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Volvemos al Jardín Reservado de Felipe II en la Casa de Campo. Después de nuestra visita a las Grutas el pasado mes de junio, hace unos días hemos tenido ocasión de conocer el Vivero municipal.

El Vivero de la Casa de Campo desde el siglo XIX está ubicado en terrenos del antiguo Reservado. Es uno de los tres viveros municipales, junto al Vivero de Estufas del Retiro y el de Migas Calientes. En la actualidad es un lugar importante por la función que cumple –producción de árboles y arbustos destinados a las calles y parques madrileños–, por su belleza y por su valor histórico pues guarda las huellas del antiguo trazado.

El pintor Félix Castello lo representó en un extraordinario cuadro que podemos contemplar en el Museo de Historia de Madrid. En él vemos el palacete que fuera de los Vargas y el jardín renacentista creado por Felipe II.

Félix Castello. “La Casa de Campo” (1615-1651), óleo sobre lienzo, Museo Arqueológico Nacional (depósito en Museo de Historia)

Frente al palacete desde los inicios del siglo XVII, alineadas frente a la fachada principal, se situaban la estatua ecuestre de Felipe III, obra de Juan de Bolonia y Pietro Tacca, trasladada en tiempos de Isabel II a la plaza Mayor y la Fuente del Águila, que estuvo aquí hasta 1890.

F. Castello. “La Casa de Campo” (detalle)

A la derecha de la lonja de las Grutas se encontraba la Fuente de Neptuno o Fuente Rústica, que también se aprecia en la pintura de Castello.

F. Castello. “La Casa de Campo” (detalle)

De ella actualmente se conserva la hornacina, como vimos.

La Fuente del Águila era la más importante del jardín, pero no era la única, había varias fuentes más sencillas adornando los parterres, que también representó Castello.

Castello. “La Casa de Campo” (detalle)

Hoy día, ausentes la estatua ecuestre y la fuente, en el paseo frente a la fachada principal del palacio se encuentra el camino de entrada al vivero.

Lugar donde estuvo situada la estatua de Felipe III frente al palacete.

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Espero que hablemos del vivero más adelante, hoy vamos a detenernos en una singular fuente que se encuentra en el recinto, la Fuente de la Concha.

Es una fuente muy humilde, pero adornada por un antiguo elemento escultórico, probable vestigio de aquella época en la que estos terrenos estaban ocupados por los jardines renacentistas de Felipe II. Se trata de una concha de piedra identificada con la imagen del Nacimiento de Venus, representado por Botticelli.

A principios del año 2004 el jardinero Luciano Labajos la descubrió, escondida entre arbustos desde hacía al menos cincuenta años. Se conocía su existencia porque figuraba en la relación de fuentes descritas después de que la Casa de Campo pasara a manos municipales, en 1931. La memoria municipal de 1933 la incluía, mencionando su situación en los terrenos que fueran del Reservado de Felipe II. Pero durante la guerra debió sufrir desperfectos, posiblemente trasladada desde otro lugar, abandonada poco a poco fue cubriéndose de zarzas.

Se trata de una modesta construcción de ladrillo, con el frente de piedra, que acaso surtía el agua de un manantial. Actualmente el caño está seco.

En la parte superior se adorna con la mencionada concha de piedra.

Luis de Vicente, estudioso de la Casa de Campo, junto a Labajos consideraron que la concha exquisitamente labrada era un elemento del siglo XVI o XVII que debió pertenecer a algún conjunto escultórico de una de las fuentes del Reservado chico, aquel que representó Félix Castello.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

LABAJOS, Luciano y RAMÓN-LACA, Luis. Jardinería tradicional en Madrid. Ed. La Librería 2007.

El País, 18 enero 2004.

Hasta la llegada de la Fotografía, medio más fiable para conocer la historia y la evolución de una ciudad, además de la palabra, los testimonios de los cronistas a lo largo de los siglos, y los documentos localizados en los Archivos históricos, las fuentes de información más valiosas de las que disponemos son la Cartografía y, por supuesto, la Pintura. Gracias a los artistas que a lo largo de los siglos han representado la ciudad, sus calles, sus edificios, sus habitantes… conocemos Madrid mucho mejor. Uno de estos artistas que nos ha ayudado a conocer mejor el siglo XVII madrileño es Félix Castello.

Félix Castello nació en Madrid en el año 1595, descendiente de artistas italianos. Su abuelo fue Giovanni Battista Castello, El Bergamasco, arquitecto y pintor de Felipe II, y su padre Fabricio, quien también trabajó en El Escorial. Pero su madre, Catalina Mata, era española. Fue bautizado el 4 de julio de 1595 en la parroquia de San Sebastián, iglesia del Barrio de las Letras y de los artistas. Creció Félix por tanto en un ambiente artístico cercano a la Corte. Él mismo intentó ser Pintor del Rey, pero nunca lo consiguió.

Se casó en diciembre de 1615 con Catalina de Argüello, instalándose en la plazuela de Antón Martín, en el mismo barrio en que había nacido. Dos años después solicitó por primera vez la plaza de Pintor del Rey, sin conseguirla. Volvió a presentarse diez años después. Félix, como tantos artistas en la Corte, buscaba un cargo fijo que le asegurara la existencia, recordemos a Pedro Texeira, nacido el mismo año que Castello por cierto, intentando sin ningún éxito ser nombrado Ayuda de Cámara del Rey.

Fue discípulo de Vicente Carducho, siempre estuvo muy cerca de él, y su pintura se vio influenciada por la de su maestro. Aunque no llegó a tener ningún cargo en la Corte sí realizó algunos trabajos para Felipe IV. Participó en la decoración del Palacio del Buen Retiro, el Alcázar y otros Sitios Reales. En el Palacio del Buen Retiro pintó uno de los doce cuadros que cubrían las paredes del Salón de Reinos con escenas de grandes batallas, La recuperación de la isla de San Cristóbal, firmado en 1634. Victoria conseguida en 1629 por Fadrique de Toledo, la recuperación, por poco tiempo, de la isla de San Cristóbal, en las Antillas, en poder de franceses e ingleses.

Para la serie de reyes godos, al año siguiente pintó Teodorico, rey godo.

Ambas pinturas pertenecen al Museo del Prado. El primero no está expuesto, y el segundo se encuentra en depósito en el Museo del Ejército.

Salón de Reinos, antigua sede del Museo del Ejército, actualmente.

Para el Real Alcázar realizó varios retratos de reyes situados en la Sala de Comedias, y algunos trabajos para la Capilla. Otras obras suyas se encuentran en el Museo de Historia. Su Vista del Alcazar de Madrid, realizada en la década de los años treinta, es quizá una de sus obras más conocidas y una de las que nos ilustra sobre cómo era ese Madrid antiguo. El Real Alcázar, visto desde el Puente de Segovia, el Campo del Moro…

Otro encargo de la Corona fue la creación de cinco vistas de las casas de campo reales,  de las que se conservan un delicioso Paisaje de la Casa de Campo, de 1634.

Gracias a otra de sus pinturas tenemos la imagen de la desaparecida Torre de la Parada, pabellón de caza situado en el Real Sitio de El Pardo para alojar al rey y sus acompañantes. Su origen se remonta al siglo XVI, cuando Luis de Vega lo construyó para Felipe II, aún príncipe; Gómez de Mora lo transformó completamente y Felipe IV ordenó su decoración con pinturas de Velázquez, Rubens y otros artistas. Un inventario realizado a la muerte de Carlos II describe ciento setenta y seis pinturas de grandes maestros, muchas de ellas se perdieron y otras se encuentran en el Prado.

El último cuadro adquirido por el Museo de Historia es el de los Baños en el Manzanares en el paraje del Molino Quemado, que se considera realizó al final de su vida. Se le atribuye su autoría además de por el tratamiento del paisaje, por los personajes y la temática. Un ejemplo: la escena del duelo recuerda extraordinariamente a la que aparece en La Torre de la Parada.

Esta pintura, además de ofrecer un verdadero cuadro costumbrista, nos proporciona datos valiosísimos acerca de esta construcción singular cuya situación frente a la Casa de Campo conocemos gracias a Texeira y su plano. Se sabe que fue “maestro de su arte”, dedicándose a enseñar el oficio de pintor. Félix Castello , o Castelo, pues de ambas formas firmó sus obras, murió en 1651, en su ciudad, Madrid. Por Mercedes Gómez

La existencia de baños públicos se remonta a los orígenes de Madrid, al Mayrit árabe. Quizá existieron antes, gracias a los romanos, pero al menos de momento no se ha podido comprobar, o no tenemos noticias.

Sí hay constancia de los baños árabes en algunos documentos antiguos. Manuel Montero Vallejo habla en sus libros de los baños que se encontraban junto al Barranco por donde entonces fluía el Arroyo de San Pedro, hoy calle Segovia, y que continuaban existiendo en los siglos XIII y XIV. Estaban situados cerca de la iglesia de San Pedro, aproximadamente a la altura de la Fuente de San Pedro o de los Caños Viejos, donde hoy se encuentra la Fuente de Diana.

Barranco de San Pedro fin sg. XV, por M. Montero Vallejo, que sitúa en su dibujo los baños con el nº 3.

Con la llegada de los cristianos en el siglo XI, el baño dejó de estar bien visto, dicen que Alfonso VI, el rey conquistador, no era partidario, y que prohibió construir nuevos establecimientos.

Pero también se cuenta que siguieron funcionando regentados por mujeres mudéjares, y que a ellos acudían en buena armonía cristianos, musulmanes y judíos. Montero cuenta que esos mismos baños que aún existían a finales del siglo XIV los tenía arrendados una tal doña Xançi.

Otro de los baños medievales se encontraba en la plazuela de los Caños del Peral, hoy plaza de Isabel II, cerca de la Puerta de Valnadú, una de las puertas de la muralla cristiana.

Gracias a los literatos del Siglo de Oro sabemos que en el siglo XVII los madrileños eran muy aficionados a bañarse en el río, y parece ser que a orillas del Manzanares se organizaban fiestas algo subidas de tono. Hemos leído mucho sobre las romerías a orillas del río en tiempos de Felipe IV, pero nunca habíamos visto sus imágenes, hasta que llegó este cuadro de Félix Castello al Museo Municipal.

F.Castello. «Baños en el Manzanares en el paraje del Molino Quemado»

La escena, un verdadero “jardín de las delicias” madrileño, representa los baños en el Manzanares, frente a la Casa de Campo, en el Camino del Pardo, junto al llamado Molino Quemado, que también Texeira representó en su plano.

Pero en invierno hacía mucho frío, y había que buscar otras soluciones. La primera Casa de Baños de la que se tiene noticias es una en la calle Jardines, abierta en 1628. Solicitó licencia de apertura un italiano llegado a la capital, argumentando que el agua era necesaria para la salud, todo el año, no únicamente en el verano.

Se le concedió, pero para acudir era necesario llevar la “receta” del médico. Además, los baños de las mujeres estaban prohibidos en la misma casa que los de los hombres, y mientras ellas se bañaban ellos no podían entrar, aunque fuese su marido.

Cuentan los cronistas que, mediado el siglo XIX, existían en Madrid diecinueve Casas de Baños, aunque algunas solo abrían en verano. Las pilas eran de piedra blanca de Colmenar, o de mármol. Además de los baños normales, estaban disponibles también baños de “salvado, aromáticos, emolientes y minerales artificiales”.

Uno de los más concurridos eran los Baños de Oriente, de nombre evocador, en la plaza de Isabel II, abiertos en 1830, acaso herederos de los viejos baños de los Caños del Peral.

Y llegamos al siglo XX. No hace tanto tiempo, en 1928, aún no era tan fácil el tener acceso a un baño o ducha en la propia casa. Existían varias casas de baños, pero eran demasiado caras para la mayoría. Se inauguró la primera casa municipal, en el Portillo de Embajadores, obra del arquitecto municipal José Lorite. Tenía una planta con azotea, en el zaguán dos taquillas, una para las señoras y otra para los caballeros, y dos salas de espera, igualmente separadas.

Casa de Baños de Embajadores (Foto madridhistorico.com)

En la República, dentro de una política de higiene pública que había comenzado en la década anterior, además de los de Embajadores se construyeron otros Baños en  la avenida de los Toreros y en Bravo Murillo, bajo las ideas del Racionalismo, tal como estaba ocurriendo en la construcción de Dispensarios antituberculosos.

Con la mejora de las condiciones en la vivienda la situación fue cambiando. En 1974 seguían existiendo los Baños de Oriente. A la vez las Guías de la ciudad anunciaban saunas finlandesas, suecas y baños turcos, situados en los barrios más acomodados. Además, por entonces seguían existiendo tres establecimientos de Baños Municipales, en la Glorieta de Embajadores 1, Bravo Murillo 133, y avenida de los Toreros 3-5.

En el barrio de la Latina, en la plaza de la Cebada, junto al mercado, existía otra Casa de Baños.

El edificio de la avenida de los Toreros, también obra de José Lorite, estuvo a punto de ser derribado debido a su estado ruinoso, pero se salvó de la piqueta y hoy día alberga el Centro Cultural de Buenavista, tras la reforma de Salvador Pérez Arroyo en 1982. Una singularidad del edificio son sus pabellones laterales, antiguas piscinas, hoy convertidas en la biblioteca y el salón de actos.

Avenida de los Toreros, 3 (2010)

Hasta hace poco tiempo aún funcionaban las otras tres Casas de Baños en Madrid:

La de la Plaza de la Cebada, que aunque en la web del Ayuntamiento figura como cerrada por obras, la realidad es que el edificio en el que se encontraba fue derribado, y ahora hay un solar.

Derribo Casa de Baños La Latina (Foto: recuerdosaolvidar.blogspot.com)

La de Bravo Murillo fue cerrada a principios de este año para su reforma integral. Según las noticias publicadas entonces, se preve su reapertura para mediados de 2011.

Bravo Murillo 133 (foto: Street View Google Maps)

El domingo pasado fuí hasta allí para hacer una fotografía al edificio, sin saber lo que iba a encontrar. Llegué tarde, la vieja construcción ya no existe, la reforma es integral en verdad. El Ayuntamiento, con cargo al fondo estatal para el empleo, está construyendo un Centro de Atención Social de Atención Social a mujeres, inmigrantes y personas sin hogar, según explica el cartel en la propia obra, lo cual es sin duda una buena noticia.

Bravo Murillo, 133 (diciembre 2010)

Poco antes de que cerraran esta Casa de Baños tuve ocasión de hablar con una de las personas que la atendían, y me contó muchas cosas interesantes del edificio, que desde 1932 no había tenido ninguna restauración. Habló con cariño y cierto orgullo de un lugar en el que debía llevar mucho tiempo trabajando. Se decía que en el edificio vivía un duende. Derribada la casa, se ignora si se ha trasladado o continúa por allí…

Aunque los días de más visitas eran los lunes y los viernes, la mayoría, muchos inmigrantes, acudían todos los días a lavarse. Veinte minutos de agua caliente por quince céntimos.

Los usuarios, en su mayor parte personas sin hogar, le contaban que preferían ir  a Bravo Murillo en lugar de a Embajadores porque aquí conservaban los dos grifos de agua caliente y agua fría, que ellos mismos podían regular. En las modernas instalaciones de Embajadores hay grifo a presión, con duración limitada, pero según comentaba mi interlocutor, esto quizá no ahorre agua, porque al no poder mezclarla, o se queman o se hielan, y pulsan el grifo demasiadas veces.

El edificio de la glorieta de Embajadores, aunque había sido reformado hacía pocos años, fue derribado en 2001 para construir el actual, de tres plantas, con mayor número de duchas y seguramente más comodidades, a pesar del grifo a presión, siendo inaugurado cuatro años después.

Glorieta de Embajadores (2010)

Hoy día están de moda los spas, balnearios, y baños árabes, más relacionados con el ocio y el bienestar que con la mera higiene, ya que en este siglo XXI casi todas las viviendas tienen cuarto de baño, o ducha.

Pero algunas personas simplemente no tienen casa. Y acuden a la única Casa de Baños actualmente en funcionamiento en la capital, la Casa de Baños de Embajadores, muchos casi todos los días.

Texto y fotografías : Mercedes Gómez

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Bibliografía:

M. Montero Vallejo. Origen de las calles de Madrid. Ed. Avapiés. Madrid 1995.
Museo de Historia de Madrid. Adquisiciones 2003-2006. Madrid 2007.
Mª C. Simón Palmer. Casas de Baños en Madrid. Anales del Instituto de Estudios Madrileños. 1975.
Estampa
. 20 marzo 1928.

Hoy viernes 3 de julio el diario El País publica que “en la Casa de Campo ha sido hallada una red hidráulica del siglo XVI, que canalizaba el riego de un jardín renacentista”.

Las noticias sobre La Casa de Campo, una de las joyas madrileñas, se suceden.

La historia de la Casa de Campo como Bien de Interés Cultural es compleja y llena de vericuetos legales. La protección conseguida en 1999 en la categoría de Jardín Histórico fue anulada por una sentencia del Supremo en 2007. Ahora, hace solo una semana, el pasado 26 de junio, el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid (BOCM) publicó el Acuerdo de 16 de abril de la Dirección General de Patrimonio Histórico, por el que se incoa el expediente para la Declaración de Bien de Interés Cultural, en la categoría de Sitio Histórico, a favor de la Casa de Campo de Madrid.

Es el primer paso de un nuevo proceso al final del cual esperemos consiga la catalogación como BIC.

En la Memoria Histórica de la incoación en la que se describe el Real Sitio están incluidas Las Grutas del Reservado Chico, jardín de Felipe II.

La Lonja o Galería de las Grutas es uno de los más asombrosos y más antiguos tesoros escondidos en Madrid. Impresiona pensar que nos hallamos ante los restos de un conjunto arquitectónico único en nuestra ciudad, construido en la segunda mitad del siglo XVI, y que se trata del único vestigio de un jardín del Renacimiento madrileño, y uno de los pocos ejemplos en España.

Los jardines renacentistas, siguiendo el modelo creado en Italia, eran espacios ordenados geométricamente, con sus caminos rectos alrededor de parterres simétricos, aunque también estaban adornados con construcciones artificiales que simulaban grutas naturales con fuentes sorprendentes creadas para la diversión y disfrute. Su función era ornamental, pues formaban parte del conjunto del jardín, pero también lo era dar albergue a los visitantes y servir como lugar de paseo.

Al fondo, Las Grutas

Al fondo, tras el Palacio, Las Grutas

Frente al Parque de Palacio, hoy conocido como Campo del Moro, al otro lado del Manzanares, cruzando el Puente del Rey llegamos a la Puerta del Río de la Casa de Campo, primer Real Sitio, en el cual Felipe II construyó su jardín Reservado. En esos terrenos que el rey había ordenado comprar, con sus huertas y arbolado se hallaba la finca de los Vargas, con su casa-palacio, de la que desgraciadamente hoy día apenas quedan huellas. Felipe II, el rey más poderoso, también fue el rey jardinero. Enamorado de las plantas, y conocedor de los jardines italianos, franceses o flamencos, transformó el jardín español, hasta entonces encerrado en los claustros de los conventos o palacios medievales. El Reservado de Felipe II fue uno de los lugares más refinados y sofisticados de aquella época; arquitectos reales, los más reputados maestros flamencos en hidráulica, los mejores escultores y decoradores italianos, los más exquisitos jardineros españoles participaron en su creación.

El acceso a la Casa de Campo ha estado durante mucho tiempo entorpecido por andamios, excavadoras, etc. debido a las obras de soterramiento de la M-30. La antigua Puerta del Río era la principal entrada, que a pesar de ser uno de los Elementos Singulares de la Casa de Campo recogidos en el Catálogo del propio Ayuntamiento, dentro del Plan General de Ordenación Urbana, ha sido desmantelada.

Nada más entrar se encuentra el palacete; detrás, en el lugar donde antaño se hallara el Reservado Pequeño, se encuentra la Galería de las Grutas, único recuerdo del que fuera jardín del monarca que convirtió a Madrid en la capital de España.

La Galería era un edificio típicamente renacentista, de ladrillo, con planta rectangular de unos 30 metros de longitud por más de 7 de anchura, dividido en cinco pequeños tramos o estancias. Si traspasas alguno de sus arcos para acceder al interior del singular edificio te ves obligado a descender medio metro en relación al nivel del exterior debido quizá a los posibles allanamientos que ha debido sufrir el terreno antiguamente escarpado. Ya en su interior, en los muros se aprecian unas hornacinas, hoy vacías. También se conservan una especie de túmulos de piedra en el centro de una de las salas, que con sus bóvedas rebajadas se hallan separadas por columnas de granito y gruesos pilares de ladrillo.

Cada uno de los espacios recibía un nombre distinto, como la Sala del Mosaico, o la Sala de Burlas, con sus juegos de agua, donde mediante conductos colocados con disimulo se mojaba a los visitantes con una falsa y suave lluvia. Junto a ellas, la Gruta de Neptuno en cuyo interior se encontraba la Fuente de Neptuno llamada también Fuente Rústica por su decoración en forma de gruta que albergaba al Dios de las Aguas, acompañado por Venus y Diana.

Plano de Texeira (1656). Con el nº 117 aparece el "Dios de las Aguas".

Plano de Texeira (1656). A la izquierda, con el nº 117 aparece el «Dios de las Aguas».

La construcción fue reformada en el siglo XVII junto con el entorno del jardín, cuando además de bellas fuentes se instaló la estatua ecuestre de Felipe III realizada en bronce, que desde el siglo XIX adorna el centro de la Plaza Mayor.

interior1

Las Grutas en 2007

En el siglo XVIII sobre las Grutas se construyeron las viviendas para los empleados del Palacete, allí reposaban los jardineros y guardianes reales. Fue la época en que Juan de Villanueva se encargó de las obras de rehabilitación y consolidación del tejado y de sus bóvedas, deterioradas por filtraciones de agua.

Bóveda

Bóveda

Entre 1808 y 1813, José I, el rey francés, temeroso de un atentado, y quizá temeroso de todo, en lugar de residir en Palacio se alojó en el antiguo palacete de los Vargas, dicen que con su amante, y desalojó a todos los inquilinos de las casas cercanas, pero como no se fiaba de nadie acabó ordenando el derribo de dichas viviendas. Quizá fue entonces cuando parte de la galería se desplomó.

Durante años, las numerosas obras lógicamente han hecho aflorar restos de antiguas construcciones; ahora parece que se han hallado restos de las conducciones que transportaban el agua que provocaba las bromas de agua que asombraban y divertían a los visitantes.

Exterior de las Grutas en 2008

Exterior de las Grutas en 2008

Sorprendentemente, una parte importante de la Galería ha conseguido ir sobreviviendo a las continuas vicisitudes que ha sufrido a lo largo de sus más de cuatro siglos de vida. Desde Felipe II hasta hoy día, monarcas, gustos artísticos, guerras, invasiones, agresivas obras a su alrededor se han ido sucediendo, una parte de este edificio lo ha soportado todo y ha llegado a nuestros días. Ahora parece que por fin va a recibir cuidados y atención especiales.

De momento, la “consolidación estructural y adecuación de la Grutas junto al Palacio de los Vargas” es uno de los 269 proyectos del “Plan Estatal de Inversión Local” en marcha.

En cuanto al futuro propuesto en el expediente de incoación para la catalogación como BIC, las Grutas Renacentistas tendrían un uso cultural-museológico ligado preferentemente a hechos o actividades relacionados con el Sitio Histórico.

Por Mercedes Gómez

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Bibliografía:
VVAA. “La Casa de Campo. Más de un millón de años de historia.
Lundwerg- Ayuntamiento de Madrid. Madrid 2003.
ARIZA, C. – MASATS, O. “Jardines de Madrid”, Lundwerg 2001
GOMEZ, Mercedes. “Las Grutas del Jardín de Felipe II”. Revista Asociación Amigos del Foro Cultural de Madrid, nº 4, Primavera 2007. Pág. 4-5.

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