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Como ya vimos, el origen de las ferias, los puestos, tenderetes y tinglados de libros, se remonta a la Edad Media cuando allá por el siglo XV comenzaron a tener lugar las llamadas Ferias de Madrid. Aunque anteriormente ya había actividad comercial en torno a las Puertas de la Vega y de Guadalajara y en plazas como la de la Paja, fue el rey Juan II quien concedió a la Villa el privilegio de poder celebrar dos ferias anuales libres de alcabalas o tributos. Perdido en tiempos de Enrique IV fue restablecido por los Reyes Católicos, quedando limitado a una sola feria anual. En ellas se compraba y vendía un poco de todo, pero con el tiempo se fueron especializando y situándose en diferentes lugares. Estas ferias fueron el antecedente de la Feria de Libros permanente, hoy día en la Cuesta de Moyano.

En los inicios del siglo XX, los puestos de la llamada Feria de Madrid, muy modestos, hechos con tablones de madera y trozos de lona, se situaban en el Paseo del Prado. Se instalaba en otoño y se reducía a «unos cuantos puestos de libros viejos, frutas y juguetes baratos», según se puede leer en la prensa de la época.

Nuevo Mundo, 1919 (BNE)

En 1924 tuvo lugar la última feria de otoño, en la calle de Claudio Moyano, junto a la verja del Ministerio de Fomento.

Foto : Díaz Casariego. La Esfera, 1925. (BNE)

En 1925 los libreros consiguieron un lugar permanente donde instalarse, la misma calle de Claudio Moyano, conocida popularmente como Cuesta de Moyano, pero en la acera contraria, junto a la tapia del Botánico.

Nació la denominada Feria de Libros.

Foto : Díaz Casariego. La Esfera, 1928. (BNE)

El arquitecto municipal Luis Bellido diseñó unas casetas de madera, treinta casetas de planta rectangular adosadas, de unos 15 metros cuadrados cada una, pintadas en color gris.

Mundo Gráfico, 1934 (BNE)

En 1934 se proyectó una nueva Feria del Libro, con el objetivo de mejorar las instalaciones, trasladarlas al paseo del Prado (ese era el deseo de los libreros) y colocar los libros en «modernísimos puestos que llamarán la atención del transeúnte lector».

El nuevo proyecto fue obra del entonces arquitecto municipal Francisco Javier Ferrero.

Mundo Gráfico, 1934 (BNE)

A pesar de que el acuerdo ya había sido publicado en el Boletín Oficial, a falta de establecer la fórmula económica para anunciar el concurso y comenzar la obra, nunca llegó a realizarse.

Durante la guerra, aunque lógicamente su actividad fue menor, la feria continuó funcionando.

Con el paso del tiempo las casetas se fueron deteriorando; en 1986 se decidió demolerlas. A las diez y diez de la mañana del 5 de agosto de 1986 los libreros emocionados vieron cómo la máquina retroexcavadora arremetía contra la caseta nº treinta, «cinco minutos más tarde solo quedaba un montón de maderas esparcidas por el suelo».

Se publicó que dos casetas, la siete y la diez, serían conservadas, una se subastaría para ayudar a los libreros y otra pasaría al Museo Municipal. Ignoro si esto llegó a cumplirse.

Provisionalmente, los puestos volvieron al Paseo del Prado.

Tras muchas incidencias, reuniones para decidir el nuevo diseño, etc. se decidió reconstruirlas exactamente iguales a las primitivas. Las portadas serían del mismo material y medidas.

Únicamente se añadieron algunas mejoras, como la luz y el agua.

Una vez más, en 2004 la Feria de Libros volvió al Paseo del Prado debido a las obras de construcción de una nueva subestación eléctrica subterránea bajo la Cuesta tras el incendio de la que se encontraba al otro lado del paseo. A estas alturas, al contrario que en el pasado, los libreros parece ser que estaban deseando volver a su tranquilo tradicional emplazamiento, lo cual no se pudo conseguir hasta 2007.

La Cuesta fue reformada y peatonalizada. Desde entonces, felizmente, después de tantos avatares a lo largo de los años, desde su creación en 1925, la Feria de Libros y sus preciosas casetas, llenas de libros y de vida, continúan en la Cuesta de Moyano, uno de los lugares más emblemáticos y bonitos de Madrid.

Es una delicia recorrerlo, lo cual es posible todos los días del año.

Que sea por mucho tiempo, cuidemos las históricas casetas y compremos muchos libros.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

La Época, 22 sept 1900; Nuevo Mundo, 3 oct 1919; La Esfera, 20 oct 1923, 27 jun 1925, 12 mayo1928; Ahora, 2 feb 1934.
Ayuntamiento de Madrid. La Feria de libros de la Cuesta de Moyano. Madrid, 1986.
El País, 6 agosto 1986, 15 abril 2007.
ABC, 6 agosto 1986, 19 marzo 2007.

Tal como ocurrió con las nuevas Escuelas que se construyeron con el fin de intentar llegar a casi todos los barrios madrileños, con la llegada de la República en 1931 se elaboró un Plan General de Mercados con el objetivo de mejorar el sistema de abastecimiento de alimentos. Los planes abarcaban tanto los mercados centrales como la venta al público que por entonces en gran parte se realizaba en las calles, en puestos al aire libre, con la consiguiente falta de higiene y el escaso control.

Imperó una nueva visión de las características que debía reunir un edificio para albergar este tipo de servicios que había nacido en los años 20 y culminó en los años 30. El Racionalismo y la funcionalidad dominaron los proyectos que por entonces se emprendieron. Bajo la dirección de Luis Bellido, Jefe de los Servicios Municipales de Arquitectura, se planificaron los Mercados Centrales de Frutas y Verduras, de Pescados y de Leche. El Matadero y Mercado de Ganados ya existía, obra del propio Bellido. Y se programó la creación de Mercados de Distrito, de los cuales solo algunos pudieron inaugurarse antes de la guerra.

La visión de la arquitectura oficial cambió radicalmente, la funcionalidad pasó a ser lo más importante frente a la forma o los elementos decorativos, que prácticamente desaparecieron. El objetivo no era construir mercados bonitos o crear grandes obras arquitectónicas sino facilitar la conservación de los alimentos, su almacenamiento y exposición. Lo importante era la luz, la higiene y la facilidad para la actividad en el interior de los mercados.

La construcción de los mercados centrales fue encomendada a Francisco Javier Ferrero Llusiá, uno de los arquitectos madrileños más notables, autor entre otras obras del emblemático Viaducto.

Nació en Madrid en 1891. Hijo de Luis Ferrero Tomás, y hermano de Luis Ferrero Llusiá, hay que destacar la huella de esta familia de arquitectos en nuestra ciudad.

Javier Ferrero comenzó colaborando con su padre. Sus primeros trabajos estaban influidos por la arquitectura regionalista, el monumentalismo de Antonio Palacios y el neobarroco de los años 20. Se conservan espléndidos edificios en la calle de Manuel Cortina 6, Goya 77 y Cedaceros 4. También es suyo el edificio de la Tenencia de Alcaldía de la Latina en la Ribera de Curtidores.

Con la reorganización de los servicios del Ayuntamiento, asumió un papel muy importante como arquitecto municipal. Entre 1932 y 1933 ejecutó el proyecto de Bellido para el Matadero de aves y gallinas. Además, entre otras cosas, como decíamos, le fue encomendada la construcción de los mercados centrales.

En 1931 se inició la del nuevo Mercado de Pescados junto a la Puerta de Toledo. El proyecto del Mercado de Frutas y Verduras, en Legazpi, había sido aprobado en 1930 aunque no se comenzó a construir hasta abril del año siguiente. Ambos fueron inaugurados en abril de 1935.

El Mercado de Frutas y Verduras, entre la plaza de Legazpi, la calle Vado de Santa Catalina, avenida del Manzanares y calle Maestro Arbós, ocupó una parcela triangular junto al río. Fue construido en hormigón, con cerramientos de ladrillo visto, en colaboración con el ingeniero José A. Peña Boeuf.

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Calle Maestro Arbós

Las naves se adaptaron al terreno de más de 30.000 metros cuadrados perteneciente a la antigua Dehesa de la Arganzuela, llamado el Pico del Pañuelo, alrededor de un gran patio destinado a los vehículos.

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Patio. Plaza de Legazpi.

En 2006 fue destinado a albergar la sede de la Concejalía de Urbanismo, entonces en la calle Guatemala, en cuyo proyecto el anterior alcalde de Madrid tenía previsto construir un rascacielos en el interior del antiguo mercado.

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Vado de Santa Catalina esquina avenida de Andalucía

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Río Manzanares

El plan nunca se llevó a cabo, surgieron otros que tampoco prosperaron. Durante un tiempo fue almacén municipal y alojó la Oficina de Objetos Perdidos, pero actualmente está sin uso. El paso del tiempo y la crisis económica han permitido que esta construcción, una de las más puras del racionalismo madrileño, se conserve casi íntegra.

El Mercado Central de Pescados, ubicado entre la glorieta Puerta de Toledo, calle Capitán Salazar Martínez, calle de la Arganzuela, la plaza del Campillo del Mundo Nuevo y la Ronda de Toledo, se adapta a un solar trapezoidal de más de 16.000 metros cuadrados con enorme desnivel de terreno. Igualmente el material utilizado fue el hormigón armado.

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Puerta de Toledo

Las plantas unidas por rampas, la lonja de contratación y los puestos de los asentadores, los almacenes de salazones y escabeches… desaparecieron en los años 80 del siglo XX en que el antiguo mercado, cerrado hacía tiempo, fue rehabilitado y convertido en el Centro Comercial Puerta de Toledo.

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Calle Capitán Salazar esquina calle Arganzuela

Hace tres años la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid cedieron el edificio a la Universidad Carlos III, que hoy ya ocupa una parte del antiguo mercado y pasará a ser de su propiedad totalmente en 2016.

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Plaza del Campillo del Mundo Nuevo

A partir de 1934 Ferrero también levantó el tristemente demolido Mercado de la Plaza de Olavide, otra de nuestras joyas racionalistas.

En 1935 el mismo Ferrero proyectó el Mercado Central de Leche, que no llegó a construirse.

De los tres mercados construidos, como decíamos, el único edificio que subsiste tal como fue proyectado es el de Frutas y Verduras de Legazpi. Si nos decidimos a dar un paseo por los alrededores, caminando desde Legazpi por el Paseo de la Chopera, llegamos a la plaza del General Maroto, donde, frente a la Casa del Reloj del Matadero, se encuentra el Edificio Parque Sur, obra de Ferrero junto a José de Azpiroz y el ingeniero José Paz.

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Pº de la Chopera 41

No es un mercado, pero sí otro magnifico ejemplo de la arquitectura racionalista de la época. Son los Talleres del Parque Automovilístico del Ayuntamiento de Madrid, otro edificio de los servicios municipales levantado entre 1933 y 1935.

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Una placa del Colegio de Arquitectos junto a la puerta de entrada que nos recuerda que “este edificio de estilo racionalista forma parte del conjunto de instalaciones municipales realizadas durante la II República” puede servir como resumen del modesto homenaje a este brillante arquitecto.

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Javier Ferrero es también el autor de la Imprenta Municipal.

Murió el 27 de octubre de 1936, con solo 45 años de edad.

Por : Mercedes Gómez

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Bibliografía:

PEÑA BOEUF, A: «El mercado de frutas y verduras de Madrid. «, Revista de Obras Públicas, 1.1.1935.
«Nuevos mercados centrales en Madrid. «, La Construcción Moderna, 15 mayo 1935.
La Libertad 30 junio 1935
CASAS RAMOS, María Encarnación: «El arquitecto Francisco Javier Ferrero. «, Villa de Madrid, . nº 86, 1985-IV, pp. 33-42.

 

A un paso de Puerta Cerrada, en la calle de Concepción Jerónima nº 15, en pleno centro histórico, se encuentra un edificio que llama la atención por su estilo racionalista industrial. Se trata de la Imprenta Municipal, como indica el letrero en su fachada de ladrillo adornada con detalles de Art Decó.

Construido por los arquitectos Francisco Javier Ferrero y Luis Bellido entre 1931 y 1933, es un magnífico ejemplo de la arquitectura desarrollada durante la 2ª República. En 1955 fue ampliado y remodelado por Lucio Oñoro.

La Imprenta Municipal en los años 30

Hace pocos días nos sorprendió una grata noticia, desde el pasado día 16 acoge un nuevo museo, el Museo de la Imprenta Municipal. De momento se ha abierto al público la planta baja, donde se encuentra la Sala de Máquinas, que nos propone un paseo por la historia de la imprenta y las artes gráficas, desde el nacimiento de la imprenta manual en el siglo XV hasta la creación de la imprenta mecánica en el XIX.

Según nos cuentan en el propio museo, está previsto inaugurar en breve el resto de plantas, organizadas alrededor del patio iluminado por un tragaluz.

En la Edad Media los textos eran todos manuscritos, el número de lectores aumentaba, y fue necesario buscar otros medios. A mediados del siglo XV surgió la imprenta manual que por primera vez permitía realizar copias de los escritos.

En Madrid la primera imprenta fue instalada en 1566, poco después de que Felipe II estableciera la capitalidad, por Alonso Gómez asociado con Pierres Cosin, así nos lo contó una exposición dedicada a la imprenta en el Museo de los Orígenes hace unos años.

Los textos se componían letra a letra, con tipos fundidos en plomo, antinomio y estaño que formaban las líneas en la galera o tabla que recogía la futura página.  Una vez creadas las páginas se reproducían utilizando las prensas de imprimir. Tinta y papel, eran los elementos necesarios.

Poco después se descubrió la técnica del grabado calcográfico, que permitía reproducir no solo textos sino también imágenes, de forma que nacieron las ilustraciones, que tanta y tan valiosa información nos proporcionan.

El origen de la Imprenta Municipal se remonta al año 1853 cuando se creó la imprenta del Asilo de San Bernardino, que formaba en el oficio a los niños acogidos, y realizaba los trabajos que el Ayuntamiento necesitaba. De allí pasó a la calle Noblejas, la Casa de la Panadería y la Casa de Cisneros, hasta el año 1934 en que se instaló definitivamente en el edificio de la calle Concepción Jerónima.

A través de misteriosos artilugios vamos conociendo los procesos de la impresión y los secretos del oficio de la encuadernación, o forma de unir las hojas de los códices y libros desde hace muchos siglos, mediante costura.

Un bonito paseo por la Historia de la Impresión, de la Tipografía, del Libro… y por la Historia de Madrid.

Prensa Krause de 1860

En su web están todos los detalles del nuevo museo, Imprenta Municipal-Artes del Libro , que viene a unirse a la larga lista de museos a nuestra disposición, con la intención de convertirse en un centro cultural vivo.

Bienvenido sea.

Por Mercedes Gómez

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