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Recordemos que entre 1574 y 1579 el Concejo había adquirido unas casas en la plaza de San Salvador. En ellas se reunieron hasta el año 1619; por entonces tuvieron que buscar un nuevo lugar debido a su estado ruinoso. Estas viejas casas consistoriales fueron derribadas y el solar, propiedad del Ayuntamiento de Madrid, fue el elegido para construir la Casa de la Villa. El Concejo se trasladó, de alquiler, a las casas que habían sido de don Juan de Acuña en la calle Mayor.
Por fin, en 1629, reinando Felipe IV, una Licencia Real concedió la autorización para construir la Casa Ayuntamiento de Madrid. El Concejo encargó el proyecto al arquitecto Juan Gómez de Mora, Maestro Mayor de Obras Reales y Maestro Mayor de Obras de la Villa. El primer proyecto no se conserva pero sí un dibujo posterior, el alzado del edificio que en esencia se cree mantiene la idea inicial del arquitecto. La construcción no comenzó hasta 1644.
En la edificación de la Casa de la Villa, que tardó muchos años en terminarse debido sobre todo a problemas económicos, participaron varios arquitectos. A partir del proyecto de Gómez de Mora, intervinieron José de Villarreal, Bartolomé Hurtado, José y Manuel del Olmo, Cristóbal de Aguilera y Teodoro Ardemans.
Una pintura expuesta en el Museo de Historia, realizada entre 1676-1700, muestra la Casa Consistorial en construcción.
La escena representada tiene lugar en la plaza de la Villa. Además de ofrecer mucha información sobre el ambiente de la plaza en la que en esos momentos se encuentran todo tipo de personajes, “obreros, clérigos, aguadores, mujeres, niños, caballeros, mendigos, vendedores y animales” también permite observar la construcción de la sede del Concejo madrileño que se estaba llevando a cabo.
Teodoro Ardemans fue el encargado de acabar las obras, lo cual ocurrió por fin en 1695, después de más de cincuenta años. Este arquitecto diseñó las dos portadas barrocas, ideó la capilla, configuró el patio, la escalera de honor y remató las torres.
Las dos entradas se deben a que en origen el edificio fue diseñado para albergar la Casa y la Cárcel de Villa. La de la izquierda era la que daba acceso a la Cárcel; la de la derecha al Ayuntamiento.
El Salón Real se creó en 1656, con el balcón que se asoma a la calle Mayor, para que la reina pudiera contemplar la procesión del Corpus en la casa nueva que se estaba edificando, en el lugar donde había estado la cárcel vieja, como vimos en el artículo anterior.
Hoy día, desde el zaguán se accede a la Escalera de Honor donde se encuentra la escultura de la famosa Mariblanca, escalera que lleva al Salón Real y a otras estancias nobles, como veremos.
Con el tiempo el Salón, desde el que las reinas contemplaban la procesión del Corpus, se convirtió en Sala de recepciones o antesala de la Alcaldía; hoy es conocido como Salón Goya por el cuadro que lo adorna; es una copia del cuadro Alegoría de la Villa de Madrid cuyo original se encuentra en el Museo de Historia.
En este salón se encuentran otras pinturas notables, como la Crucifixión de Francisco Ricci (1662) y Los enterramientos del 3 de mayo de 1808 de Vicente Palmaroli (1871). El techo fue pintado por Pedro Martín Ledesma y Juan de Villegas.
Más cambios y reformas en el siglo XVIII dieron al edificio su aspecto actual.
La columnata que da a la calle Mayor, en el balcón abierto en origen, es obra de Juan de Villanueva (1787).
Otra pintura propiedad del Museo de Historia, El coche real pasando ante el Ayuntamiento, obra de Manuel Fernández Sanahuja, representa el paso de la carroza real por la calle Mayor ante la Casa de la Villa el 29 de noviembre de 1879, día de las segundas nupcias del rey Alfonso XII con María Cristina de Habsburgo-Lorena. Sanahuja pintó la fachada del Ayuntamiento que da a la calle Mayor.
Recordemos que también es el autor de las bellas acuarelas que reproducen algunos de los frescos pintados sobre la fachada de la Casa de la Panadería, que existieron hasta al menos 1880.
El edificio de Gómez de Mora estaba organizado alrededor de un patio, el Patio de la Casa de la Villa, al cual se accedía directamente desde la calle por ambas portadas.
En 1896 fue cerrado, convertido en dos pisos mediante un suelo intermedio, y cubierto. Transformado en Sala de reuniones, los balcones se convirtieron en puertas. Al ser destruida una parte de la cubierta durante la guerra civil posteriormente se instaló el nuevo techo formado por magníficas vidrieras de la Casa Maumejean, que es el que actualmente se puede admirar.
Hoy día es conocido como el Patio de Cristales.
Nuevas reformas de menor importancia y restauraciones tuvieron lugar en los siglos XIX – XX.
En la buhardilla de la torre esquina con la calle Mayor, llamada la Torre del Reloj, fue instalado el reloj procedente de la derribada iglesia de San Salvador.
En la actualidad, el reloj –que no he conseguido saber si es el mismo–, está ubicado en el último cuerpo de la torre.
Bajo esta torre, Ardemans diseñó el Oratorio, decorado con las extraordinarias pinturas de Antonio Palomino.
Durante un tiempo fue despacho del Alcalde. Hoy está felizmente libre de muebles y luce en todo su esplendor.
En la Sala de la Custodia se encuentra una de las joyas municipales, obra que realizó el platero Francisco Álvarez en 1576. En esta misma estancia hay un valioso Cristo de marfil, del siglo XVII.
Finalmente, el Salón de Plenos –las pinturas del techo también fueron obra de Palomino, al temple en este caso– fue el escenario de las reuniones concejiles durante siglos.
Desde finales de 2007 la sede del Ayuntamiento madrileño es el antiguo Palacio de Comunicaciones, el Palacio de Cibeles, construido por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi en los comienzos del siglo XX.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
NAVASCUÉS, Pedro y HURTADO, Pedro. La Casa de Ayuntamiento de Madrid. Madrid, 1985.
VARELA, Eulogio. Casa de la Villa de Madrid. Ayuntamiento de Madrid, 1951.
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Artículos anteriores:
El vestíbulo de entrada al Museo de Historia de Madrid está adornado por dos esculturas antiguas. Son dos joyas históricas y artísticas, propiedad del Museo Arqueológico Nacional, conservadas en depósito en nuestro querido museo municipal.
Son las figuras de la Abundancia y de Endimión. Según consta en las cartelas, ambas coronaban dos fuentes monumentales en el siglo XVII madrileño.
Dentro del plan para solucionar las necesidades de agua en Madrid tras el aumento de población que provocó la llegada de la Corte en 1561, en los comienzos del siglo siguiente se construyeron viajes de agua (Abroñigal, Castellana…) y se instalaron numerosas fuentes públicas. La mayor parte eran muy sencillas, modestos caños de vecindad, pero también se crearon algunas fuentes monumentales con el fin de decorar las plazas más notables de la Villa.
Una de las primeras fue la de la plaza de la Cebada, encargada en 1617 al arquitecto Juan Gómez de Mora. Otras, entre ellas la cercana Fuente del Humilladero de San Francisco, al año siguiente fueron diseñadas por el escultor Rutilio Gaci. Ambas aparecen dibujadas por Pedro Texeira en su plano realizado unos años después, en 1656.
Con la leyenda nº 46, la Fuente de la plaza de la Cebada que se encontraba en un lateral de la gran plaza dedicada a mercado. Suministraba agua procedente del Viaje del Alto Abroñigal.
Fue realizada por el alarife Pedro de Pedrosa y el maestro de cantería Martín de Gortairi. Se coronó con una figura mitológica.
Según indica el letrero del museo, la estatua de mármol de la Abundancia sosteniendo un niño, realizada hacia 1650, formó parte del remate escultórico.
En el interior del museo podemos ver dos pinturas del siglo XVIII que representan la importante plaza.
La Procesión de la Virgen de Gracia en la Plaza de la Cebada (1741) de Manuel de Chozas.
En la esquina a nuestra izquierda aparece la fuente. En el conjunto escultórico hay otro niño a los pies de la figura principal.
Y la Feria de Madrid en la plaza de la Cebada (1770-1780), de Manuel de la Cruz, perteneciente al Museo del Prado.
En esta pintura ya no aparece el niño en la base.
La fuente sufrió varias obras y reformas en los siglos XVII y XVIII; muy deteriorada, fue demolida en 1840. No he conseguido información sobre los posibles cambios en el remate escultórico y si la estatua fue sustituida por otra en algún momento.
Con el nº 50 Texeira dibujó la Fuente del Humilladero de San Francisco, de Puerta de Moros o de Endimión; en este caso se surtía del Viaje del Bajo Abroñigal.
Se cree que fue obra de Rutilio Gaci y el mismo Martín Gortairi; se construyó entre 1620 y 1638. La obra de cantería fue encargada al maestro Miguel de Collado.
Fue rematada por la figura de Endimión, igualmente de mármol, obra reformada y limpiada por el escultor Manuel Pereira, trabajo tasado en 1640.
A mediados del siglo XIX la escultura fue trasladada a la fuente de la plaza de Lavapiés.
Fuente que también desapareció, pero la escultura felizmente se conserva.
Endimión y la Abundancia nos reciben cuando llegamos al Museo de Historia de Madrid, en la calle de Fuencarral nº 78. Merece la pena detenerse unos minutos, contemplarlas y recordar su larga historia y los misterios que las envuelven.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
MOLINA CAMPUZANO, Miguel. Fuentes artísticas madrileñas del siglo XVII. Ayuntamiento de Madrid – IEM 1970.
DÍAZ y DÍAZ, Mª del Sol. “Fuentes públicas monumentales del Madrid del siglo XVII” Revista Villa de Madrid nº 53. Madrid, 1976.
En relación al Patrimonio madrileño a veces ocurren cosas curiosas. Hace unos años, una vecina del barrio, paseando con su perro, observó en un pequeño jardín situado en la Avenida de la Ciudad de Barcelona, frente al Colegio Virgen de Atocha, unos enormes fragmentos de lo que parecían esculturas. Carmen Rodríguez, licenciada en Historia del Arte y conocedora de la Historia de Madrid, pensó que eran valiosas y que por su situación podían pertenecer a la antigua Iglesia de Nuestra Señora de Atocha. Y así era. El País publicó la noticia: “Dos estatuas de la Capilla Real, tiradas 100 años en un jardín”.
Como ella sospechaba, los restos hallados resultaron pertenecer a las imágenes de la Virgen María y Santo Domingo de Guzmán, que hasta hacía un siglo habían adornado la fachada de la Iglesia comenzada a construir en el siglo XVI por Francisco de Mora, finalizada en el XVII por su sobrino Juan Gómez de Mora.
Convertida en Basílica en el siglo XIX, en tiempos del Isabel II, fue derribada en los comienzos del siglo XX. Tras el derribo, en el mismo lugar fue construida una nueva iglesia, destruida durante la guerra civil. Posteriormente fue levantado el templo actual.
Conocemos el aspecto del antiguo templo por algunas fotos, como la realizada por el gran fotógrafo de Madrid Jean Laurent. La fachada, obra de Juan Gómez de Mora, de tres pisos y tres calles, mostraba nichos con escudos y figuras escultóricas.
Gracias a los archivos del Instituto de Patrimonio Histórico, los expertos corroboraron la teoría.
La imagen situada en el centro del último piso, cubierta con un manto de marcados pliegues, era La Virgen con el Niño. En los restos hallados faltan la cabeza, los brazos y el Niño.
En el centro del primer piso se encontraba Santo Domingo, figura de la que apenas se conserva el tronco.
Ambas estatuas estaban realizadas en granito.
Como dijo la protagonista del hallazgo por entonces, era deseable que estos vestigios fueran instalados en “un lugar digno donde pudieran contribuir a dar a conocer la historia de Madrid”.
Había visitado el Panteón de Hombres Ilustres en un par de ocasiones, pero no me había fijado en este detalle. En el pequeño jardín, antes de entrar en el Museo, llaman la atención dos piezas de piedra colocadas junto a un seto, parecen los restos de dos troncos de figuras humanas. Nos acercamos, y un letrero informativo junto a ellas nos dice que se trata de los restos de esculturas de la fachada de la antigua iglesia.
Al fin encontraron un lugar digno, y apropiado, cerca de la actual Basílica de Atocha y del lugar en el que fueron colocadas por primera vez hace cerca de cuatro siglos.
por Mercedes Gómez
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Real Basílica Nuestra Señora de Atocha
Avenida Ciudad de Barcelona, 1
Panteón de Hombres Ilustres
Calle de Julián Gayarre, nº 3
El Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto es una de las instituciones más antiguas de Madrid. Su origen se remonta al año 1585 cuando Felipe II fundó el Convento de Nuestra Señora de Loreto, para Amparo de las niñas huérfanas.
El Rey compró unas Casas que debían ser muy modestas, en la Plazuela de Antón Martín, actual calle de Atocha esquina a la plaza de Matute.
Resulta muy difícil imaginar cómo sería Madrid entonces. En aquellos momentos sus límites por el Sureste se encontraban precisamente en este lugar, donde se levantaba la Puerta de Antón Martín, una de las puertas de la Cerca que pocos años antes, 1566, el monarca que convirtió a Madrid en capital de España, había ordenado construir, la Cerca de Felipe II, de la que al parecer no quedan vestigios, aunque nuestro admirado Profesor Montero Vallejo creía que los restos de tapia junto al Senado pertenecían a esta Cerca del siglo XVI.
En fin, que en el momento de su fundación el Colegio estaba casi en las afueras de Madrid.
Al año siguiente, el rey mandó traer desde Roma la imagen que dio nombre al Colegio, la Milagrosísima Imagen de Nuestra Señora de Loreto, obra de Giovanni Battista Montano (1531-1621), arquitecto, escultor, grabador y entallador italiano.
El convento se fue ampliando con la adquisición de casas cercanas, y la Iglesia fue construida ya bajo el reinado de Felipe IV según proyecto de su arquitecto Juan Gómez de Mora. La obra fue finalizada por Pedro Lázaro Goiti en 1654.
Tenía dos torres rematadas con chapiteles, típicos del Madrid de los Austrias, y una sencilla portada con frontón triangular. En su interior la planta era de cruz latina con una sola nave y tres retablos barrocos. En la cabecera se encontraba el retablo mayor donde se hallaba el camarín de la Virgen de Loreto, y en el ático un cuadro de José Donoso, La Asunción de la Virgen. En uno de los dos retablos laterales había una pintura de Antonio de Pereda, San José con el Niño, firmado el mismo año en que se terminó de construir la iglesia, 1654.
Chalmandrier la dibuja en su plano:
Felipe V redactó nuevas normas y objetivos del Colegio, las Constituciones de 1738, que es el documento más antiguo que se conserva. Se establecía el número de niñas que podían ser admitidas, requisitos de entrada, vida diaria, comportamiento exigido… Las niñas no podían leer novelas, debían rezar dos veces al día… Leyendo dichas normas, hoy día la institución nos parecería más un Convento que un Colegio. En realidad nos dice mucho acerca de cómo era la educación femenina en aquellos tiempos.
Este patronazgo real se mantuvo durante todo el siglo XVIII, hasta la Guerra de la Independencia, en los comienzos del XIX. Existe un curioso documento en el que consta que José Bonaparte solicitó un informe de los bienes artísticos conservados en el Colegio. Se ignora si el informe fue enviado y, en cualquier caso, qué ocurrió después con las obras de arte del colegio.
En 1882 comenzó el derribo del antiguo Colegio y su iglesia barroca.
Sobre su solar, que corresponde al actual número 55 de la calle de Atocha, hoy se levanta un edificio de viviendas en el que hace unos años, el 24 de enero de 1977, en el segundo piso, tuvo lugar la matanza de varios abogados laboralistas que lamentablemente muchos recordaremos. Por entonces la prensa publicó que a raíz del suceso se descubrió un paso subterráneo bajo el edificio.
No es de extrañar, los pasadizos eran al parecer habituales bajo las iglesias, conventos y palacios, quizá el pasadizo hallado perteneció al desaparecido Convento de Loreto, aunque también pudiera pertenecer a alguna de las galerías por las que llegaba el agua desde el Viaje de la Fuente Castellana que el Ayuntamiento de Madrid les concedió en 1637.
Tras el derribo, el Colegio fue trasladado, como antaño, a las afueras de Madrid, en la calle de O’Donnell, que aún a principios del siglo XX era una zona en desarrollo, con escasas construcciones. La calle de O’Donnell, el Paseo de Ronda -actual Doctor Esquerdo- y la calle del Duque de Sexto delimitaban el Real Colegio.
Un inciso. No debemos confundir el Real Colegio fundado por Felipe II en Madrid en el siglo XVI, con el famoso Colegio de Nuestra Señora de Loreto, de Madres Ursulinas, ubicado en la calle del Príncipe de Vergara, cuya institución religiosa fue fundada en Francia en 1820 y no llegó a España hasta unos años después. En algunas publicaciones se puede leer que este colegio es el fundado por Felipe II, pero es una gran confusión, únicamente tienen en común el nombre de la virgen a la que veneran.
El nuevo conjunto del Real Colegio e Iglesia de Loreto en la calle de O’Donnell fue obra del Arquitecto Mayor de Palacio, José Segundo de Lema. Para la ejecución contó con su auxiliar Enrique Repullés Segarra.
En la sobria fachada de ladrillo aún puede leerse, en una lápida de piedra sobre la entrada, la inscripción «REAL COLEGIO».
Comenzó su construcción en 1894, año en que la reina regente María Cristina, madre de Alfonso XIII, confió por 25 años a la Comunidad de Religiosas Agustinas de la Asunción la dirección y cuidado de este establecimiento.
El antiguo Centro de beneficencia se convirtió en un colegio religioso más, reservando 20 plazas para las alumnas que llamaban de gracia, generalmente huérfanas, el resto eran externas de pago. Hoy día es un colegio concertado que atiende 806 alumnos.
Los enseres y obras de arte conservados del antiguo centro en la calle de Atocha debieron ser trasladados al nuevo en la calle de O’Donnell. Pero los avatares del siglo XX produjeron algunos cambios en la institución. Durante la República pasó a depender del Ministerio de Instrucción Pública, luego llegó la guerra… Algunos de los muebles u objetos se conservan, pero la mayor parte se perdió.
Junto al Colegio, con fachada a O’Donnell, existió la Casa de Capellanes y otras dependencias, derribadas después de la guerra. En su lugar se construyó un edificio de viviendas que hoy ocupa la esquina con la calle del Doctor Esquerdo.
A continuación, a espaldas del centro escolar, con fachada a la calle Duque de Sexto se encuentra la Iglesia, construida en ladrillo igual que el colegio, con adornos de estilo mudéjar.
La puerta de entrada está normalmente cerrada, pero accedemos a ella desde el Colegio, tras cruzar la Sacristía.
En su interior de tres naves separadas por arcos, hay una mezcla de elementos de distintos estilos que conforman un templo bello y acogedor.
Ecos medievales, artesonados mudéjares, rejerías…
Respecto a las obras de la iglesia anterior, se ignora donde se encuentra el cuadro de Donoso, pero, aunque no está expuesto, el Museo del Prado posee un dibujo con el mismo tema que se cree puede ser el dibujo preparatorio de dicha pintura.
Según leo, la obra de Pereda se encuentra en el Palacio Real.
La sorpresa más grata la hallamos en la actual iglesia, detrás del altar, subiendo por unas escaleras hacia el pequeño camarín donde se encuentra la Virgen de Loreto.
Al parecer, durante la guerra las hermanas la ocultaron en un piso y después la trasladaron a su nuevo colegio en la calle de Velázquez. En 1939 pasaron a hacerse cargo del colegio de Loreto las Esclavas del Divino Corazón, quienes reclamaron la vuelta de la estatua, la virgen que les había acompañado desde la fundación. Pero las hermanas de la Asunción, que se consideraban sus salvadoras, querían conservarla. No fue hasta 1942 o 1943 cuando la imagen donada por Felipe II pudo volver a su lugar, al Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto.
En la peana aún se puede leer la inscripción con el nombre del artista y la fecha, el año de 1586, bajo el manto azul de la valiosa y antiquísima figura policromada, MCCCCCLXXXVI.
por: Mercedes Gómez
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Fuentes:
COAM. Arquitectura de Madrid. 2003
J.M. Quesada. Hª del Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto.
La arquitectura madrileña ofrece ejemplos de preciosos patios, aunque con el paso del tiempo algunos de ellos fueron cubiertos, con el fin de darles un uso distinto al que tenían cuando fueron creados.
Uno de los más antiguos es el de la Casa de la Villa, comenzada a construir según proyecto del arquitecto Juan Gómez de Mora en 1629, que ha sido sede del Concejo madrileño desde entonces. Tras muchos avatares, reformas, diferentes arquitectos involucrados, reinados, repúblicas, dictaduras, democracias, alcaldes… la Casa de la Villa ha sido la sede del Ayuntamiento durante siglos… hasta que el actual alcalde ha conseguido trasladarlo.
El Patio de la Casa de la Villa, al cual se accedía directamente desde la calle, fue cerrado, convertido en dos pisos mediante un suelo intermedio, y cubierto a finales del siglo XIX. Transformado en Sala de reuniones, los balcones se convirtieron en puertas.
Al ser destruida una parte de la cubierta durante la guerra civil se instaló el nuevo techo formado por magníficas vidrieras de la Casa Maumejean, que es el que actualmente se puede admirar. Es conocido hoy día como el Patio de Cristales.
La sede del Ayuntamiento madrileño, desde finales de 2007, aunque aún falta por trasladar algunas dependencias, es el antiguo Palacio de Comunicaciones, construido por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi en los comienzos del siglo XX.
Una vez se haya producido el traslado completo del Ayuntamiento al ahora llamado Palacio de Cibeles está previsto convertir la Casa de la Villa en Museo y devolverle parte de su trazado original, muy modificado durante las sucesivas reformas. Una de las ideas es devolver al Patio su forma primitiva, suprimiendo el forjado que elevó el suelo sobre su altura inicial, a nivel de calle. Aunque el techo vidriado se mantendrá, por su valor histórico y artístico.
Recuerdo varios casos de antiguos patios que han sido cubiertos que quizá podamos ver en otro momento, pero el último y más llamativo ejemplo corresponde precisamente al que me estoy refiriendo, el antiguo Palacio de Correos, uno de los edificios más bellos y espectaculares de Madrid, y quizá situado en el lugar soñado por muchos, el cruce de la calle de Alcalá y los Paseos de Recoletos y del Prado, junto a la diosa Cibeles. Centro de atención desde el punto de vista arquitectónico, histórico, turístico… ha sido el elegido por el actual alcalde para situar la nueva sede del Ayuntamiento de Madrid.
Dentro del proyecto de remodelación de la nueva sede consistorial, acaba de rematarse la cubierta del antiguo patio. Más que un patio, una calle interior, a la que se accede a través de dos puertas monumentales, desde las calles de Alcalá y Montalbán, acaba de ser cubierto mediante una gigantesca bóveda con estructura de malla formada por aproximadamente cinco mil triángulos de vidrio.
por Mercedes Gómez
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