En los inicios del siglo XVII el paseo del Prado Viejo de San Jerónimo era muy diferente al actual Paseo del Prado. Entonces no había calles asfaltadas, ni aceras, ni automóviles. Situado en las afueras de la villa, aún no estaba urbanizado, era un camino de tierra arbolado, surcado por un arroyo, con puentecillos y fuentes. A ambos lados había numerosos solares de pequeño tamaño en su mayor parte ocupados por huertas.
Ya desde el siglo XVI tras la llegada de la Corte a la Villa fue lugar de encuentro y diversión sobre todo para las clases altas madrileñas. Después, en tiempos del rey Felipe IV entre los años 1630-1640 se construyó el Real Sitio del Buen Retiro lo cual provocó que muchos nobles se instalaran en sus proximidades. Uno de los hombres más poderosos que construyó su casa de recreo en las cercanías de la posesión real fue el duque de Lerma, recordemos edificada según proyecto de Juan Gómez de Mora.
Los cortesanos que deseaban vivir cerca del rey fueron convirtiendo las tierras de labor que se encontraban frente al Buen Retiro en los jardines de sus casas.
Según el manuscrito Libro de las casas y calles de Madrid (magníficamente transcrito por el investigador Roberto Castilla, desgraciadamente inédito), hacia 1650 la última edificación de la Carrera de San Jerónimo hasta el Prado era una casa-jardín en esos momentos propiedad del secretario Luis Sánchez García.
Este inmueble, junto con otros cuatro colindantes, formaron el sitio nº 6 de la que sería la manzana nº 273, que hacia 1750 era propiedad de la condesa de Altri, según consta en la Planimetría General. En 1771 su dueño pasó a ser el duque de Villahermosa, quien construyó el edificio actual, remodelado y adaptado por el arquitecto Rafael Moneo para albergar el Museo Thyssen-Bornemisza, inaugurado en 1992.
Entramos en el museo en cuyo vestíbulo hay un cuadro que representa el lugar en que nos encontramos, el ambiente y el aspecto de las calles tal como debían ser en las últimas décadas del siglo XVII, durante el reinado de Carlos II, el último de los Austrias.
Es la Vista de la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado con cortejo de carrozas.
Anónimo, atribuido a Jan van Kessel III, pintor nacido en Amberes en 1654 que a finales de la década de los 70 llegó a Madrid y trabajó en la Corte. Óleo sobre lienzo de gran tamaño (164 x 445 cm) pintado hacia 1680, pertenece a la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Se encuentra en depósito en el Museo.
Tampoco se sabe con certeza qué acontecimiento representa pero parece claro que fue pintado con ocasión de la visita de algún alto dignatario a los monarcas, Carlos II y María Luisa de Orleans. Las carrozas se dirigen hacia el Palacio del Buen Retiro y a su alrededor se producen infinidad de escenas en las que los protagonistas son los madrileños de la época.
Todo tipo de personajes, nobles y pobres, hidalgos, curas y monjas, encapuchados, damas con abanicos, mujeres vestidas muy modestamente con su hijo en brazos, niños descalzos, perros jugando, un mozalbete bebiendo de la fuente, varias personas sentados en el borde del pilón o de pie, conversando… Los vecinos se asoman a ver pasar la comitiva…
La pintura también nos proporciona una preciosa información acerca del caserío y las calles. A la izquierda se aprecia un trozo del muro o tapia de la casa del Duque de Lerma, y una de las Fuentes del Prado.
El Prado fue el primer lugar en que se empezaron a construir fuentes con un objetivo meramente ornamental, aspecto que cobró importancia con la llegada de la Corte a Madrid. A partir de ese momento, las fuentes siempre tuvieron protagonismo en los proyectos urbanísticos de la zona. La sencillez fue su principal característica. Por una parte, las fuentes-taza, puramente ornamentales, y por otra las pilas con uno o dos pedestales de granito, coronados con las tradicionales bolas graníticas herrerianas, dotados con surtidores que vertían a un pilón. Ambas aparecen representadas en el magnífico cuadro.
En la Carrera de San Jerónimo adivinamos el Convento del Espíritu Santo, sin terminar pues aún no aparecen las torres de la iglesia cuyas obras finalizaron alrededor de 1684, únicamente se ve una cruz coronando el tejado.
A la derecha, el Paseo del Prado, con su frondoso arbolado. Al fondo, la Huerta de Juan Fernández, lugar de recreo inmortalizado por Tirso de Molina.
Frente a la esquina donde hoy se encuentra el Museo Thyssen, aunque no se ve, en lo que hoy es la Plaza de la Lealtad estaba la Torrecilla de Música, sencilla casita donde se colocaban unos músicos que alegraban el paseo, y que también servía como alojería, o quiosco de bebidas.
Infinidad de detalles y pequeñas historias que poco a poco vamos contemplando con admiración en esta maravillosa Vista de la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado gracias a la cual, una vez más, paseamos por el Madrid del siglo XVII.
Por Mercedes Gómez
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Museo Thyssen-Bornemisza
Vestíbulo Palacio de Villahermosa,
Paseo del Prado 8.
23 comentarios
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3 de marzo de 2013 a 20:59
Juan Carlos
Comparadas estas postales con el Madrid de hoy una cierta añoranza se apodera de nosotros por recuperar ese Madrid sin tráfico, arbóreo y clásico. No obstante, volviendo a la realidad, la sóbria intervención de Moneo y la futura prevista para todo el eje Prado-Recoletos esperemos nos devuelvan ese Madrid añorado por todos. Gracías Mercedes por tu mágnifico blog.
4 de marzo de 2013 a 19:32
Mercedes
Hola Juan Carlos, son muy curiosas estas vistas, aunque entonces tampoco todo era de color rosa… el siglo XVII tenía sus luces y sombras (bueno, como este siglo XXI que nos ha tocado vivir).
Algún día se hará la reforma, esperemos que para bien.
Muchas gracias a tí por tu comentario y bienvenido.
4 de marzo de 2013 a 13:14
J. J. Guerra Esetena
Hola Mercedes:
¡Ay que ver qué cantidad de información nos puede dar un cuadro! Resulta apasionante comprobar el bullicio de aquel Madrid, con los cortesanos y los plebeyos conviviendo -eso sí sin mezclarse- en los mismos espacios. Como opina Juan Carlos, hay que recuperar ese viejo espíritu del Prado (esparcimiento, ocio, contacto con los jardines, con las fuentes…), absolutamente doblegado a la tiranía del automóvil, pero espero que el proyecto que salga (si es que sale) no nos dé otro disgusto como el del Paseo de Recoletos. Miedo nos da…
Felicidades por el artículo. Abrazos, Jesús
4 de marzo de 2013 a 19:36
Mercedes
Gracias, Jesús.
Es verdad, ¡cuánta información! me encantan estas pinturas antiguas que, aunque no dejan de ser un «visión» del pintor, a veces distorsionada, cuentan muchas cosas interesantes.
Y respecto a la reforma, no se puede expresar mejor que tú, ojalá sea positiva (algún día se hará), pero miedo nos da…
Un abrazo
5 de marzo de 2013 a 10:15
Antonio Iraizoz
Hola Mercedes,
Es un gustazo ampliar las fotos y meterse dentro del cuadro, viajar a la época y ver cómo era ese Madrid. Eso si, en verano habría que llevar una pinza en la nariz.
En relación a la reforma, sólo espero que el trabajo previo de información histórica, como es este cuadro, haya sido inspirador.
Felicidades y un abrazo.
5 de marzo de 2013 a 20:10
Mercedes
Hola Antonio, es verdad, parece que entramos en el cuadro… es divertido.
Sobre la reforma, pues ya veremos. El paseo del Prado es para mí uno de los lugares más bonitos para pasear en todo Madrid, necesita reparaciones, pero no creo deba ser reformado de forma drástica. Como dice Jesús, miedo me da…
Muchas gracias y un abrazo
5 de marzo de 2013 a 11:34
Manuel Romo
Hola Mercedes,
Precioso óleo de la colección de la baronesa, no le conocía. Habilidosa representación cuasi panorámica, en la que con más de tres siglos, no parece haber cambiado mucho el tráfago de la zona. ¿Estarían ensayando un futurísimo «asalta el Congreso»?
Hoy también te voy a felicitar por el post.
Un beso.
5 de marzo de 2013 a 20:17
Mercedes
Hola Manuel, sí que es precioso, vete a verlo, te gustará.
Yo, con mi camarita, no pude hacer la foto, pero seguro que tú, que eres muy buen fotógrafo, sí podrías, es una bonita panorámica (aunque el pobre Neptuno está rodeado de unos setos horribles que me quedaban casi en primer plano, en fin, por eso no puse la foto con el asfalto «actual»…)
Gracias 🙂
y también un beso
5 de marzo de 2013 a 16:57
pedro
Es increible Mercedes que en un trozo de tela con pinturas puedas ver tantas cosas.Suelo ser observador pero no vería en una pintura ni la mitad de lo que ves tú.
besos………
5 de marzo de 2013 a 20:21
Mercedes
Sí que las verías, Pedro. Eres observador, y aprecias los detalles, así que a lo mejor verías cosas que yo no he visto…
Besos
6 de marzo de 2013 a 15:18
Anónimo Castellano
Preciosa narración. Es muy interesante contemplar esas personas que aún sobre tierra o barro, gustaban de pasear por el Prado y lucir sus mejores galas. El ambiente de fiesta es también muy propicio para ello. Un sólo apunte anecdótico que seguro que conoces, Mercedes. Dice la tradición que cuando Carlos III vio este paseo y decidió ilustrarlo y embellecerlo, hizo que la estatua de Apolo tuviera su retrato, para que todos lo admiraran como rey de las artes. Casualidades de la vida, ahora se encuentra en el epicentro de la «milla del arte» altivo y presuntuoso. Todo un visionario este Carlos.
Un saludo y felicidades.
6 de marzo de 2013 a 21:54
Mercedes
Muchas gracias Anónimo Castellano, me alegro de que te guste. Estupendo el apunte anecdótico. La fuente de Apolo es una maravilla, me gusta mucho, además es la única fuente del Prado a la que te puedes acercar, contemplar los detalles y escuchar el ruido del agua. El paseo por allí es una delicia.
Saludos
13 de marzo de 2013 a 21:07
Maríarosa
Siempre que voy al Thyssen (¡no te pierdas la del «impresionismo al aire libre» si aún no lo has hecho!) me quedo mirando ese cuadro y ciempre pienso: ¡como disfrutará Mercedes con él cada vez que le vea!…Y me alegro de haber acertado…Sería fantástico poder entrar en eçl y…empezar a caminar ¿Te imaginas?
13 de marzo de 2013 a 22:40
Mercedes
Pues iríamos tan garbosas por ese Prado tan animado 🙂
No, aún no la he visto, pero iré uno de estos mediodías, no me la pierdo!
19 de marzo de 2013 a 12:49
Nacho
Buenísima entrada, increíble, todo lo que un cuadro nos puede contar. Realmente dan ganas de meterse en él y dar un paseo por aquella época, aquel Madrid.
Gracias.
19 de marzo de 2013 a 20:27
Mercedes
Gracias a tí, Nacho, con la imaginación ¡puedes entrar! 😉
18 de abril de 2013 a 00:02
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Antonio gonzalez
Me gustaria saber si en las decadas de los 60-70-80-90 hubo una galeria comercial en dicha plaza de canaletas
8 de enero de 2019 a 00:02
El Convento del Espíritu Santo, sus huellas bajo el Congreso de los Diputados en la Carrera de San Jerónimo y el Poder del Arte | Arte en Madrid
[…] convento está representado en el cuadro atribuido a Jan van Kessel III pintado hacia 1680, Vista de la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado con cortejo de carrozas, que podemos ver en el Museo Thyssen. Aún no figuran las torres, que veremos […]
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