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Recordemos que entre 1574 y 1579 el Concejo había adquirido unas casas en la plaza de San Salvador. En ellas se reunieron hasta el año 1619; por entonces tuvieron que buscar un nuevo lugar debido a su estado ruinoso. Estas viejas casas consistoriales fueron derribadas y el solar, propiedad del Ayuntamiento de Madrid, fue el elegido para construir la Casa de la Villa. El Concejo se trasladó, de alquiler, a las casas que habían sido de don Juan de Acuña en la calle Mayor.

Por fin, en 1629, reinando Felipe IV, una Licencia Real concedió la autorización para construir la Casa Ayuntamiento de Madrid. El Concejo encargó el proyecto al arquitecto Juan Gómez de Mora, Maestro Mayor de Obras Reales y Maestro Mayor de Obras de la Villa. El primer proyecto no se conserva pero sí un dibujo posterior, el alzado del edificio que en esencia se cree mantiene la idea inicial del arquitecto. La construcción no comenzó hasta 1644.

Casa de la Villa de Madrid, alzado de la fachada a la calle Mayor, 1644 (Catálogo Juan Gómez de Mora, nº 122) (Museo de Historia)

En la edificación de la Casa de la Villa, que tardó muchos años en terminarse debido sobre todo a problemas económicos, participaron varios arquitectos. A partir del proyecto de Gómez de Mora, intervinieron José de Villarreal, Bartolomé Hurtado, José y Manuel del Olmo, Cristóbal de Aguilera y Teodoro Ardemans.

Una pintura expuesta en el Museo de Historia, realizada entre 1676-1700, muestra la Casa Consistorial en construcción.

«Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de construcción de la Casa de la Villa», óleo sobre lienzo, anónimo (1676-1700).

La escena representada tiene lugar en la plaza de la Villa. Además de ofrecer mucha información sobre el ambiente de la plaza en la que en esos momentos se encuentran todo tipo de personajes, “obreros, clérigos, aguadores, mujeres, niños, caballeros, mendigos, vendedores y animales” también permite observar la construcción de la sede del Concejo madrileño que se estaba llevando a cabo.

«Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de construcción de la Casa de la Villa», óleo sobre lienzo, anónimo (1676-1700) (detalle)

Teodoro Ardemans fue el encargado de acabar las obras, lo cual ocurrió por fin en 1695, después de más de cincuenta años. Este arquitecto diseñó las dos portadas barrocas, ideó la capilla, configuró el patio, la escalera de honor y remató las torres.

Las dos entradas se deben a que en origen el edificio fue diseñado para albergar la Casa y la Cárcel de Villa. La de la izquierda era la que daba acceso a la Cárcel; la de la derecha al Ayuntamiento.

El Salón Real se creó en 1656, con el balcón que se asoma a la calle Mayor, para que la reina pudiera contemplar la procesión del Corpus en la casa nueva que se estaba edificando, en el lugar donde había estado la cárcel vieja, como vimos en el artículo anterior.

Hoy día, desde el zaguán se accede a la Escalera de Honor donde se encuentra la escultura de la famosa Mariblanca, escalera que lleva al Salón Real y a otras estancias nobles, como veremos.

Con el tiempo el Salón, desde el que las reinas contemplaban la procesión del Corpus, se convirtió en Sala de recepciones o antesala de la Alcaldía; hoy es conocido como Salón Goya por el cuadro que lo adorna; es una copia del cuadro Alegoría de la Villa de Madrid cuyo original se encuentra en el Museo de Historia.

En este salón se encuentran otras pinturas notables, como la Crucifixión de Francisco Ricci (1662) y Los enterramientos del 3 de mayo de 1808 de Vicente Palmaroli (1871). El techo fue pintado por Pedro Martín Ledesma y Juan de Villegas.

Más cambios y reformas en el siglo XVIII dieron al edificio su aspecto actual.

La columnata que da a la calle Mayor, en el balcón abierto en origen, es obra de Juan de Villanueva (1787).

Otra pintura propiedad del Museo de Historia, El coche real pasando ante el Ayuntamiento, obra de Manuel Fernández Sanahuja, representa el paso de la carroza real por la calle Mayor ante la Casa de la Villa el 29 de noviembre de 1879, día de las segundas nupcias del rey Alfonso XII con María Cristina de Habsburgo-Lorena. Sanahuja pintó la fachada del Ayuntamiento que da a la calle Mayor.

Recordemos que también es el autor de las bellas acuarelas que reproducen algunos de los frescos pintados sobre la fachada de la Casa de la Panadería, que existieron hasta al menos 1880.

M.F, Sanahuja, «El coche real pasando ante el Ayuntamiento», óleo sobre lienzo (1879) (memoriademadrid.es)

El edificio de Gómez de Mora estaba organizado alrededor de un patio, el Patio de la Casa de la Villa, al cual se accedía directamente desde la calle por ambas portadas.

Maqueta de León Gil de Palacio (1830), Museo de Historia.

En 1896 fue cerrado, convertido en dos pisos mediante un suelo intermedio, y cubierto. Transformado en Sala de reuniones, los balcones se convirtieron en puertas. Al ser destruida una parte de la cubierta durante la guerra civil posteriormente se instaló el nuevo techo formado por magníficas vidrieras de la Casa Maumejean, que es el que actualmente se puede admirar.

Hoy día es conocido como el Patio de Cristales.

Nuevas reformas de menor importancia y restauraciones tuvieron lugar en los siglos XIX – XX.

En la buhardilla de la torre esquina con la calle Mayor, llamada la Torre del Reloj, fue instalado el reloj procedente de la derribada iglesia de San Salvador.

Casa de la Villa, 1930. (Foto memoriademadrid.es)

En la actualidad, el reloj –que no he conseguido saber si es el mismo–, está ubicado en el último cuerpo de la torre.

Casa de la Villa, 2019

Bajo esta torre, Ardemans diseñó el Oratorio, decorado con las extraordinarias pinturas de Antonio Palomino.

Durante un tiempo fue despacho del Alcalde. Hoy está felizmente libre de muebles y luce en todo su esplendor.

En la Sala de la Custodia se encuentra una de las joyas municipales, obra que realizó el platero Francisco Álvarez en 1576. En esta misma estancia hay un valioso Cristo de marfil, del siglo XVII.

Finalmente, el Salón de Plenos –las pinturas del techo también fueron obra de Palomino, al temple en este caso fue el escenario de las reuniones concejiles durante siglos.

Desde finales de 2007 la sede del Ayuntamiento madrileño es el antiguo Palacio de Comunicaciones, el Palacio de Cibeles, construido por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi en los comienzos del siglo XX.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

NAVASCUÉS, Pedro y HURTADO, Pedro. La Casa de Ayuntamiento de Madrid. Madrid, 1985.

VARELA, Eulogio. Casa de la Villa de Madrid. Ayuntamiento de Madrid, 1951.

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Artículos anteriores:

 

 

El vestíbulo de entrada al Museo de Historia de Madrid está adornado por dos esculturas antiguas. Son dos joyas históricas y artísticas, propiedad del Museo Arqueológico Nacional, conservadas en depósito en nuestro querido museo municipal.

Son las figuras de la Abundancia y de Endimión. Según consta en las cartelas, ambas coronaban dos fuentes monumentales en el siglo XVII madrileño.

entrada estatuas2

Dentro del plan para solucionar las necesidades de agua en Madrid tras el aumento de población que provocó la llegada de la Corte en 1561, en los comienzos del siglo siguiente se construyeron viajes de agua (Abroñigal, Castellana…) y se instalaron numerosas fuentes públicas. La mayor parte eran muy sencillas, modestos caños de vecindad, pero también se crearon algunas fuentes monumentales con el fin de decorar las plazas más notables de la Villa.

Una de las primeras fue la de la plaza de la Cebada, encargada en 1617 al arquitecto Juan Gómez de Mora. Otras, entre ellas la cercana Fuente del Humilladero de San Francisco, al año siguiente fueron diseñadas por el escultor Rutilio Gaci. Ambas aparecen dibujadas por Pedro Texeira en su plano realizado unos años después, en 1656.

Con la leyenda nº 46, la Fuente de la plaza de la Cebada que se encontraba en un lateral de la gran plaza dedicada a mercado. Suministraba agua procedente del Viaje del Alto Abroñigal.

texeira cebada

Fue realizada por el alarife Pedro de Pedrosa y el maestro de cantería Martín de Gortairi. Se coronó con una figura mitológica.

Según indica el letrero del museo, la estatua de mármol de la Abundancia sosteniendo un niño, realizada hacia 1650, formó parte del remate escultórico.

la abundancia

La Abundancia (h. 1650)

En el interior del museo podemos ver dos pinturas del siglo XVIII que representan la importante plaza.

La Procesión de la Virgen de Gracia en la Plaza de la Cebada (1741) de Manuel de Chozas.

Procesión de la Virgen de Gracia en la Plaza de la Cebada (1741) M. de Chozas

Procesión de la Virgen de Gracia en la Plaza de la Cebada (1741) M. de Chozas

En la esquina a nuestra izquierda aparece la fuente. En el conjunto escultórico hay otro niño a los pies de la figura principal.

fuente procesion cebada

Procesión de la Virgen de Gracia en la Plaza de la Cebada (1741) M. de Chozas (detalle)

Y la Feria de Madrid en la plaza de la Cebada (1770-1780), de Manuel de la Cruz, perteneciente al Museo del Prado.

Feria de Madrid en la plaza de la Cebada (1770-1780), M. de la Cruz

Feria de Madrid en la plaza de la Cebada (1770-1780), M. de la Cruz

En esta pintura ya no aparece el niño en la base.

abundancia feria cebada

Feria de Madrid en la plaza de la Cebada (1770-1780), M. de la Cruz (detalle)

La fuente sufrió varias obras y reformas en los siglos XVII y XVIII; muy deteriorada, fue demolida en 1840. No he conseguido información sobre los posibles cambios en el remate escultórico y si la estatua fue sustituida por otra en algún momento.

Con el nº 50 Texeira dibujó la Fuente del Humilladero de San Francisco, de Puerta de Moros o de Endimión; en este caso se surtía del Viaje del Bajo Abroñigal.

texeira endimion

Se cree que fue obra de Rutilio Gaci y el mismo Martín Gortairi; se construyó entre 1620 y 1638. La obra de cantería fue encargada al maestro Miguel de Collado.

Fue rematada por la figura de Endimión, igualmente de mármol, obra reformada y limpiada por el escultor Manuel Pereira, trabajo tasado en 1640.

A mediados del siglo XIX la escultura fue trasladada a la fuente de la plaza de Lavapiés.

Foto Revista Villa de Madrid

Foto Revista Villa de Madrid nº 53

Fuente que también desapareció, pero la escultura felizmente se conserva.

Endimión (h. 1620)

Endimión (h. 1620)

Endimión y la Abundancia nos reciben cuando llegamos al Museo de Historia de Madrid, en la calle de Fuencarral nº 78. Merece la pena detenerse unos minutos, contemplarlas y recordar su larga historia y los misterios que las envuelven.

Por : Mercedes Gómez

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Bibliografía:

MOLINA CAMPUZANO, Miguel. Fuentes artísticas madrileñas del siglo XVII. Ayuntamiento de Madrid – IEM 1970.
DÍAZ y DÍAZ, Mª del Sol. “Fuentes públicas monumentales del Madrid del siglo XVII” Revista Villa de Madrid nº 53. Madrid, 1976.

Los pasadizos volados son elementos arquitectónicos que unen dos edificios fronteros por su parte más alta, con el fin de facilitar la comunicación entre ambos. Su origen se remonta a las ciudades andalusíes de calles laberínticas, curvos trazados, arcos, recovecos y adarves o callejones sin salida. En la ciudad islámica, los pasadizos unían las diferentes partes de una vivienda o casas de un mismo propietario con un fin utilitario.

En 1530 se promulgó una ley que prohibía construir nuevos balcones, saledizos… y pasadizos, para evitar la falta de higiene o de luz que pudieran causar, y la fácil propagación de incendios entre dos viviendas en las estrechas calles medievales. Sin embargo, en el Madrid del siglo XVII se construyeron un gran número de ellos.

El Madrid de los Austrias, famoso por sus al parecer innumerables pasadizos subterráneos, que unían el Alcázar con palacios y conventos, fue también el Madrid de los pasadizos elevados, que llegaron a ser una de las construcciones más características del barroco madrileño, aunque con un nuevo significado. El pasadizo, conservando su función intimista y de secreto, se convirtió en un mirador privilegiado, al servicio del espíritu del Barroco, sus celebraciones religiosas y sus fiestas. Además de cumplir una función práctica, permitía observar y moverse libremente sin ser objeto de miradas indiscretas.

Virginia Tovar les dio el nombre de arquitecturas encubiertas por su función de ocultar, encubrir.

Los reyes implantaron su uso construyendo varios pasos elevados, permanentes o efímeros, desde el Alcázar Real hacia otras dependencias, como el Juego de la Pelota, junto a los Caños del Peral.

Juego de la Pelota (Texeira, 1656)

Esto motivó el deseo de la nobleza de imitar a los monarcas y disfrutar de sus propios pasos privados.

Así el Pasadizo se convirtió en elemento de diferenciación social, que permitía a los nobles no mezclarse con las clases bajas, no pisar las calles sucias… Los motivos para solicitar su construcción eran variados: la poca salud que no permitía asistir a misa, el deseo de unir casas entre miembros de una misma familia… La realidad fue que además de perseguir una comodidad, se convirtió en un elemento de clase y adquirió un significado religioso, pues en muchos casos suponía un acceso directo a la iglesia. En contrapartida, ésta recibía una cantidad de dinero por conceder ese privilegio. Era un buen negocio para todos.

Los alarifes de la villa visitaban el lugar para el que se solicitaba el corredor, analizaban, hacían un informe, y el Concejo decidía. El pasadizo debía no molestar a los vecinos, tener una altura suficiente que permitiera el paso de carruajes y las muy frecuentes procesiones, permitir el paso de la luz… debía ser proyectado por un alarife de la villa, incluso a veces por el Maestro Mayor, como veremos.

En teoría eran muchas las dificultades para conseguir la licencia de construcción, pero el Ayuntamiento siempre accedía, los solicitantes eran cortesanos o personajes muy influyentes.

Uno de los pasos más antiguos es el de la plaza de las Descalzas Reales, que como casi todos los que se construyeron en calles importantes, era una estructura en arco. Fue construido hacia 1582, entre la Casa de los Capellanes, junto a la iglesia del Convento, y la casa de María de Pisa, donde luego se levantaría el Monte de Piedad.

Plazuela de las Descalzas Reales (Texeira, 1656)

Conocemos este pasadizo situado frente a la iglesia de San Martín gracias a un grabado de Minguet, según dibujo de Diego de Villanueva, realizado en el siglo XVIII.

Vista del Convento de las Descalzas Reales. Minguet, 1758. Museo de Historia (memoriademadrid.es)

En los comienzos del siglo, de vuelta la Corte a Madrid, el poderoso Francisco Gómez de Sandoval Duque de Lerma levantó su casa de recreo en el Prado de San Jerónimo, según trazas de Juan Gómez de Mora. Junto a ella, en terrenos de su propiedad, construyó dos conventos, el de Santa Catalina de Sena de Dominicas, en la misma manzana en la que se hallaba su casa, y el de San Antonio de Capuchinos, al otro lado de la calle del Prado.

Carrera de San Jerónimo (Texeira, 1656)

En 1615 sobre la calle del Prado, se construyó, según trazas del propio Gómez de Mora, un corredor igualmente en forma de arco desde la tribuna que el Duque tenía en el Convento de los Capuchinos, hasta la que poseía en el Convento de Santa Catalina de Sena, así consiguió que su palacio se comunicara con ambos monasterios.

El de Lerma debió ser uno de los pasadizos más monumentales de la época. Frente a él, al otro lado de la Carrera de San Jerónimo, la marquesa del Valle construyó el que comunicaba su Palacio con el Convento del Espíritu Santo de la orden de los Clérigos Menores sobre la actual calle de Fernanflor. En los terrenos del Convento en el siglo XIX se construyó el Congreso de los Diputados y se abrió la calle de Floridablanca.

En los alrededores de la actual plaza de Ramales, entonces plazuela de San Juan, existieron varios pasadizos. En 1625 don Diego de la Cerda marqués de la Laguna pidió construir uno desde su casa al coro de la iglesia de Santiago afirmando que lo construiría tan alto y en arco como el de la calle del Prado. Su autor fue Gómez de Mora una vez más.

Iglesias de Santiago y San Juan (Texeira, 1656)

Otro pasadizo volado comunicaba la casa de los Guzmanes (en el lugar donde hoy se encuentra la casa que fue palacio del marqués de Trespalacios en la plaza de Ramales nº 3), con la tribuna en la iglesia de San Juan. Otro corredor unía las casas del Conde de Lemos frente a la plazuela de Santiago. Fueron varios los pasadizos reflejados por Pedro Texeira.

En diciembre de 1616 doña Inés de Toledo, marquesa de Cerralbo, construyó otro desde su casa a la iglesia de San Norberto, de los religiosos Premostatenses. En 1632 vivía allí el duque de Alburquerque y unió con otro pasadizo la de su suegra, la duquesa de Rioseco, con el fin de que su mujer se pudiera comunicar fácilmente con su madre. El cartógrafo representa este pasadizo, frente a la iglesia y su tapia, sobre la entonces calle de la Cuadra, próxima a la fuente de Leganitos, desaparecida por la construcción de la Gran Vía. En la hoy Cava de San Miguel Texeira dibujó el Cobertizo de San Miguel, y un pasadizo que unía la vivienda del marqués de Estepa en la Cava con otra que tenía en la plaza Mayor.

En la esquina de la Costanilla de San Andrés con la calle de los Mancebos se encontraba el Palacio de los Lasso de Castilla, levantado en el siglo XV y derribado en el XIX.

Palacio de los Lasso y la iglesia de San Andrés (Texeira, 1656)

Un pasadizo unía la torre del palacio, en el que se alojaron los Reyes Católicos, con la iglesia de San Andrés cuyo muro ha conservado desde entonces la huella de la antigua construcción.

San Andrés, sept. 2012

Recientemente se ha colocado una lápida de cerámica recordando la existencia del antiguo paso.

Curiosamente uno de los escasos pasadizos existentes hoy día pertenece al Ayuntamiento, en el pasado tan reacio a ellos. Lo diseñó Luis Bellido en 1909 para unir la Casa de Cisneros que había sido adquirida para alojar dependencias municipales, a la Casa de la Villa. El corredor fue construido sobre la calle de Madrid.

Calle de Madrid, julio 2012

El otro se encuentra sobre la hoy cerrada calle de Floridablanca, muy cerca del lugar donde hace cuatro siglos se encontraba el pasadizo que comunicaba el Convento del Espíritu Santo con el palacio de la marquesa del Valle.

Convento del Espíritu Santo (Texeira, 1656)

Este pasadizo moderno fue edificado a finales de los años 70 del siglo XX para unir el Congreso de los Diputados con su ampliación.

Congreso de los Diputados, sept. 2012

Además, los edificios del Congreso se comunican a través de un pasadizo subterráneo. Como en el siglo XVII.

por Mercedes Gómez

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Bibliografía:

V. Tovar Martín. El pasadizo, forma arquitectónica encubierta en el Madrid de los siglos XVII y XVIII, Villa de Madrid nº 87. Madrid, 1986.

C. de Mora Lorenzo. El pasadizo en el Madrid de los Austrias (siglo XVII). Madrid, Revista de arte, geografía e historia nº 6. Madrid 2004.

J.M. Muñoz de la Nava Chacón. El COAATM: sus sedes y su historia. (en Un edificio en crecimiento. COAATM Madrid 2008).

En relación al Patrimonio madrileño a veces ocurren cosas curiosas. Hace unos años, una vecina del barrio, paseando con su perro, observó en un pequeño jardín situado en la Avenida de la Ciudad de Barcelona, frente al Colegio Virgen de Atocha, unos enormes fragmentos de lo que parecían esculturas. Carmen Rodríguez, licenciada en Historia del Arte y conocedora de la Historia de Madrid, pensó que eran valiosas y que por su situación podían pertenecer a la antigua Iglesia de Nuestra Señora de Atocha. Y así era. El País publicó la noticia: “Dos estatuas de la Capilla Real, tiradas 100 años en un jardín”.

Como ella sospechaba, los restos hallados resultaron pertenecer a las imágenes de la  Virgen María y Santo Domingo de Guzmán, que hasta hacía un siglo habían adornado la fachada de la Iglesia comenzada a construir en el siglo XVI por Francisco de Mora, finalizada en el XVII por su sobrino Juan Gómez de Mora.

Convertida en Basílica en el siglo XIX, en tiempos del Isabel II, fue derribada en los comienzos del siglo XX. Tras el derribo, en el mismo lugar fue construida una nueva iglesia, destruida durante la guerra civil. Posteriormente fue levantado el templo actual.

Conocemos el aspecto del antiguo templo por algunas fotos, como la realizada por el gran fotógrafo de Madrid Jean Laurent. La fachada, obra de Juan Gómez de Mora, de tres pisos y tres calles, mostraba nichos con escudos y figuras escultóricas.

Foto: J. Laurent

Gracias a los archivos del Instituto de Patrimonio Histórico, los expertos corroboraron la teoría.

Archivo Instituto Patrimonio Histórico (Foto publicada en El País)

La imagen situada en el centro del último piso, cubierta con un manto de marcados pliegues, era La Virgen con el Niño. En los restos hallados faltan la cabeza, los brazos y el Niño.

En el centro del primer piso se encontraba Santo Domingo, figura de la que apenas se conserva el tronco.

Ambas estatuas estaban realizadas en granito.

Como dijo la protagonista del hallazgo por entonces, era deseable que estos vestigios fueran instalados en “un lugar digno donde pudieran contribuir a dar a conocer la historia de Madrid”.

Había visitado el Panteón de Hombres Ilustres en un par de ocasiones, pero no me había fijado en este detalle. En el pequeño jardín, antes de entrar en el Museo, llaman la atención dos piezas de piedra colocadas junto a un seto, parecen los restos de dos troncos de figuras humanas. Nos acercamos, y un letrero informativo junto a ellas nos dice que se trata de los restos de esculturas de la fachada de la antigua iglesia.

Al fin encontraron un lugar digno, y apropiado, cerca de la actual Basílica de Atocha y del lugar en el que fueron colocadas por primera vez hace cerca de cuatro siglos.

por Mercedes Gómez

 

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Real Basílica Nuestra Señora de Atocha
Avenida Ciudad de Barcelona, 1

Panteón de Hombres Ilustres
Calle de Julián Gayarre, nº 3


El Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto es una de las instituciones más antiguas de Madrid. Su origen se remonta al año 1585 cuando Felipe II fundó el Convento de Nuestra Señora de Loreto, para Amparo de las niñas huérfanas.

El Rey compró unas Casas que debían ser muy modestas, en la Plazuela de Antón Martín, actual calle de Atocha esquina a la plaza de Matute.

Resulta muy difícil imaginar cómo sería Madrid entonces. En aquellos momentos sus límites por el Sureste se encontraban precisamente en este lugar, donde se levantaba la Puerta de Antón Martín, una de las puertas de la Cerca que pocos años antes, 1566, el monarca que convirtió a Madrid en capital de España, había ordenado construir, la Cerca de Felipe II, de la que al parecer no quedan vestigios, aunque nuestro admirado Profesor Montero Vallejo creía que los restos de tapia junto al Senado pertenecían a esta Cerca del siglo XVI.

En fin, que en el momento de su fundación el Colegio estaba casi en las afueras de Madrid.

Al año siguiente, el rey mandó traer desde Roma la imagen que dio nombre al Colegio, la Milagrosísima Imagen de Nuestra Señora de Loreto, obra de Giovanni Battista Montano (1531-1621), arquitecto, escultor, grabador y entallador italiano.

Texeira, 1656.

El convento se fue ampliando con la adquisición de casas cercanas, y la Iglesia fue construida ya bajo el reinado de Felipe IV según proyecto de su arquitecto Juan Gómez de Mora. La obra fue finalizada por Pedro Lázaro Goiti en 1654.

Tenía dos torres rematadas con chapiteles, típicos del Madrid de los Austrias, y una sencilla portada con frontón triangular. En su interior la planta era de cruz latina con una sola nave y tres retablos barrocos. En la cabecera se encontraba el retablo mayor donde se hallaba el camarín de la Virgen de Loreto, y en el ático un cuadro de José Donoso, La Asunción de la Virgen. En uno de los dos retablos laterales había una pintura de Antonio de Pereda, San José con el Niño, firmado el mismo año en que se terminó de construir la iglesia, 1654.

Chalmandrier la dibuja en su plano:

Chalmandrier, 1761.

Felipe V redactó nuevas normas y objetivos del Colegio, las Constituciones de 1738, que es el documento más antiguo que se conserva. Se establecía el número de niñas que podían ser admitidas, requisitos de entrada, vida diaria, comportamiento exigido… Las niñas no podían leer novelas, debían rezar dos veces al día… Leyendo dichas normas, hoy día la institución nos parecería más un Convento que un Colegio. En realidad nos dice mucho acerca de cómo era la educación femenina en aquellos tiempos.

Este patronazgo real se mantuvo durante todo el siglo XVIII, hasta la Guerra de la Independencia, en los comienzos del XIX. Existe un curioso documento en el que consta que José Bonaparte solicitó un informe de los bienes artísticos conservados en el Colegio. Se ignora si el informe fue enviado y, en cualquier caso, qué ocurrió después con las obras de arte del colegio.

En 1882 comenzó el derribo del antiguo Colegio y su iglesia barroca.

Sobre su solar, que corresponde al actual número 55 de la calle de Atocha, hoy se levanta un edificio de viviendas en el que hace unos años, el 24 de enero de 1977, en el segundo piso, tuvo lugar la matanza de varios abogados laboralistas que lamentablemente muchos recordaremos. Por entonces la prensa publicó  que a raíz del suceso se descubrió un paso subterráneo bajo el edificio.

Calle de Atocha, Plaza de Antón Martín, enero 2011.

No es de extrañar, los pasadizos eran al parecer habituales bajo las iglesias, conventos y palacios, quizá el pasadizo hallado perteneció al desaparecido Convento de Loreto, aunque también pudiera pertenecer a alguna de las galerías por las que llegaba el agua desde el Viaje de la Fuente Castellana que el Ayuntamiento de Madrid les concedió en 1637.

Tras el derribo, el Colegio fue trasladado, como antaño, a las afueras de Madrid, en la calle de O’Donnell, que aún a principios del siglo XX era una zona en desarrollo, con escasas construcciones. La calle de O’Donnell, el Paseo de Ronda -actual Doctor Esquerdo- y la calle del Duque de Sexto delimitaban el Real Colegio.

Ntra. Sra. de Loreto (Facundo Cañada, h. 1900)

Un inciso. No debemos confundir el Real Colegio fundado por Felipe II en Madrid en el siglo XVI, con el famoso Colegio de Nuestra Señora de Loreto, de Madres Ursulinas, ubicado en la calle del Príncipe de Vergara, cuya institución religiosa fue fundada en Francia en 1820 y no llegó a España hasta unos años después. En algunas publicaciones se puede leer que este colegio es el fundado por Felipe II, pero es una gran confusión, únicamente tienen en común el nombre de la virgen a la que veneran.

El nuevo conjunto del Real Colegio e Iglesia de Loreto en la calle de O’Donnell fue obra del Arquitecto Mayor de Palacio, José Segundo de Lema. Para la ejecución contó con su auxiliar Enrique Repullés Segarra.

En la sobria fachada de ladrillo aún puede leerse, en una lápida de piedra sobre la entrada, la inscripción «REAL COLEGIO».

Comenzó su construcción en 1894, año en que la reina regente María Cristina, madre de Alfonso XIII, confió por 25 años a la Comunidad de Religiosas Agustinas de la Asunción la dirección y cuidado de este establecimiento.

El antiguo Centro de beneficencia se convirtió en un colegio religioso más, reservando 20 plazas para las alumnas que llamaban de gracia, generalmente huérfanas, el resto eran externas de pago. Hoy día es un colegio concertado que atiende 806 alumnos.

Los enseres y obras de arte conservados del antiguo centro en la calle de Atocha debieron ser trasladados al nuevo en la calle de O’Donnell. Pero los avatares del siglo XX produjeron algunos cambios en la institución. Durante la República pasó a depender del Ministerio de Instrucción Pública, luego llegó la guerra… Algunos de los muebles u objetos se conservan, pero la mayor parte se perdió.

Junto al Colegio, con fachada a O’Donnell, existió la Casa de Capellanes y otras dependencias, derribadas después de la guerra. En su lugar se construyó un edificio de viviendas que hoy ocupa la esquina con la calle del Doctor Esquerdo.

A continuación, a espaldas del centro escolar, con fachada a la calle Duque de Sexto se encuentra la Iglesia, construida en ladrillo igual que el colegio, con adornos de estilo mudéjar.

La puerta de entrada está normalmente cerrada, pero accedemos a ella desde el Colegio, tras cruzar la Sacristía.

En su interior de tres naves separadas por arcos, hay una mezcla de elementos de distintos estilos que conforman un templo bello y acogedor.

Capillas laterales

Ecos medievales, artesonados mudéjares, rejerías…

Respecto a las obras de la iglesia anterior, se ignora donde se encuentra el cuadro de Donoso, pero, aunque no está expuesto, el Museo del Prado posee un dibujo con el mismo tema que se cree puede ser el dibujo preparatorio de dicha pintura.

José Donoso, Asunción de la Virgen. Dibujo a pluma y aguada sepia. Museo del Prado.

Según leo, la obra de Pereda se encuentra en el Palacio Real.

La sorpresa más grata la hallamos en la actual iglesia, detrás del altar, subiendo por unas escaleras hacia el pequeño camarín donde se encuentra la Virgen de Loreto.

Al parecer, durante la guerra las hermanas la ocultaron en un piso y después la trasladaron a su nuevo colegio en la calle de Velázquez. En 1939 pasaron a hacerse cargo del colegio de Loreto las Esclavas del Divino Corazón, quienes reclamaron la vuelta de la estatua, la virgen que les había acompañado desde la fundación. Pero las hermanas de la Asunción, que se consideraban sus salvadoras, querían conservarla. No fue hasta 1942 o 1943 cuando la imagen donada por Felipe II pudo volver a su lugar, al Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto.

En la peana aún se puede leer la inscripción con el nombre del artista y la fecha, el año de 1586, bajo el manto azul de la valiosa y antiquísima figura policromada, MCCCCCLXXXVI.

por: Mercedes Gómez

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Fuentes:

COAM. Arquitectura de Madrid. 2003

J.M. Quesada. Hª del Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto.

… Continuamos con nuestra visita a la Hermandad del Refugio y su iglesia, guiados por Carlos Osorio, autor del blog Caminando por Madrid. Como decíamos, la Iglesia de San Antonio de los Portugueses, hoy llamada de los Alemanes, fue construida entre los años 1624 y 1630. Los planos pudieron ser realizados por Pedro Sánchez, o por Juan Gómez de Mora, o quizá éste último únicamente supervisó las obras en su calidad de Maestro Mayor de la Villa, no se sabe con certeza (*). Pero lo que sí sabemos es que la estructura básica conservada es la original, una construcción del siglo XVII, ejemplo del Barroco madrileño.

Después de la visita a la sede de la Hermandad, de vuelta al zaguán, tras la puerta que indica “San Antonio” se halla el despacho parroquial. Cruzamos otra puerta y accedemos a la Sacristía, donde además de los muebles y elementos propios del lugar, donde parece que el tiempo se ha detenido, se encuentran algunas obras de arte de enorme valor. Dos pinturas de Vicente Carducho, procedentes del retablo original del siglo XVII. Ambos cuadros están a la espera de una restauración y, según nos cuentan en la iglesia, después probablemente vuelvan a dicho Retablo Mayor, su primer emplazamiento, con el fin, dicen en la parroquia con cariño, de que pueda ser disfrutado por todos.

En la Sacristía se encuentra también otra de las joyas que esconde este lugar, un Cristo Crucificado espléndido, una talla de gran perfección, de la Escuela madrileña del siglo XVII, atribuido a Alonso de Mena.

Y de aquí pasamos al templo. A pesar de no ser la primera vez que visito la iglesia, la sensación que me produce sigue siendo de sorpresa y de emoción. La planta ovalada y los frescos que cubren el techo y los muros sin interrupción, una superficie de casi mil quinientos metros cuadrados, crean un espacio que te envuelve completamente y te traslada a un mundo fantástico, al arte del Barroco en todo su esplendor. Nuestra mirada recorre primero la impresionante bóveda que representa a San Antonio de Padua en la Gloria. Los pintores de la escuela madrileña Juan Carreño de Miranda y Francisco Ricci, pintores del Rey, la crearon en 1662 según bocetos de Agostino Mitelli y Michele Angelo Colonna, los mejores especialistas italianos en pintura al fresco que, de la mano de Velázquez, trajeron a Madrid las técnicas de las perspectivas fingidas para bóvedas y muros, imitando espacios arquitectónicos. Esta bóveda ofrece uno de los trampantojos más espectaculares de Madrid. Entre las falsas columnas se hallan representados ocho santos portugueses o españoles, y debajo escenas de su vida.

Solo veintiocho años después hubo de ser restaurada, tarea que llevaría a cabo Lucas Jordán, quien introdujo algunos cambios, sobre todo detalles barrocos, como los capiteles, o la sustitución de columnas lisas por columnas salomónicas. Además realizó las pinturas de las paredes, simulando grandes tapices, de forma que la mayor parte de la obra pictórica corresponde a este gran pintor y decorador italiano. En la parte superior, Jordán representó escenas de los milagros de San Antonio, que Carlos va contándonos uno a uno, mientras nosotros vamos observando las imágenes, y toda la narración, la que escuchamos y la pintada, va cobrando sentido. En la parte inferior los angelitos y otras figuras alegóricas recogen los tapices fingidos.

El Retablo Mayor original estaba formado por obras de Vicente Carducho –dos de ellas se encuentran en la Sacristía, como vimos- y de Eugenio Cajés, además de por la imagen de San Antonio de Padua, del escultor Manuel Pereira. En 1724 fue transformado en un retablo barroco. El actual, de mármol, data de 1765, época de Carlos III. Es obra del arquitecto Miguel Fernández y del escultor Francisco Gutiérrez, cuyos angelitos recuerdan a los que por esa misma época creó para la Puerta de Alcalá. Lo único que ha permanecido inamovible a lo largo de los siglos, en los tres retablos, ha sido la espléndida escultura de Pereira.

Otros seis retablos laterales típicos del barroco completan la decoración, construidos en madera que imita mármol, empleando la técnica del trampantojo ya comentada, muy habitual en el siglo XVII, técnica artística que simula, que aparenta, que intenta suplir la realidad, no solo con la pintura sino también con el empleo de materiales. Sobre cada uno de ellos, se encuentran seis óvalos con retratos de los reyes, pintados en el siglo XVIII por Miguel Jacinto Meléndez. El interior del templo está completamente construido mediante pinturas al temple, sin que exista ningún elemento arquitectónico real, incluso los retablos ligeramente retranqueados están decorados con pinturas. Este hecho es quizá lo que convierte este lugar en algo único en Madrid.

Nuestro guía, que no permite que se nos escape ningún detalle, nos muestra cómo en origen, las pinturas llegaban hasta el suelo, pero la parte inferior se perdió definitivamente debido a las humedades.

Podríamos permanecer allí un buen rato más, contemplando tanta belleza, pero va a comenzar la misa, y nos dirigimos a la Cripta, de planta de cruz latina, construida en ladrillo en los sótanos del templo. A la entrada una lápida recuerda a los tres fundadores de la Santa Hermandad, tras la cual se haya una pequeña estancia, no visitable, en la que reposan los restos de uno de ellos, don Pedro Lasso de la Vega.

Al fondo, la capilla, con una imagen de San Pedro Poveda, obra del escultor Pedro Requejo Novoa, instalada en 2006.

Una vitrina muestra objetos y documentos referentes a su pertenencia a la Hermandad desde 1930. Pedro Poveda vivió en Madrid, en la calle Alameda, desde 1921 en que fue nombrado Capellán Real, hasta su muerte en 1936, en los primeros días de la guerra. Fue declarado mártir en 1993, y canonizado en 2003.

Entre los nichos, llaman la atención dos de ellos, cuyas inscripciones nos trasladan a la Edad Media, y que guardan los restos de “S.M. Infanta Dª Berenguela Hija del Rey D. Alfonso X el Sabio, titulado el Emperador. Nació en 1253 y debió morir en 1276”, con 23 años. Y la “Infanta Doña Constanza, hija de Fernando IV El Emplazado y de Dª Constanza de Portugal. Debió morir en 1321 a los 5 o 6 años de edad”. En ambos casos, procedentes del derribado antiguo Convento de Santo Domingo.

Terminada la inolvidable visita, regresamos al mismo lugar en que comenzó nuestro paseo, y echamos un último vistazo a la escultura de piedra que representa a San Antonio, observándola de cerca. La mirada, las manos, los pliegues de la ropa… es asombroso que haya podido permanecer en su hornacina, en esa esquina tan discreta, a lo largo de los siglos, que haya sobrevivido a guerras, reformas y cambios de dueños. Como la escultura del Retablo Mayor. Felizmente, allí, en su sitio, continúan las dos imágenes del santo portugués, esculpidas por el también portugués Manuel Pereira.

¡Muchas gracias, Carlos! Texto y fotografías por Mercedes Gómez

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(*) ACTUALIZACIÓN 24 junio 2016

Visitando la exposición I Segni nel tempo. Dibujos españoles de los Uffizi, en la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, uno de los dibujos que llama nuestra atención es la Sección longitudinal de la iglesia de San Antonio de los Portugueses (h. 1624), firmado por Pedro Sánchez.

Como leemos en el Catálogo dirigido por Benito Navarrete, esta firma corrobora que el autor del proyecto de la iglesia madrileña fue el arquitecto jesuita, Pedro Sánchez, y no Juan Gómez de Mora, quien como Maestro Mayor de las Obras reales y de la Villa de Madrid sí debió ver y aprobar las trazas, aunque no las proyectó. Este dibujo junto a otro de la fachada conservado en la Hermandad del Refugio y Piedad avalan su autoría, que como decimos, no corresponde a Gómez de Mora como algunos autores han defendido.

La arquitectura madrileña ofrece ejemplos de preciosos patios, aunque con el paso del tiempo algunos de ellos fueron cubiertos, con el fin de darles un uso distinto al que tenían cuando fueron creados.

Uno de los más antiguos es el de la Casa de la Villa, comenzada a construir según proyecto del arquitecto Juan Gómez de Mora en 1629, que ha sido sede del Concejo madrileño desde entonces. Tras muchos avatares, reformas, diferentes arquitectos involucrados, reinados, repúblicas, dictaduras, democracias, alcaldes… la Casa de la Villa ha sido la sede del Ayuntamiento durante siglos… hasta que el actual alcalde ha conseguido trasladarlo.

El Patio de la Casa de la Villa, al cual se accedía directamente desde la calle, fue cerrado, convertido en dos pisos mediante un suelo intermedio, y cubierto a finales del siglo XIX. Transformado en Sala de reuniones, los balcones se convirtieron en puertas.

Al ser destruida una parte de la cubierta durante la guerra civil se instaló el nuevo techo formado por magníficas vidrieras de la Casa Maumejean, que es el que actualmente se puede admirar. Es conocido hoy día como el Patio de Cristales.

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Antiguo patio del Concejo, hoy Patio de Cristales (en: E.Varela “Casa de la Villa de Madrid”, Ayuntamiento de Madrid 1951)

La sede del Ayuntamiento madrileño, desde finales de 2007, aunque aún falta por trasladar algunas dependencias, es el antiguo Palacio de Comunicaciones, construido por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi en los comienzos del siglo XX.

Una vez se haya producido el traslado completo del Ayuntamiento al ahora llamado Palacio de Cibeles está previsto convertir la Casa de la Villa en Museo y devolverle parte de su trazado original, muy modificado durante las sucesivas reformas. Una de las ideas es devolver al Patio su forma primitiva, suprimiendo el forjado que elevó el suelo sobre su altura inicial, a nivel de calle. Aunque el techo vidriado se mantendrá, por su valor histórico y artístico.

Recuerdo varios casos de antiguos patios que han sido cubiertos que quizá podamos ver en otro momento, pero el último y más llamativo ejemplo corresponde precisamente al que me estoy refiriendo, el antiguo Palacio de Correos, uno de los edificios más bellos y espectaculares de Madrid, y quizá situado en el lugar soñado por muchos, el cruce de la calle de Alcalá y los Paseos de Recoletos y del Prado, junto a la diosa Cibeles. Centro de atención desde el punto de vista arquitectónico, histórico, turístico… ha sido el elegido por el actual alcalde para situar la nueva sede del Ayuntamiento de Madrid.

Dentro del proyecto de remodelación de la nueva sede consistorial, acaba de rematarse la cubierta del antiguo patio. Más que un patio, una calle interior, a la que se accede a través de dos puertas monumentales, desde las calles de Alcalá y Montalbán, acaba de ser cubierto mediante una gigantesca bóveda con estructura de malla formada por aproximadamente cinco mil triángulos de vidrio.

Patio de Cibeles, abril 2009

Palacio de Cibeles, abril 2009

por Mercedes Gómez

Hay en Madrid innumerables instituciones con una historia riquísima a sus espaldas, como por ejemplo la Fundación Carlos de Amberes, con más de cuatro siglos de edad.

El origen del antiguo Hospital de San Andrés de los Flamencos se remonta al año 1594, cuando Carlos de Amberes, natural de dicha ciudad, cedió sus casas en la hoy llamada calle de San Marcos con el fin de que a su muerte acogieran a los pobres y peregrinos que llegaran a Madrid procedentes de las entonces Diecisiete Provincias de los Países Bajos. Y así fue como a su muerte, en 1604, uno de los inmuebles fue transformado en Hospital.

Solo cinco años después el rey Felipe III aceptó el Patronato de la institución, cargo que, ratificado por su hijo Felipe IV, han heredado los monarcas españoles hasta nuestros días, convirtiéndose así en la Real Diputación de San Andrés de los Flamencos.

En 1621 se encargó a Juan Gómez de Mora, Maestro Mayor de Obras Reales e importantísimo arquitecto en la historia de Madrid, la construcción de nuevo hospital e iglesia. Poco después, en 1638, en su altar mayor se colgó una pintura del gran maestro Rubens “El martirio de San Andrés”, encargada por uno de los benefactores.

En el Plano de Pedro Texeira (1656) se aprecia una pequeña iglesia y nada más, pero debió tener su importancia pues fue construido por el arquitecto más notable de la época. En esa época la calle recibía el nombre de calle de San Hermenegildo.

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También conocido como Hospitalillo de San Marcos, existió hasta 1848 en que se derrumbó.

Apoyos políticos y de la Corona facilitaron la construcción de un nuevo edificio en el Ensanche, en la calle de Claudio Coello, lugar en el que continúa la Fundación Carlos de Amberes, Real Diputación de San Andrés de los Flamencos, antiguo Hospital e Iglesia de San Andrés de los Flamencos, actualmente dedicada a fines culturales.

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El actual edificio fue construido por los hermanos Agustín y Manuel Ortiz de Villajos en 1877 y rehabilitado entre los años 1991-1998. Declarado Bien de Interés Cultural, tanto la iglesia como los pabellones a ambos lados, en otro tiempo dedicados a hospital y hospedería, acogen ahora una de las salas de exposiciones y actos culturales más vivos de Madrid.

La iglesia, de cruz latina, con una sola nave abovedada, que ahora sirve como sala de exposiciones, conserva la tribuna o coro alto, y el espacio del antiguo altar mayor, donde se encuentra la maravillosa obra de arte, el cuadro de Rubens, acompañando siempre a las más diversas obras de arte expuestas en este espacio singular. Aunque parezca mentira, el marco del cuadro que se conserva es el original creado por los ebanistas del rey Felipe IV.

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No está permitido fotografiar el cuadro, esta es una postal que venden en la Fundación:

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Otras dos obras pictóricas, tras la recepción, a la derecha, adornan las paredes de este curioso lugar:

También procedente de la primitiva iglesia, un Retrato de don Carlos de Amberes, con una inscripción en su franja inferior que resume toda la historia de la fundación. Anónimo español del siglo XVII, se desconocen autor, fecha o cualquier otro dato que los investigadores de momento no han sabido aclarar. Si vais a verlo, observad el fondo del cuadro, tras el retrato, que muestra una población de pequeñas construcciones y recinto amurallado, propio del XVII, pero en principio no identificable.

Y un magnífico Retrato del 2º Marqués de Casa Riera, obra de Raimundo Madrazo y Garreta (1841-1920), de gran formato, donado por la Reina Fabiola de Bélgica.

Las obras de arte, pintura, fotografía, etc. se van sucediendo en esta Sala de Exposiciones, pero estos tres cuadros siempre están ahí, para nuestro disfrute, no dejéis de verlos, si es que no lo habéis hecho ya, sobre todo esa joya que es El Martirio de San Andrés, del gran pintor barroco, el flamenco Pedro Pablo Rubens.

Fundación Carlos de Amberes
Calle de Claudio Coello, 99

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por Mercedes Gómez

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