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Reseña Histórica

La tradición cuenta que San Isidro hizo brotar milagrosamente una fuente al golpear el suelo mientras araba. Sobre ese lugar en 1528 se levantó una ermita dedicada al santo por mandato de la emperatriz doña Isabel, después de que el príncipe don Felipe hubiera recobrado la salud al beber agua de la fuente. Más tarde, en 1811 don Baltasar de Zúñiga marqués de Valero construyó la ermita actual sobre el ábside del Cementerio Sacramental de San Isidro.

En 1407 siendo Rey Juan II de Castilla, cuarto de la dinastía de los Trastámara, se construyó un Viaje de Agua que llegaba hasta la Fuente del Puente de Toledo después de regar las huertas de San Dámaso, según consta en los documentos.

A finales del siglo XVI en visita realizada a la ermita por los Jueces Apostólicos que instruían la causa de Isidro, el labrador madrileño, se dice lo siguiente:

En la ermita hay una ventana junto al suelo que fue abierta y se vio que de ella salía agua que corre encima de una fuente existente en el suelo y que es la Fuente de la cual testifican los testigos de la información que con sus aguas fueron sanados y sanan de diversas enfermedades.

Construido el Cementerio de San Isidro, el reglamento para la distribución de aguas, publicado en 1872, señala que los jardines de éste se riegan con el agua de dicho manantial que se extrae y eleva con una máquina situada frente a la Ermita del Santo Patrón.

Hoy día el agua de la Fuente procede del manantial, mejorada por la depuradora que instaló el Ayuntamiento de Madrid detrás de la Ermita.

Interior del Cementerio de San Isidro

Dentro del cementerio nos ha sido fácil encontrar varios pozos que posiblemente pertenezcan al viaje de agua. Algunos de estos pozos se están utilizando para recoger las aguas pluviales de la zona, las bocas de hombre son muy estrechas, son pozos de piedra muy antiguos, y la bajada es por medio de mechinales, o huecos en los hastiales del pozo.

Ya que el acceso al Viaje por el cementerio era difícil, hemos buscado por el alcantarillado de los alrededores.

Existe un pozo cercano que recoge un absorbedero, bajando por este pozo caminamos por una gatera unos 30 metros (sección 1,00 m x 0,50 m), dirección interior del Cementerio de San Justo. Recorrida esta distancia nos encontramos con un pozo oculto en muy malas condiciones, agrietado y con peligro de derrumbe. Dentro de este pozo y a tres metros de altura salen dos galerías pertenecientes al Viaje de Agua de San Isidro.

Una trae un pequeño hilo de agua perteneciente a las lluvias, la otra está totalmente seca. Las dos tienen la misma sección mencionada anteriormente (1,00 m x 0,50 m).

Pozo de acceso a las galerías del viaje.

Pozo oculto fisurado con acceso a las galerías del Viaje:

Desde el culatón del pozo oculto vemos las Galerías:

Allí, en las galerías del interior del cementerio, vistas desde el pozo oculto, se detecta falta de oxígeno en su recorrido.

Recorrido del Viaje de Agua

Siempre por galería, el viaje discurría por la calle de la Ermita del Santo, antigua calle Urraca, posteriormente Carrera de San Isidro.

Regaba las huertas de San Dámaso y seguía su recorrido por el Paseo de San Illán, antiguo Camino Bajo de San Isidro.

Bordeando la actual avenida del Manzanares pasaba cercano por los lavaderos del Puente de Toledo hasta llegar a la fuente del mismo nombre situada en la actual Plaza del Marqués de Vadillo.

Recorrido del viaje de agua situado en el plano del Madrid de 1866

Posiblemente el viaje tuviera un recorrido paralelo por la calle Quince de Mayo (antiguo Camino Alto de San Isidro).

Galería condenada por las obras del soterramiento de la M-30

El viaje continuaba por la calle Emperatriz Isabel hasta llegar a la Fuente de Toledo.

Debido a las obras de soterramiento de la M-30, a la altura del Puente de Toledo en septiembre del 2005 se descubrieron los antiguos lavaderos y algunos tramos del viaje de agua que con la mejora de la zona desaparecieron.

Actualmente del Viaje de la Fuente de San Isidro solo se conservan en buen estado las galerías interiores del cementerio, todo lo demás, por edificaciones, remodelaciones y porque no hay nadie que se preocupe de ello, está desapareciendo poco a poco.

Situación de los lavaderos encontrados en las obras en 2005

En el siguiente plano indicamos la situación de las fotos que a continuación muestran los restos de Lavaderos y galerías del Viaje de Agua hallados durante las obras de soterramiento de la M-30 en 2005.

Situación de las fotos mostradas a continuación.

Foto 1. Inicio obras año 2005.

Aparecen los Lavaderos y un tramo del Viaje Fuente de San Isidro.

Foto 2.

Foto 3.

Cartel indicativo del viaje:

Foto 4.

En la foto nº 5 asoma una galería del Viaje de Agua:

Foto 5.

La nº 6 nos muestra cómo durante los trabajos arqueológicos se descubrió el Lavadero:

Foto 6.

Foto 7. Restos hallados del Lavadero

Foto 8. Puente de Toledo 2005.

Foto 9. Año 2007.

Foto 10

Estado actual del zona:

Foto 11.

Finalmente, este es el aspecto actual de la zona del antiguo Camino Bajo de San Isidro:

Foto 12.

Por : Pedro Jareño y Mercedes Gómez

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La Parroquia de Nuestra Señora de Las Angustias está situada en la calle Rafael de Riego nº 16, en el barrio de Palos de Moguer, castizo distrito de Arganzuela. No es una iglesia famosa, ni está llena de valiosas obras de arte, pero tiene su interés, y un encanto especial para mí -allí me bautizaron-. Si os apetece, os invito a visitarla conmigo y conocer su historia.

Su origen es singular. La primera Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias fue construida en los comienzos del siglo XVIII en los Jardines del Buen Retiro, como Parroquia para los empleados y servidores del Palacio, dentro de las reformas emprendidas para transformar el barroco Jardín Ochavado en el Parterre al estilo francés que conocemos en la actualidad.

Las bonitas ermitas que jalonaban el Retiro poco a poco se habían convertido en lugares más relacionados con el ocio y las fiestas que con las celebraciones religiosas, por lo que el nuevo rey Felipe V ordenó la construcción de un templo donde se celebrara el culto.

Era una iglesia pequeña, de una sola nave rectangular, situada muy cerca del Estanque de las Campanillas, representada en alguno de los planos de la época, como el de Nicolás Chalmandrier realizado en torno al año 1761, o el de Espinosa de los Monteros, de 1769, donde aparece señalizada como La Parroquia.

nº 110 Iglesia de las Angustias. Plano de Chalmandrier (1761)

Era una de las llamadas parroquias exentas, que no dependían de la Diócesis sino del Patriarca de Indias. Era el caso de las capillas de Aranjuez, El Escorial, El Pardo, La Encarnación y otros Reales Sitios.

Hacia 1841 el Real Sitio del Buen Retiro fue reformado, incluida la zona del Parterre. La Iglesia desapareció y la Parroquia se trasladó a San Jerónimo el Real. La imagen de la Virgen de las Angustias estuvo un tiempo al parecer en una de las primeras capillas a la entrada, de allí pasó a la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, hasta 1887 en que dejó de ser Parroquia de Palacio y pasó a depender de la jurisdicción ordinaria.

En ese momento fue trasladada a la Capilla del Cementerio de San Nicolás, frente a la Calle del Sur -hoy de Méndez Álvaro-. El lugar no era el más adecuado para la imagen así que el Obispo cuanto antes intentó buscarle un nuevo emplazamiento. Se compró un solar cerca del Paseo de las Delicias, zona todavía sin urbanizar, -actual calle de Rafael de Riego- donde en 1889 se comenzó a construir una modesta capilla que quedaría enclavada entre las calles de Murcia y de Delicias.

Facundo Cañada (1900)

La Iglesia se comenzó a construir en este mismo lugar en 1924.

En 1931 fue adquirido otro solar, a espaldas del templo, con entrada por el Paseo de las Delicias, actual nº 27, que continúa existiendo y se comunica con la Iglesia atravesando un bonito y cuidado patio donde hoy algunos niños juegan mientras algunos feligreses charlan.

Como tantas iglesias, durante la guerra fue utilizada como almacén, tal como me cuenta el sacerdote de la Parroquia, y tanto la antigua capilla como la iglesia y otras dependencias sufrieron grandes daños.

Después de la guerra el templo fue reconstruido. En 1965 se construyeron los edificios parroquiales a ambos lados de la iglesia retranqueada a la que se accede tras cruzar una verja.

Su arquitectura inspirada en el primer barroco madrileño muestra una gran sencillez de líneas y decorativa, tanto en su exterior de dos cuerpos como en su interior.

Su planta es de cruz latina, con tres naves y crucero.

En el comienzo de la nave de la Epístola, a la derecha, se encuentra la sencilla pila bautismal.

Al final, tras una puerta una pequeña estancia guarda una Virgen el Pilar y una Piedad de Olot.

En la nave del Evangelio, en la cabecera existe una Capilla dedicada al Santísimo Sacramento. En el crucero, un retablo neo barroco.

El retablo mayor es de inspiración neoclásica formado por dos columnas de estuco decoradas al trampantojo, imitando jaspe verde, que acogen una hornacina donde se encuentra el grupo escultórico de Nuestra Señora de las Angustias. Lamentablemente, la antigua imagen procedente de la Capilla del Palacio del Buen Retiro que había sobrevivido a numerosos traslados, desapareció durante la guerra. La actual es una obra del escultor e imaginero valenciano José María Alcácer Guzmán.

La Virgen de las Angustias representa el mismo tema iconográfico que la más conocida escena de La Piedad, el momento en que la Virgen se queda sola con su Hijo muerto sobre sus rodillas y lo acoge en sus brazos.

Es la Virgen de las Angustias, imagen de una iglesia de barrio, el primero de mi vida, al que me ha encantado volver.

Por Mercedes Gómez

 

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Bibliografía:

A. Velasco Zazo. Recintos sagrados de Madrid. La Librería 2003.
P.F. García G. – A.F. Martínez C. Iglesias de Madrid. La Librería. 2006.
R. Amador de los Ríos. Los Jardines del Buen Retiro. La España Moderna, enero 1905. (Mº de Cultura).

El Palacio de Fomento, hoy sede del Ministerio de Medio Ambiente, que se asoma a la plaza del Emperador Carlos V, más conocida como glorieta de Atocha, es uno de los edificios más monumentales y emblemáticos de Madrid.

El Ministerio de Fomento, creado en 1856, fue instalado en el antiguo Convento de la Trinidad, en la calle de Atocha, hasta que en 1879 se decidió construir una sede propia ya que el viejo convento no reunía las condiciones necesarias para un organismo de este tipo.  El terreno finalmente elegido pertenecía al Real Jardín Botánico. Con el fin de separar el nuevo edificio del Jardín se abrió una nueva calle, la de Claudio Moyano.

Tras unos inicios llenos de avatares y cambios –de arquitectos, ministros del ramo, usos…- se hizo cargo del proyecto Ricardo Velázquez Bosco, quien para entonces ya había construido el Palacio de Velázquez, así llamado hoy en su honor, y el maravilloso Palacio de Cristal en el Retiro.

R. Velázquez Bosco (La Ilustración Española y Americana 8 oct. 1897) (BNE)

Dieciocho años después, las obras finalizaron; en 1897 comenzaron a trasladarse las oficinas ministeriales, aunque gran parte de la decoración fue realizada posteriormente.

Foto: J.Laurent (1903). Museo de Historia (memoriademadrid.es).

El gran conjunto escultórico obra de Agustín Querol, sobre el ático, no quedó instalado hasta 1905, a la par que finalizaba el cerramiento del solar con la verja de hierro fundido con columnas corintias y fustes rematados por bustos de la diosa Minerva. Como ya sabemos, gracias a nuestro paseo hace ya más de dos años en busca de La Gloria y los Caballos Alados originales, estas gigantescas esculturas de mármol han vivido una historia muy azarosa desde que fueron sustituidas por una copia en bronce que es la que actualmente corona el edificio.

La situación de los caballos alados o Pegasos no ha cambiado en este tiempo, el que se encuentra en el almacén de la calle del Áncora continúa al descubierto y muestra sus heridas, aunque me ha gustado comprobar que sigue ahí, mirando el cielo, cerca de nosotros.

Calle Ancora, noviembre 2011.

El de Legazpi, más amenazado por el tráfico a su alrededor, ha sido envuelto con empeño protector y muestra un extraño aspecto.

Legazpi, noviembre 2011

Volviendo a nuestro edificio protagonista, su planta es rectangular, con cuatro cuerpos de esquinas levemente salientes rematadas por cúpulas de pizarra, larga fachada y gran pórtico, características del gusto del arquitecto, ya utilizadas en el Pabellón de Velázquez.

Al igual que en todas sus obras, Velázquez Bosco cuidó hasta el último detalle, contando con los mejores artistas. La cerámica de Daniel Zuloaga, las esculturas de Querol, Ricardo Bellver, Ángel García Díaz, … Las estrellas de la decoración del edificio son sin duda la escultura, y el color proporcionado por el ladrillo de diferentes tonalidades, y sobre todo por la cerámica.

A ambos lados de la puerta se instalaron dos majestuosas Cariátides, obra de José Alcoverro, que representan a la Industria y al Comercio, y que sustentan el balcón. Sobre ella, ocho columnas y un escudo de mármol esculpido por Bellver.

A principios del siglo XX las obras continuaban… Hubo que construir una chimenea para la salida de humos de la calefacción, y el arquitecto la diseñó y realizó en ladrillo con gran diversidad de bellos elementos decorativos.

Las cornisas, repisas, impostas y pilastras de la fachada se construyeron en piedra de Novelda, muy poco resistente a algunas agresiones. Entonces aún circulaban los carros por las calles madrileñas, y nadie pudo imaginar hasta qué punto la contaminación que se avecinaba podría destruir esta delicada piedra blanca con el paso de los años. Las columnas tuvieron que ser sustituidas, y las primitivas se encuentran en otros lugares de la ciudad, por ejemplo en el Jardín del Palacio de Buenavista hay dos de ellas.

Jardín del Palacio de Buenavista

El pasado doce de octubre, en una festiva Jornada de Puertas Abiertas en muchos edificios y museos de Madrid, por fin traspasamos la espléndida puerta de entrada, que conserva el sello de su constructor, Gabriel Asins, y pudimos acceder al lujoso zaguán, antesala de la bellísima escalera construida en mármol italiano, excepto el zócalo que procede de las canteras del pueblo madrileño de Robledo de Chavela.

Llega únicamente hasta la planta principal y desgraciadamente hoy día no recibe la luz suficiente para apreciar toda su belleza, ya que sus ventanales fueron cegados al construirse nuevos despachos por necesidades de espacio, aún así su contemplación, deslumbra.

Fue diseñada por el propio arquitecto y decorada con pinturas de los artistas madrileños Alejandro Ferrant y Manuel Domínguez, igualmente terminadas en 1905. Ferrant pintó la bóveda y Domínguez las lunetas. Las enjutas de los arcos están formadas por esculturas de García Díaz.

Frente al acceso a la planta principal se encuentra el que fuera  el Gran Salón de Recepciones, decorado en origen de forma muy suntuosa. En los años 50 del pasado siglo XX fue muy transformado, hoy día únicamente conserva algunos restos de las columnas primitivas, recibe el nombre de Sala de Micrófonos y se utiliza como Sala de Juntas. Sus balcones se asoman a la glorieta de Atocha.

La escalera imperial está situada entre los dos patios o lucernarios con cubiertas de hierro y cristal en torno a los cuales se ordena el edificio.

Galería de Retratos

Como casi todos los elementos de hierro, las cubiertas fueron realizadas en los Altos Hornos de Bilbao y montadas en los talleres madrileños de Industrias González.

Sus fachadas, al igual que las galerías, presentan la misma decoración que la fachada exterior. Todo en este edificio es armónico, tanto en su exterior como  interior.

Existen otras dos escaleras de servicio general, construidas en hierro y madera, muy bonitas. Las piezas de fundición fueron realizadas en Industrias González.

Finalizado el edificio, se construyó un bello Jardín a su alrededor, que aún se conserva, siendo de interés histórico-artístico.

por Mercedes Gómez

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Bibliografía:

Juan Carlos Arbex. El Palacio de Fomento. Mº de Agricultura, Pesca y Alimentación. Madrid 1988.

Ricardo Velázquez Bosco

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Cuando hace ya más de un año y medio visitamos el Casino de la Reina, antiguo Sitio Real, hoy convertido en un bonito parque, una de las cosas que llamó nuestra atención fue una casita de ladrillo, muy modesta, pero encantadora, uno de los escasos elementos que nos recordaban el pasado del lugar. Desaparecidos los lujosos Caprichos, fuentes, grutas, ría y puentecillos, nos sorprendía esta sencilla construcción junto a la puerta principal.

marzo 2009

En aquella primavera de 2009 estaba tapiada, para protegerla, y marcada por los grafitis, hoy es un placer verla convertida en un acogedor quiosco a la antigua usanza, de gran tradición en Madrid, pero con moderno espíritu, donde podemos hacer un alto en el camino, descansar, conversar, y comer y beber cosas ricas, el Quiosco de la Reina.

Los promotores de este quiosco lo han recuperado y lo han convertido en un lugar muy agradable que os invito a visitar.

Además han querido dar a conocer la historia del lugar, utilizando en su web parte del artículo publicado en este blog, lo cual les agradezco.

Como lo normal es comprobar cómo este tipo de cosas desaparecen, me parece una buena noticia que esta pequeña casita junto al antiguo Portillo de Embajadores se haya convertido en un agradable quiosco con su terracita.

noviembre 2011

En este tiempo otoñal y durante el invierno solo abrirá los fines de semana, pero los madrileños sabremos aprovecharlo muy bien,

¿os apetece, nos tomamos algo?.

Por Mercedes Gómez

Esta mañana, por casualidad, he visitado una exposición que no estaba prevista, La Caballería Roja, en La Casa Encendida.

Ha sido una gratísima sorpresa, un complemento inesperado a la visita de ayer a la exposición El Hermitage en el Prado. Ha sido como asistir a un asombroso “capítulo siguiente”. Tras contemplar la inmensa riqueza de los Zares, aquí podemos vivir el proceso de revolución social y cultural que tuvo lugar en la Rusia de 1917, y su gran repercusión, en todo el mundo, en la vida y en el arte.

La pequeña muestra, -nada que ver con el lujo, el oro y las joyas que podemos admirar en el Prado-, entre otras cosas nos propone una interesante reflexión sobre el papel del arte en la sociedad, en todas sus formas, pintura, literatura, cine, música, teatro… y la postura que pueden adoptar los artistas ante una situación de cambio radical.

La exposición narra la época que transcurre desde la marcha de la primera Caballería Roja en la Guerra Civil rusa tras las Revolución bolchevique hasta su intervención en la Segunda Guerra Mundial en los años 40. El título también se debe a dos obras, el libro de relatos de Isaak Bábel y una pintura de Kazemir Malévich, que nos recibe.

La Caballería Roja. Malévich, 1930 (Museo Estatal Ruso)

El relato, que cambió la historia, es duro,  “…las balas baten la tierra…”, dice Bábel, pero también bello, y muy interesante.

La primera gran sorpresa, al fondo de la sala, es un precioso dibujo de uno de los famosos Violinistas de mi admirado Marc Chagall, en este caso realizado sobre una sencilla página de cuaderno, a lápiz, gouache y acuarela, en ese dramático año de 1917.

El Violinista. Marc Chagall, 1917.

Comentaba ayer que una de las pinturas más atractivas en la exposición del Hermitage en el Prado era una obra de Kandinsky, un espectacular óleo sobre lienzo de 1,94 x 3 metros, pintada por el gran artista en 1913, cuatro años antes de la revolución. Su título: Composición VI.

Foto: El País

Junto al dibujo de Chagall, en la pequeña sala de la Casa Encendida, hay no una sino dos sugerentes pinturas de este artista. La primera obra, Del sur, también de 1917, llegada desde la Galería estatal de Pintura de Astraján, P.M. Dogadin. Y los Círculos sobre negro, pintados en 1921, obra procedente del Museo Guggenheim de Nueva York.

Círculos sobre negro. Kandinsky, 1921.

Una hojita informativa que recogemos a la entrada nos plantea: qué vemos, qué sentimos, de qué podría estar hablando Kandinsky…

Vasily Kandinsky, como únicamente pueden lograr los genios, creó un nuevo lenguaje pictórico, experimentando con las formas y los colores. Investigó, y escribió sobre la teoría del arte, es sin duda uno de los grandes. Ahora tres cuadros nuevos en Madrid, nos ofrecen la posibilidad de ver, sentir y escuchar su arte abstracto. Solo hay que dejarse llevar.

Por Mercedes Gómez

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La Caballería Roja. Creación y poder en la Rusia soviética de 1917 a 1945
La Casa Encendida
Ronda de Valencia,2
Hasta el 15 de enero de 2012.

El pasado sábado, una vez más, volví al Museo del Prado. Disfruté de una visita guiada a través de una pequeña selección de obras maestras, entre tantas que atesora. Fue un paseo encantador, durante el cual además de contemplar bellas pinturas pude aprender cosas nuevas y bonitas, espero que os gusten también a vosotros.

Comenzó la visita frente al Jardín de las Delicias o Pintura del Madroño, de El Bosco, una de las grandes obras de todos los tiempos sin duda, pintada en los primeros años del siglo XVI, un óleo sobre tabla de la Escuela Flamenca. No es la primera vez que hablo aquí de esta pintura, pero tal vez sea un buen momento para repetir, ya que estamos en otoño y volvemos a vivir el Tiempo de madroños. De camino al museo podemos comprobar cómo a lo largo de todo el Paseo los numerosos madroñeros han comenzado a dar sus frutos.

El cuadro es un tríptico, que se expone abierto, con las escenas del Paraíso, el Pecado y el Infierno. Cerrada, la obra representa el final del tercer día de la Creación del mundo, pintada en grisalla, técnica de pintura al óleo monocroma. Las imágenes de las dos hojas que cierran el tríptico se pueden atisbar si te asomas con cuidado.

En 1593 la obra fue trasladada al Escorial por Felipe II, en cuyo inventario aparece con el nombre de Pintura del Madroño. La denominación de Jardín de las Delicias es posterior, según nos comentan. Es una pintura llena de detalles, extraña para su tiempo, y precursora del Surrealismo que tardaría siglos en llegar.

Continuando nuestro paseo por las salas dedicadas a la Escuela Flamenca, la segunda obra que contemplamos es El paso de la laguna Estigia, de Joachim Patinir (1520-1524), de tema mitológico. Nuevamente el Bien y el Mal, el Paraíso y el Infierno, y un paisaje de hermosos colores azules y verdes.

La tercera obra elegida es El Descendimiento, de Van der Weyden, pintada antes que las anteriores, hacia 1435. Sus figuras son de una perfección asombrosa, enmarcadas en tracerías, elementos típicos del arte gótico. Destacan los colores de los trajes, sobre todo uno de ellos en lapislázuli, que en aquellos momentos del siglo XV era el pigmento más caro.

Alberto Durero, de la Escuela Alemana, pintó a Adán y a Eva (1507) sobre un difícil y brillante fondo negro. Como casi todos los pintores, Durero dibujaba antes de pintar. Ambas figuras son magistrales, mostrando la belleza de los cuerpos jóvenes «antes del pecado», la figura de Adán, mucho más dibujada que la de Eva que, más pintada, expresa más delicadeza. Recientemente restaurados, los dos cuadros lucen en todo su esplendor.

Seguimos en el siglo XVI, pero abandonamos la pintura sobre tabla para pasar al lienzo. El cuadro elegido es Dánae recibiendo la lluvia de oro (1653), de Tiziano, de la Escuela Italiana. Nos cuenta el mito de Dánae y Zeus, representado por esa lluvia de oro, de fuerte carga erótica, como algunos de los cuadros que ya hemos contemplado. Hay que tener en cuenta que se trata de pinturas creadas no para ser expuestas, como sucede hoy día, sino para el disfrute privado del rey Felipe II.

Pasamos a las salas dedicadas a El Greco, cuya pintura, tan moderna para su tiempo, fue quizá incomprendida por muchos. Contemplamos la famosa El caballero de la mano en el pecho, aunque la magnífica Guía llama nuestra atención sobre una pequeña obra maestra, la Fábula, ambas realizadas en 1580. La Fábula representa de manera perfecta la luz que ilumina el rostro del pícaro.

Y llegamos al siglo XVII, a la Escuela Española, al gran y fascinante Diego Velázquez. Como decíamos, la mayoría de los artistas primero dibujaban, Velázquez pintaba.

Nos detenemos ante La Fragua de Vulcano, obra de tema mitológico del año 1630. Y, por fin, Las Meninas o La familia de Felipe IV, realizada en 1656. Obra de gran complejidad, que entre otras cosas buscaba dar a la Pintura un valor intelectual además del manual que tenía por entonces.

Termina la visita en las salas dedicadas a Francisco de Goya. La maja desnuda, pintada en los últimos años del siglo XVIII, con su gama de verdes, el color con más matices para la vista humana al parecer, y La familia de Carlos IV, de 1800.

Esta es una de las posibles visitas, pero las posibilidades son infinitas, el Museo del Prado, siempre a nuestra disposición, nos permite contemplar grandes obras de grandes autores siempre que lo deseemos. La entrada a la Colección permanente es gratuita de martes a sábado desde las 18:00 hasta las 20:00 horas y el domingo de 17:00 a 20:00 horas.

A partir de mañana martes día 8, durante más de cuatro meses, además podremos admirar las obras de otro de los grandes museos del mundo, el Hermitage de San Petersburgo.

Ya está preparada la gran exposición El Hermitage en el Prado, con ciento setenta obras que abarcan desde el siglo V a. de C. hasta el siglo XX. Se trata de una muestra excepcional. Las grandes obras del Museo fundado por los Zares rusos llegan al Museo del Prado para mostrarse junto a nuestras obras maestras, muchas de ellas pertenecientes a las Colecciones de la Monarquía Hispánica. Una maravilla.

Por Mercedes Gómez

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Fuente e imágenes : Museo del Prado

La Iglesia del antiguo Monasterio de San Jerónimo el Real, hoy Parroquia de Los Jerónimos, es importante por muchos motivos. Su historia, su arquitectura… Aunque muy reformada, es uno de los escasos ejemplos de arte gótico de nuestra ciudad, además de uno de los pocos elementos que perviven del antiguo Palacio del Buen Retiro, junto con el Salón de Reinos y el Casón del Buen Retiro. También por la cantidad de obras de arte que atesora, de todo tipo y de diversas épocas.

El pasado mes de junio reabrió sus puertas, tras cerca de un año cerrada por obras de restauración. En el interior, que ha sido objeto de una gran reforma, el cambio más llamativo es el que ha tenido lugar en el altar mayor, donde se ha situado el cuadro La última Comunión de San Jerónimo, obra de Rafael Tegeo, hasta entonces en el crucero, a la izquierda de la nave, donde a su vez se ha situado el retablo de José Méndez, antes en el altar, ambas obras del siglo XIX. Pero no el único.

Merece la pena visitar las diez capillas laterales que han sido igualmente restauradas y reformadas y ofrecen un nuevo aliciente, ocho magníficas pinturas cedidas por el Museo del Prado, obras religiosas realizadas por algunos de los mejores artistas del Barroco madrileño.

El término Barroco generalmente se refiere a un estilo artístico, pero también representó un estilo de vida, muy marcado en Madrid debido a su condición de sede de la Corte, de la Monarquía Católica. Una de sus características era la gran exaltación de lo religioso, apreciable en todas las artes, sobre todo la escultura, pero también en la pintura.

Iniciamos nuestra visita por el lado de la Epístola, a la derecha de la nave central. En la segunda capilla se inaugura esta pequeña pero valiosa exposición con un cuadro de Antonio de Pereda, firmado y fechado en 1664, San Francisco de Asís en la Porciúncula, que representa una escena en la que la Virgen y el Niño se aparecen al santo.

Antes de continuar admirando los cuadros cedidos por el Prado, la tercera capilla nos depara una sorpresa. Durante los trabajos de restauración de los muros han aparecido una serie de pinturas al fresco, tras varios siglos ocultas, igualmente de temática religiosa y datadas en el siglo XVII.

En la siguiente, San Jerónimo penitente, de Alonso Cano, que fue Pintor de Cámara, nombrado por el valido de Felipe IV, el Conde Duque de Olivares. Esta obra es posterior, pintada hacia 1660, la última época del singular artista.

La última capilla en este lado derecho acoge La Virgen con el Niño en un trono con ángeles (1661), de Jerónimo Jacinto Espinosa, único artista del grupo que no trabajó en la Corte de los Austrias, sino en Valencia.

Cruzamos al lado del Evangelio, y encontramos otra pintura de Pereda, La Inmaculada Concepción, de 1636.

Después, La Huida a Egipto, pintada hacia 1670 por José Moreno.

En la octava capilla, se ha instalado una pintura de Juan Carreño de Miranda, gran representante del espíritu barroco madrileño, pintor en la Corte de Felipe IV. Ya en época de Carlos II, en 1669 obtuvo el cargo de Pintor del rey, y como tal firma la obra que podemos admirar aquí, Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, de 1674.

Finalmente, en la última capilla a la izquierda de la nave central, la Adoración de los pastores, de Francisco Ricci, el otro gran autor de la Escuela Barroca madrileña de la 2ª mitad del siglo XVII, Pintor del rey con anterioridad a Carreño.

Es un placer y un lujo poder contemplar estos cuadros instalados en este bellísimo templo, bajo la impresionante bóveda gótica, complemento perfecto a la visita al vecino Museo del Prado, donde estos y otros pintores de la Corte barroca exhiben sus obras en varias salas de la primera planta del incomparable edificio Villanueva, alrededor de las dedicadas al gran maestro de nuestro Siglo de Oro, Diego Velázquez.

Por Mercedes Gómez

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Fuentes:

San Jerónimo el Real

El País

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