también el acento en el Madrid musulmán. Lo has contado tan bien, que nadie podría dudar que junto al «castillo famoso» hubo una ciudad con vida familiar, doméstica y cultural. Es imposible que en un sitio, que solo hubiera sido una guarnición militar, se produjera una alfarería de tanta calidad, alabada desde antiguo y que ha dejado ejemplares que hoy podemos todavía admirar. Madrid, como hoy la conocemos, es una fundación omeya, fenómeno absolutamente único en Europa y período histórico de la ciudad que, como tal, merece toda la atención de las autoridades y de los historiadores. Te felicito por ser una de las que siempre está pronta a investigar, escribir y contar sobre esta fascinante etapa histórica.Besos y abrazos!
10 diciembre 2017 a 20:35
Mercedes
Esa es la idea, Marcos, animar a visitar nuestros magníficos museos 🙂 Sí, ¡tienes que ver ese arco de los Jerónimos!, es una preciosidad, perfectamente montado, te encantará.
Respecto al Madrid musulmán, siglos IX al XI, ¡y eso es mucho tiempo!, lo cuento yo… y lo que es mejor, lo cuenta el museo. Nuestra historia es singular, y el origen de Madrid como ciudad se remonta a esa época, empeñarse en «opinar» otra cosa es estéril. Claro que es absurdo pensar que la primitiva torre de vigilancia duró hasta el siglo XII… la existencia de la medina está probada.
Muchas gracia a ti, por tus comentarios siempre tan positivos, y comprenderme tan bien. ¡Besos!