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La Real Academia Española nació el día 3 de agosto 6 de julio de 1713 en la plaza de las Descalzas, frente al Monasterio Real, en la desaparecida casa-palacio de don Juan Manuel Fernández Pacheco, Marqués de Villena. Allí, frente a los antiquísimos muros de ladrillo y pedernal, ese día se celebró la primera sesión, recogida en el primer libro de actas de la institución, iniciado el 3 de agosto.

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Juan Manuel había nacido el año 1650 cerca de Pamplona, ciudad a la que se dirigían sus padres donde el VII Marqués de Villena, su padre, iba a tomar posesión del cargo de Virrey de Navarra. Pero primero su madre, y poco después su padre, murieron siendo él aún muy pequeño así que el niño creció bajo el cuidado de su tío Juan Francisco Pacheco, obispo de Cuenca, en cuyo ambiente adquirió el gusto por los libros, la literatura, el aprendizaje de las lenguas clásicas y modernas, y las ciencias. Heredó varios títulos nobiliarios, entre ellos el de marqués de Villena, duque de Escalona y marqués de Moya. En 1674 se casó con doña María Josefa de Benavides Silva y tuvieron tres hijos. Ella murió muy joven, en 1692 a la edad de 30 años.

Él no se volvió a casar y tuvo una vida azarosa, como militar y como político, acaparando cargos, batallas y al final incluso un encarcelamiento. Llegó a ser un personaje importante de la época, Virrey de Navarra, Aragón y Cataluña. Fiel al nuevo rey Felipe V, fue nombrado Virrey de Nápoles. De vuelta a España, en 1711 el rey le nombró Mayordomo Mayor, a la vez que le liberaba del cumplimiento de sus obligaciones con el fin de que pudiera dedicarse a sus estudios y tareas literarias.

Retrato de J.M. Fernández Pacheco h. 1712 (BNE)

Retrato de J.M. Fernández Pacheco h. 1712 (BNE)

Dos años después, a la edad de 63 años, el 6 de julio de 1713 fue nombrado primer Director de la Real Academia. Como decíamos al principio, menos de un mes después se celebró la primera sesión oficial.

Falleció en 1725 y le sucedieron otros tres directores de su misma familia, su hijo Mercurio y sus nietos, hijos de éste, Juan Pablo y Andrés.

Desgraciadamente no he podido encontrar apenas información sobre el Palacio del Marqués de Villena, y la poca localizada me ha resultado confusa. Lo que sigue está basado sobre todo en la Planimetría General de Madrid, cuyos planos fueron realizados en 1750, y un lento y tranquilo paseo alrededor de la plaza y de la manzana 393, que empieza a numerarse por la calle de los Capellanes (hoy Maestro Victoria), baja por la del Arenal, sube por la de Bordadores (actual San Martín), y vuelve por la plaza de las Descalzas.

Planimetria Gral. Manzana 393

Planimetria Gral. Manzana 393 (en rojo, sitio nº 5)

En la casa nº 7 que había sido de María de Pisa, unida a las Descalzas por un pasadizo volado, ese mismo año de 1713 comenzaron las obras para la instalación del Monte de Piedad que había sido fundado por el Padre Piquer once años antes.

Mediado el siglo XVIII, como nos muestra la Planimetría, el edificio que era propiedad de su Majestad, servía de uso del Monte de Piedad de las Ánimas del Purgatorio, que instituyó don Francisco Piquer, capellán que fue del monasterio. La nº 1 pertenecía al duque de Arcos y Maqueda, y la nº 2 al conde de Torrubia, ambas con fachada a la calle del Arenal. El estrecho sitio nº 6 era propiedad de las Descalzas Reales.

Lindando con todas ellas, en el nº 5 tuvo su Palacio el fundador de la Real Academia, Juan Manuel Fernández Pacheco. En la Planimetría aparece como propietaria la Marquesa de Villena, ¿quizá Mª Ana XI marquesa de Villena que había nacido en 1727 hija de Andrés, nieto de nuestro protagonista?.

En él venía teniendo lugar una de las tertulias que a finales del siglo XVII se habían puesto de moda entre los nobles y que fueron el origen de las Reales Academias, junto a los modelos de otras ya existentes en Francia e Italia. Allí hablaban de Filosofía, Literatura, Medicina… construyendo ese nuevo Madrid ilustrado de la recién instaurada dinastía de los Borbones.

El Marqués de Villena desde sus inicios prestó su casa de la plaza de las Descalzas Reales para sede de la Academia. La casa del marqués debía de tener su entrada por la calle de San Martín, entonces aún llamada calle de Bordadores –la vía cruzaba la del Arenal y subía hasta las Descalzas–, frente al Convento de San Martín, situado en el solar donde hoy se levanta la Casa de las Alhajas, a un paso de la iglesia de San Ginés.

Vista del Convento de las Descalzas Reales. Minguet, 1758. Museo de Historia (memoriademadrid.es)

Vista del Convento de las Descalzas Reales desde la calle de Bordadores. Minguet, 1758. Museo de Historia (memoriademadrid.es)

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Vista del Convento de las Descalzas Reales desde la calle de San Martín, antes Bordadores (2013)

Posteriormente el lugar pasó a ser ocupado por la Caja de Ahorros creada en 1838 y fusionada con el Monte de Piedad en 1869. En el siglo XIX la zona sufrió muchos cambios, y los edificios sucesivas reformas y ampliaciones.

En fotografías de los primeros años del siglo XX podemos contemplar la antigua construcción.

Caja de Ahorros 1920-1925 (memoriademadrid.es)

Caja de Ahorros 1920-1925 (memoriademadrid.es)

Finalmente, derribados los antiguos inmuebles, en los años 70 del pasado siglo XX se construyó el edificio actual, al menos inapropiado para una plaza histórica como la de las Descalzas. Es la sede central de la que hasta hace poco ha sido la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid la cual conserva escasos recuerdos del pasado.

El más llamativo, aunque no en su lugar original, la puerta de la antigua Capilla del Monte de Piedad, obra de Pedro de Ribera de 1733, según indica una inscripción en la piedra de la propia obra. Fue por entonces cuando se abrió puerta a la calle para dicha capilla hasta entonces privada (la podemos ver un poco más arriba, en el grabado de Marquet), gracias al empeño del Padre Piquer, en la fachada del primer edificio del Monte de Piedad, junto a la puerta principal, hoy perdida.

Manzana 393, actualmente

Manzana 393, actualmente

En la fachada que da a la calle de San Martín hoy hay otra puerta un poco misteriosa con una inscripción en letras doradas y el símbolo de la Virgen de las Ánimas bajo cuya advocación estaba la institución.

Es la entrada a la Capilla de Nuestra Señora de las Ánimas del Monte de Piedad.

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Aunque no está ubicada en el mismo lugar que el Oratorio original, o sea en el primer edificio del Monte de Piedad, esta desconocida iglesia que como decíamos el Padre Piquer consiguió fuera de culto público a pesar de la proximidad de San Ginés (que no quería perder las limosnas de los feligreses del barrio), conserva algunos elementos de la primera Capilla de la Casa Real de Nuestra Señora del Sacro Monte de Piedad.

Normalmente casi oculta por los automóviles aparcados y los contenedores de basura, es de uso privado de la Compañía bancaria, aunque alguna Navidad ha abierto sus puertas al público mostrando su bonito Belén.

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Calle de San Martín

En el vestíbulo de entrada hay dos lápidas dedicadas a la memoria del Marqués viudo de Pontejos, fundador de la Caja de Ahorros de Madrid, y a la del Padre Piquer, fundador del Monte de Piedad, cuyos restos “fueron trasladados a este lugar en día 4 de mayo de 1971 desde la antigua capilla de la institución”.

iglesia

A la derecha del altar moderno se guarda la antigua imagen de Nuestra Señora de las Ánimas del Monte de Piedad.

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Nuestra Señora de las Ánimas del Monte de Piedad

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Además de los citados sepulcros y de la delicada imagen de la virgen se conservan diversos objetos litúrgicos de la capilla primitiva, y alguna pintura del siglo XVIII.

Anónimo siglo XVII. Adoración de los Reyes Magos.

Anónimo siglo XVIII. Adoración de los Reyes Magos.

Volviendo por un momento al pasado recordemos que en 1754 la Academia aquí cobijada consiguió casa propia, una habitación en la Real Casa del Tesoro cedida por el Rey Fernando VI. En 1793 el rey Carlos IV concedió la casa de la calle de Valverde 22, donde hoy se encuentra la Real Academia de Ciencias Exactas. Allí permaneció hasta que consiguió su propio edificio, el actual de la calle de Felipe IV, que ocupa desde 1894.

Hoy, en la fachada de la plaza de las Descalzas del edificio construido sobre los terrenos antaño ocupados por palacios, luego por el Monte de Piedad y la Caja de Ahorros, próxima a la esquina de la calle de San Martín, hay una lápida instalada en 1990 por la institución bancaria con la imagen del Marqués de Villena, fundador de la Real Academia Española.

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Y una inscripción que nos recuerda que en este lugar se encontraba su Palacio, en el que la Real Academia Española celebró sus primeras reuniones, hace 300 años.

por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

Real Academia Española

Discurso de Rafael Alvarado Ballester de la Real Academia Española con motivo del XXV aniversario del I.E.S. Marqués de Villena de Marcilla (Navarra) el 4 de abril de 1992.

Mª Teresa Muñoz Serrulla. Francisco Piquer y la creación del Monte de Piedad de Madrid, (1702-1739): moneda, espiritualidad y su proyección en Indias. UCM, Madrid 2004.

Continuando con nuestras visitas a las Reales Academias, hoy tengo el placer de invitaros a conocer la sede de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Gracias a la institución y sobre todo a Juan Carlos Caro, de la Secretaría General, quien desde el primer momento se mostró dispuesto a mostrarnos los rincones y obras de arte del edificio y contarnos su historia.

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El origen de la Academia de Ciencias se remonta al siglo XVI, cuando Felipe II creó la primera Academia de Matemáticas, impulsada por Juan de Herrera. El encargado de ponerla en marcha en el año 1582, bajo la dirección de Herrera, fue el profesor Juan Bautista Lavanha, Cartógrafo Mayor de la Corona, a quien conocemos por ser el cartógrafo para quien comenzaron a trabajar Pedro Texeira y su hermano Joao a su llegada a Madrid. En 1591 Lavanha, después de ser nombrado Cosmógrafo y Cronista Mayor de Portugal, abandonó la Academia.

A lo largo del siglo XVII las academias que fueron surgiendo se convirtieron en centro de la actividad científica, consolidándose en el siglo siguiente. Recordemos que en 1734 se fundó la Real Academia de Medicina y Ciencias Naturales.

Por fin, después de varios intentos y dificultades, en 1847 Isabel II fundó la Academia de Ciencias, independiente de las disciplinas médicas. En esta ocasión el promotor fue el Ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas don Mariano Roca de Togores, marqués de Molins.

Su objetivo es velar por el estudio y cultivo de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que tan poderosamente influyen en la industria y prosperidad de las naciones, como se afirmaba en las primeras líneas de la exposición del Real Decreto de creación de fecha 25 de febrero.

Hasta llegar a tener su propia sede, amplia y confortable, la historia de esta Academia ha sido bastante azarosa. En un primer momento, se instaló en un local alquilado junto a la plaza del Celenque. Su situación económica no era buena, solo gracias a la cesión por parte del Gobierno en 1849 pudieron mudarse a un local en el antiguo Convento de la Trinidad, donde estuvieron alrededor de cinco años. En 1854 encontraron acomodo en la Biblioteca de la Cátedra de Historia Natural en la Universidad, hasta 1866 en que se fueron a la Torre de los Lujanes.

Por fin en 1893 consiguieron la cesión del local de la calle de Valverde que pronto iba a abandonar la Academia de la Lengua para trasladarse a su nuevo edificio en la calle de Felipe IV.

El edificio clasicista había sido construido en 1794 por el arquitecto Juan Antonio Cuervo para albergar la Real Academia Española. Cien años después, el 30 de marzo de 1894, fue ocupado por la Real Academia de Ciencias, que allí continúa.

En 1920 fue ampliado con la compra de un solar contiguo, el actual nº 24.

Calle Valverde 24-26.

Prácticamente destruido durante la guerra civil, en 1942 se inició la reconstrucción que finalizó en 1949 llevada a cabo por el arquitecto Antonio Rubio Marín.

En el vestíbulo hay dos esculturas de mármol que representan a dos de nuestros científicos más sobresalientes. Ambos obtuvieron el Premio Nobel. A la izquierda el busto de don Santiago Ramón y Cajal -Premio en Fisiología y Medicina, en 1906-, obra del escultor Victorio Macho. A la derecha, don José Echegaray -ingeniero y matemático que sin embargo en 1904 obtuvo el Premio de Literatura-, de Federico Coullaut Valera.

J. Echegaray (autor: F. Coullaut Valera)

Desde el vestíbulo accedemos al Salón de Actos solemnes, presidido por la imagen de la reina Isabel II, representada junto al escudo de la Academia. Se trata de una pintura de José Galofré y Coma, propiedad del Museo del Prado.

A ambos lados del salón hay unas bonitas vidrieras de la Casa Maumejean.

Por la escalera de la izquierda accedemos al Salón de Académicos, o Salón de Pasos, así llamado por ser el lugar que atraviesan para dirigirse al Salón de Actos. En esta estancia se encuentran obras de arte y objetos de mucho valor. Llama la atención la máquina de calcular el logaritmo de una suma desarrollada por Leonardo Torres Quevedo -también llamada husillo sin fin-, de quien también se conserva aquí un busto en bronce. Torres Quevedo fue además de ingeniero y matemático, un gran inventor.

Una vitrina guarda entre otras cosas el Diploma de Premio Nobel de José Echegaray.

Y la pared frente a la puerta de entrada está adornada por tres bellos cartones para tapices igualmente cedidos por el Prado, elaborados por notables artistas del siglo XVIII: Mozas tocando el pandero de Ramón Bayeu, Cazadores merendando de José del Castillo, y Pescador tendiendo redes de Zacarías González Velázquez.

Cazadores merendando (autor: José del Castillo)

En el pasillo de la planta noble hay también diversas pinturas donadas por académicos o sus familias a lo largo de los años. Entre ellas el retrato de Echegaray, durante un tiempo atribuido a Sorolla, aunque recientemente se ha comprobado que su autor es Antonio Salas. En el despacho del Presidente, otro retrato de Isabel II, obra de Federico Madrazo, etc.

Continuamos en la primera planta cuyas dependencias guardan objetos muy interesantes y bonitos, como el antiguo sello de la Academia.

En fin, en el despacho del Secretario se halla una fotografía de Albert Einstein firmada por él mismo que recuerda la visita del científico a la entidad en 1923.

La antigua Sala de Juntas acogía a los 36 académicos que en sus comienzos formaban parte de la institución. De sus paredes cuelgan los retratos de todos los presidentes de la Academia desde su fundación hasta hoy, algunos de ellos pintados por artistas de renombre. Es curioso comprobar, como nos indica nuestro guía, la evolución de los estilos pictóricos reflejados en las diferentes obras a lo largo de los años.

Esta Sala ya no se utiliza para las reuniones semanales, fue necesario sustituirla por una más grande al aumentar el número de académicos, que ahora asciende a 54. La nueva Sala de Juntas o Salón de Plenos se encuentra igualmente en la primera planta, donde antes se hallaba parte de la Biblioteca; es muy confortable y moderna, de momento sus paredes están a la espera de poder ser decoradas acaso con otras pinturas cedidas por el Museo del Prado.

Volvemos a la planta baja, donde junto a la sala de Conferencias continúa parte de la Biblioteca cuyos armarios guardan los libros más antiguos, los ejemplares de los siglos XV al XVIII. El resto de volúmenes se colocaron en la Sala de Lectura en el sótano.

La Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales es una institución abierta a la sociedad.

Actualmente, hasta el 29 de marzo, en el vestíbulo y la biblioteca de la planta baja se puede visitar una exposición dedicada a Nikola Tesla, importante científico serbio que investigó el mundo de la electricidad, inspirador de libros y personaje de película. Es una gran oportunidad para aproximarse al mundo científico:

El maravilloso mundo de la electricidad de Nikola Tesla

La Academia también ofrece el VIII Ciclo de conferencias de divulgación científica: Ciencia para todos.

Finalmente, si estáis interesados en conocer su sede, la RAC no admite visitas individuales al edificio, pero sí colectivas, para grupos a partir de 10 personas.

Por Mercedes Gómez

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Otras Reales Academias visitadas:

Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Real Academia de Farmacia.
Real Academia de Ingeniería
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Real Academia Nacional de Medicina.

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Bibliografía:

Carlos Sánchez del Río. La sede de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. RAC, Madrid 2006.

VVAA. La Real Academia de Ciencias 1582-1995.  RAC, Madrid 1995.

Continuando con nuestras visitas a las Reales Academias, hoy tengo el placer de invitaros a conocer la Real Academia Nacional de Medicina, muy importante sin duda, ya que vela por una de las ciencias que más influyen en nuestra calidad de vida.

Agradezco a la institución y sobre todo a Almudena Ramírez, de la Fundación Real Academia de Medicina, su amabilidad y el entusiasmo con que me guió, explicó la historia y me dio a conocer los detalles del precioso edificio que les aloja.

Fue una mañana enriquecedora, resumida en este reportaje que espero os guste y os anime a visitar esta acogedora sede.

Mercedes

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Los orígenes de la Real Academia de Medicina se remontan al siglo XVIII, cuando, al igual que ocurrió en el ámbito de otras disciplinas, surgió una tertulia de médicos y farmacéuticos, que se reunían en la rebotica de José Ortega, en la calle de la Montera nº 10.

En 1733 esta tertulia se transformó en una agrupación profesional, la Tertulia Médica Matritense, que al año siguiente a su vez se convirtió en Academia por Real Decreto de Felipe V, con el objetivo de “fomentar el progreso de la medicina española, publicar su historia bibliográfica, formar la geografía médica del país y un diccionario tecnológico de la Medicina”.

Las reuniones continuaban en la farmacia de José Ortega. En el Archivo Municipal se conserva un plano de esta Casa firmado por el arquitecto Diego de Villanueva.

A finales del siglo, hacia 1790, se trasladaron a la calle del Tesoro, hasta 1809, en que un incendio obligó a su demolición, y a buscar otra sede. Comenzó entonces un largo peregrinaje en busca de una casa adecuada.

Tras numerosos avatares, paralelos a los de la propia historia de España, en 1861, durante el reinado de Isabel II, la institución pasó a llamarse Real Academia Nacional de Medicina.

Hubo varios domicilios nuevos y consiguientes traslados. San Bernardo, calle de Santiago, Convento de San Martín, la Facultad de Medicina, la calle de Cedaceros, la calle de la Greda en 1885… siempre con el sueño de lograr algún día una sede definitiva.

En 1892 se decidió buscar un local amplio y se alquiló el piso bajo de la casa-palacio de los condes de Oñate, en la calle Mayor nº 6, y allí vivieron hasta 1912 en que fue derribada. Entonces alquilaron un “cuarto principal” del palacio de Pinohermoso, en la calle de don Pedro.

Tantos cambios y domicilios provisionales ocasionaban muchas molestias, pérdidas de actas… la Real Academia de Medicina no lograría su Casa propia hasta los comienzos del siglo XX cuando, por real decreto, se aprobó la construcción del edificio actual, en la calle de Arrieta, antes llamada de la Biblioteca por encontrarse allí la Biblioteca Nacional. El solar fue cedido por el Estado.

Por fin, la primera piedra fue colocada en el mes de febrero de 1911, hace ahora 100 años, finalizando las obras en 1914. Su arquitecto fue Luis María Cabello Lapiedra.

El edificio presenta una fachada de estilo neoclásico construida en piedra caliza, con dos atlantes o figuras masculinas a modo de columnas que sujetan el balcón principal y flanquean la entrada.

El edificio, en el actual nº 12 de la calle, consta de 3 pisos más sótano. Nos disponemos a visitar la planta baja y primera, donde se encuentran las estancias más nobles y de mayor valor artístico. Tras cruzar la puerta, mientras aguardo breves instantes en el lujoso vestíbulo, me sorprende gratamente la presencia de un gran Plano de Pedro Texeira en una de las paredes.

Como en otras Reales Academias, las lámparas proceden de la Real Fábrica de Cristales de La Granja y algunas de sus alfombras de la Real Fábrica de Tapices.

Desde el vestíbulo ya se vislumbra el Patio de Honor, y las vidrieras del techo.

Tras el Patio se encuentra la puerta de entrada a una de las joyas de esta Real Academia, el Salón de Actos, delicioso, construido con detalles modernistas, también cubierto por vidrieras y presidido, como es de rigor, por un retrato del rey Felipe V.

A los lados se encuentran los cincuenta sillones de los académicos, cada uno representa una especialidad médica.

De aquí pasamos al Salón Amarillo, en realidad antesala del Salón de Actos destinada a los señores académicos, decorada con preciosos muebles y retratos de notables médicos, como el de Celestino Mutis. También se encuentra en este salón un busto de don Santiago Ramón y Cajal, obra del escultor Victorio Macho.

En el Salón Azul, llaman la atención sobre todo dos cosas: el suelo primitivo de azulejos, descubierto bajo una moqueta azul (de ahí el nombre de la estancia los últimos tiempos), y una pintura, óleo sobre lienzo, cedido por el Museo del Prado, titulada Centro de Vacunación, obra del pintor sevillano Manuel González Santos.

También poseen un cuadro realizado por Joaquín Sorolla, retrato del académico Amalio Jimeno, actualmente en restauración.

Subimos a la primera planta, en la que se encuentra el Salón de Gobierno donde los académicos tienen su lugar de trabajo.

Y la Biblioteca, una de las más bonitas que he tenido ocasión de conocer, realizada en hierro -como la ya visitada del Casino de Madrid en la calle de Alcalá-.

La Academia también posee una espléndida colección de relojes.

En una dependencia cercana a la sala de consulta se encuentran los tesoros bibliográficos, los libros más antiguos que encierran toda la sabiduría de los médicos desde el siglo XVI.

Y finalmente, otra sala alberga la biblioteca legada por un antiguo académico, el Doctor Cabello, junto con algunas de sus pertenencias.

Entre otros proyectos, actualmente en la Real Academia se dedican a la edición del Diccionario de Términos Médicos, a la informatización de sus fondos bibliográficos, etc.

La Real Academia Nacional de Medicina ofrece un viaje por la Historia de la Medicina, pero también por la Historia de España, en sus sillones se han sentado todos los médicos ilustres que ha dado nuestro país, don Gregorio Marañón, don Santiago Ramón y Cajal…

En la actualidad se celebran Sesiones Científicas públicas todos los martes, abiertas por tanto a todas aquellas personas interesadas, en las que los Académicos exponen temas de interés médico y científico, en un marco tan hermoso como es el Salón de Actos.

El Patio de Honor actualmente acoge una exposición muy interesante incluso para profanos en la materia, La Lente que cambió el mundo, dedicada a la historia del telescopio, microscopio e instrumentos “que ampliaron de modo insospechado el horizonte de nuestro universo”. Se puede visitar hasta el 1 de marzo, la entrada es libre. En la web de la Academia se puede descargar el Folleto.

La Academia también organiza visitas guiadas, sin fecha fija, dependiendo de las solicitudes. Os aseguro que merece la pena.

Texto y fotografías por : Mercedes Gómez

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Real Academia Nacional de Medicina

Calle Arrieta, 12.
Teléfono: 91 547 03 18.

Bibliografia:

V. MATILLA. Historia de la Real Academia Nacional de Medicina. Madrid 1984.

Otras Reales Academias:

Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Real Academia de Farmacia.
Real Academia de Ingeniería
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La Real Academia Nacional de Farmacia es una institución muy antigua, su origen se remonta al año 1589, cuando reinaba Felipe II, en que los Boticarios de la Villa de Madrid constituyeron la Congregación y Colegio de Boticarios del Sr. San Lucas y Nuestra Sra. de la Purificación, con sede en el desaparecido Convento de San Felipe el Real, que se encontraba en la Puerta del Sol, en el inicio de la calle Mayor. En la Edad Media las asociaciones gremiales estaban ligadas a las religiosas, siendo Felipe IV quien, en 1650, separó los gremios de lo religioso, declarando a la Farmacia Arte Científico.

A partir de 1700, Felipe V, impulsor de las Reales Academias, convirtió dicha congregación en Real Colegio de Farmacéuticos con el fin de que se dedicase al «cultivo y adelantamiento de la Farmacia, Química, Botánica e Historia Natural».

A lo largo del siglo XVIII el Colegio tuvo varias sedes. En un principio se instaló en la calle San Pedro, en el Barrio de las Letras. En 1745 se trasladó a la calle del Barquillo esquina Saúco –actual calle Prim-, donde, entre otras cosas, de acuerdo con el espíritu y fines de este Colegio, se creó un Jardín Botánico donde se cultivaban las plantas que servían para elaborar las sustancias medicinales.

En 1780 hubo un nuevo cambio, a la calle de Relatores esquina Urosas -hoy calle Luis Vélez de Guevara-, pero, debido al gran crecimiento de su Laboratorio, el Colegio se vio en la necesidad de comprar una casa, eligiendo una en la calle de Atocha.

En los comienzos del siglo XIX, se creó el Colegio o Escuela de Farmacia de San Fernando, que se instaló en esta sede de Atocha, hasta que en 1830 finalizó la construcción de su propio edificio en la entonces llamada calle de San Juan, entre las calles de Fuencarral y Hortaleza. Fue construido por suscripción entre todos los farmacéuticos de España, como se puede leer en la lápida colocada en el vestíbulo en 1930, cuando se cumplía el primer centenario. Desde ese año se utilizó como Colegio y luego como Facultad de Farmacia de San Fernando, hasta que se construyó la Ciudad Universitaria. Su arquitecto fue Pedro de Zengotita Vengoa.

El edificio de estilo neoclásico, es bonito, aunque debido a la estrechez de la calle no se puede apreciar muy bien y quizá sea bastante desconocido. La fachada fue construida en tramos adaptados a la forma curva de la vía.

En el pasado existió un gran jardín en la parte trasera, hoy día desaparecido.

Poco después, por acuerdo municipal de 11 de enero de 1835 la calle de San Juan pasó a llamarse calle de la Farmacia.

El frontón triangular con el escudo en el tramo central fue añadido posteriormente.

En 1932 el Real Colegio de Farmacéuticos pasó a llamarse Academia Nacional de Farmacia, a la que después de la guerra se le añadió la denominación de Real, siendo trasladada a la calle Campoamor número 18, en espera de edificio propio.

En 1967 el edificio de la antigua Facultad de Farmacia fue reformado y allí fue trasladada la Real Academia, donde continúa.

Fue declarado Monumento Bien de Interés Cultural en 1997.

Tras la puerta principal, en el número 11 de la calle, como decíamos, se encuentra un amplio vestíbulo en el que una lápida a la izquierda, colocada en 1930, en su centenario, recuerda la inauguración del edificio en el mes de noviembre de 1830. Enfrente a la derecha, otra lápida rememora la recuperación del inmueble en 1967 para sede de esta Real Academia, y su reforma veinte años después.

Los fines de esta institución son “fomentar la investigación y el estudio de las Ciencias Farmacéuticas y sus afines; asesorar al Gobierno de la Nación, Administraciones públicas, Organismos públicos, Agencia Española del Medicamento, agencias científicas y tecnológicas y a cuantas instituciones públicas o privadas lo soliciten, en todo lo que se refiera a las Ciencias Farmacéuticas y al Medicamento, y cuanto se relacione con ellas y con la promoción de la Salud; y elaborar informes o dictámenes sobre las materias que le son propias.”

Por una bella escalera adornada con algunas de las obras de arte propiedad de la Academia, subimos a la primera planta.

Allí se encuentra el Salón de Sesiones solemnes.

Salón presidido por el retrato del rey Felipe V.

Preciosos pasillos distribuyen las estancias, acogedoras salas de espera, salones…

Y la Biblioteca, con sus vitrinas y estanterias llenas de libros de todas las épocas y disciplinas relacionadas con la Farmacia, que ocupa varias salas.

También se encuentran en esta planta el Salón Rojo o de los espejos, utilizado para la celebración de sesiones privadas, y la Galería de Presidentes y Directores de la Academia.

Además, la Real Academia ofrece a los madrileños su Museo de la Farmacia.

El Museo fue creado en el siglo XIX y desde 1994 se encuentra aquí instalado, tras obras de reforma y mejora en las que se adaptó para museo la zona del edificio que tiene entrada por el nº 9 de la calle. Sus colecciones proceden fundamentalmente de la propia Academia, o de donaciones.

Una de las joyas del Museo es la Farmacia abierta en 1876 en la calle del Príncipe número 13, de estilo neogótico, que estaba de moda en aquellos últimos años del siglo XIX. En 1925 fue adquirida por otro farmacéutico que trasladó todo su contenido, los bellos anaqueles y el botamen a El Tiemblo, en Ávila. Cerrada al público en 1948, poco a poco se fue deteriorando y estuvo a punto de ser derribada, por suerte en 1994 la Real Academia decidió su adquisición y restauración, gracias a lo cual hoy día podemos disfrutarla.

Está formada por la Botica y la Rebotica, ambas construidas en madera de pino, con sus anaqueles repletos de botes de porcelana blanca y de delicado cristal tallado de todos los tamaños, en los que se iban reponiendo los diferentes medicamentos que se despachaban por entonces.

También se conserva la mesa que servía como mostrador, de madera de limoncillo y tablero de mármol.

La rebotica se encuentra en la planta baja:

El Museo está formado además por varias colecciones, objetos y documentos de la propia Academia, y todo tipo de material relacionado con la Historia de la Farmacia en España.

Instrumental científico, recipientes de muchos tipos, siendo especialmente valiosos los de cerámica de Talavera del siglo XVIII, botellas de cristal, una gran colección de minerales. Uniformes y trajes de los Académicos. Medallas, títulos, diplomas…

En fin, en una gran sala, varias vitrinas muestran una infinidad de objetos inimaginables relacionados con la Farmacopea, su historia, y sus protagonistas.

El Museo de la Real Academia Nacional de Farmacia, según la información que facilitan en su web, es visitable, previa petición por correo-e.

Texto y fotografías por : Mercedes Gómez

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Fuentes:
Real Academia de Farmacia
Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid

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Otras Reales Academias:

Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Real Academia de Ingeniería
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Hace unos días terminábamos nuestro paseo dedicado a los alarifes de la Villa, ante la puerta cerrada de la Casa de Álvaro de Luján, en la Plaza de la Villa, actual sede de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, tras la cual, decíamos, se encuentra la balaustrada gótica procedente del Hospital de la Latina, dos joyas únicas en Madrid.

Hoy, excepcionalmente, esta institución nos abre su puerta, nos invita a contemplar la bella escalera y a conocer todo el edificio que la alberga.

Por ello, doy mil gracias a la Real Academia, especialmente a las personas que me han atendido, por su ayuda, amabilidad y facilidades para la realización de este reportaje.

Como contábamos hace unos meses en nuestra visita a la Torre de los Lujanes, sede la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, las Casas de los Lujanes fueron construidas por orden de Álvaro de Luján, y están formadas por tres inmuebles. En el nº 2, la Casa y la Torre de los Lujanes, esta última con entrada por la calle del Codo, construidas entre los años 1460 y 1490, y la Casa de Álvaro de Luján, en la plaza de la Villa nº 3, cuyo origen se remonta a 1494.

La Torre, La Casa de los Lujanes y La Casa de Álvaro de Luján.

Por entonces aún no existía la Casa de la Villa, el Concejo se reunía en la iglesia de San Salvador, a cuyas sesiones por cierto consta que acudía muchas veces Álvaro de Lujan como representante de los Caballeros. Frente a las Casas de los Lujanes había un conjunto quizá algo abigarrado, no resulta fácil imaginarlo, la Cárcel de Villa, la Casa del Corregidor, la bodega de los cueros, la Alhóndiga del Trigo, la Carnicería, alguna vivienda… ese mismo año se construyó allí un nuevo Auditorio o «sala abierta de Justicia» donde los corregidores tenían sus audiencias para «escuchar y juzgar»… y la plaza llamada de San Salvador aún era lugar de Mercado. Casi todas las cosas importantes en la vida de la Villa ocurrían en esta Plaza que había sido ampliada y embellecida por orden de Enrique IV. Una placa en la fachada de la Casa recuerda a este monarca y sus acciones en beneficio de Madrid.

La RACMYP nació el día 30 de septiembre de 1857 tras la firma por la reina Isabel II de un Real Decreto que le encomendaba «cultivar las ciencias morales y políticas». Cumple la Academia por tanto ciento cincuenta y tres años.

Tras su paso por algunas sedes provisionales, en 1866 obtuvo la cesión de la Torre de los Lujanes, que el Estado había comprado y salvado de la piqueta.

En 1920 se instaló la Hemeroteca Municipal en la contigua Casa de Álvaro de Luján, que había sido adquirida por el Ayuntamiento, hasta 1983, en que fue trasladada al Cuartel del Conde Duque. Al quedar vacía, la vieja Casona medieval comenzó a deteriorarse, hasta que la Academia solicitó su cesión, comprometiéndose a cambio a su rehabilitación. Se consiguió la ayuda de la Fundación Caja Madrid, de forma que se llevó a cabo el proyecto bajo la dirección del arquitecto Chueca Goitia. Las obras finalizaron en el verano de 1998.

Así, la Academia pasó a ocupar los tres inmuebles de los Luján, excepto la planta baja de la Torre, ocupada por la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, que ya conocemos. Ahora, por fin, vamos a conocer la antiquísima Casa de Álvaro de Luján.

Cruzamos la bella y singular entrada mudéjar, en arco de herradura, y atravesamos el zaguán, para llegar al patio, espacio alrededor del cual se construyó el edificio a finales del siglo XV, patio que se ha mantenido desde entonces hasta nuestros días, aunque el actual es una reconstrucción.

El edificio se hallaba en muy mal estado, y la mayor parte de su interior hubo de ser rehabilitado. En una de las alas del patio se conservan algunos de los capiteles antiguos, como adorno, y muestra del pasado.

A la izquierda, frente al patio, una puerta esconde un tesoro, la escalera con la balaustrada plateresca, gótico tardío, labrada delicadamente en alabastro por el alarife maestro Hazan.

Dos de los pináculos tuvieron que ser reconstruidos, pero la mayor parte de la preciosa obra se conserva desde hace más de cuatrocientos años, ahora al cuidado de la RACMYP.

Subiendo sus peldaños accedemos al primer piso antaño ocupado por los Lujanes, actualmente se encuentran las dependencias de esta entidad.

La modernidad y comodidad necesaria para que los miembros de la Academia desempeñen su trabajo en este siglo XXI se mezcla con elementos del pasado, algunos probablemente de la época en que la institución comenzó su andadura en el siglo XIX. Como esta mesa, que se transforma en una escalera que permitía llegar a los libros situados en los estantes más altos, ahora convertida en mero elemento decorativo.

Además de un Salón de Actos más moderno, la sede posee uno clásico, presidido por el retrato de la reina Isabel II, donde se celebran los nombramientos de los nuevos académicos.

El mayor patrimonio de la RACMYP quizá sea la inmensa biblioteca que atesora más de ciento diez mil volúmenes, repartidos por toda la sede. Una buena parte se encuentra en esta impresionante Biblioteca de madera, de dos pisos, coronada por un singular techo probablemente cubierto por papel pintado.

Esta estancia se comunica con la Sala de Juntas en la que se reúnen los académicos todos los martes por la tarde, cuyas paredes se hayan igualmente cubiertas por los libros tras los cristales de las vitrinas.

Un reloj antiguo acompaña a una modernísima pantalla de televisión.

También hay modernas estanterías que conviven con los restos de las viejas vigas de madera que durante siglos sostuvieron el histórico edificio.

Huellas medievales, bibliotecas de madera y cristal que trasmiten el sabor del Madrid isabelino, y modernas instalaciones. La Historia de Madrid y la de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, unidas en la Casa de Alvaro de Luján.

Texto y fotografías por Mercedes Gómez

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Fuentes:

Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Eulogio Varela. Casa de la Villa. Ayuntamiento de Madrid 1951.

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Artículo relacionado :

Real Academia de Ingeniería

En el número 10 de la calle de Don Pedro, en pleno barrio de La Latina, se encuentra la flamante sede de la Real Academia de Ingeniería, instalada desde hace unos meses en el antiguo Palacio del Marqués de Villafranca, un lugar cargado de historia y lleno de tesoros, que he tenido la inmensa suerte de poder visitar el pasado mes de julio.

Doy gracias infinitas a las personas que integran esta Real Academia, que desde el primer momento se mostraron dispuestos a abrirme las puertas de su casa, especialmente a don Luis Alberto Petit, Director Gerente, que con gran amabilidad y buen humor me guió a través de las estancias del edificio mientas me contaba su historia y sus secretos. Hoy, si os apetece, os invito a conocerlo con calma, el paseo es largo, pero creo que merece la pena.

El Palacio, que ocupaba gran parte de la manzana, entre las calles de Don Pedro, Redondilla y Mancebos, fue construido en los comienzos del siglo XVII por orden de Don Pedro Álvarez de Toledo, Marqués de Villafranca, tras la adquisición de varias parcelas ubicadas en la calle antiguamente llamada de la Alcantarilla, próxima a la muralla que cercaba Madrid desde el siglo XII. Posteriormente la calle recibiría el nombre del propietario del gran palacio.

Vista de Madrid, Hoefnagel 1563 (detalle)

 

La muralla, en este tramo procedente de la Cuesta de la Vega hasta la Puerta de Moros, representada en la Vista de Madrid realizada por Hoefnagel que nos permite trasladarnos con la imaginación a la Edad Media madrileña, discurría entre las actuales calles de Don Pedro y la de los Mancebos, que en esos momentos era un simple y escarpado camino únicamente ocupado por algunas casitas que comenzaban a apoyarse en ella.

En la ronda exterior de la muralla estaba la mencionada Alcantarilla, que servía de foso. La zona era tan abrupta que estos tramos de muralla fueron los últimos en desaparecer, en el siglo XVII aún existían; en el plano de Texeira se aprecia perfectamente la construcción defensiva con sus torres entre las casas.

Texeira 1656

Al igual que en otras edificaciones, la muralla sirvió de muro maestro al Palacio del Marqués de Villafranca.

Debido a esto, y aunque parezca un milagro, en el interior aún se puede admirar el largo lienzo de la cerca medieval en el que se apoyó la construcción, un lienzo de unos 30 metros, siendo el más largo de los conservados en Madrid, con una altura media de 4,5 m., como veremos.

Como ya comprobamos durante nuestro paseo en busca de la muralla cristiana, pertenecientes al mismo tramo, también hay restos en el interior de un restaurante en la Plaza de los Carros, y en el exterior de la vivienda de la calle de los Mancebos nº 3.

Calle de los Mancebos nº 3

Desde el interior del jardincillo que hoy día la protege, podemos observar cómo la muralla se dirige hacia el interior del edificio contiguo, el antiguo Palacio de Villafranca, hoy sede de la Real Academia de Ingeniería, cuya entrada posterior está precisamente ahí, en el nº 5 de la calle, tras la cual se encuentra la continuación de la histórica cerca que por fin vamos a poder contemplar.

Calle de los Mancebos nº 5

Pero la entrada principal se encuentra en la calle de Don Pedro número 10, extramuros, cuya puerta traspasaremos dentro de unos minutos. Pero antes me gustaría recordar la historia del edificio y sus inquilinos.

Calle Don Pedro nº 10

La primera reforma del palacio tuvo lugar en 1662, siendo ya su propietario Fadrique Álvarez de Toledo. En esta época se estaban realizando cambios urbanísticos en la zona, proyectándose nuevas calles y tratando de embellecer el entorno a iniciativa del poderoso y rico Duque del Infantado que también tenía aquí su gran Casa Palacio, la que fuera de los Lasso, unida a la iglesia de San Andrés por un pasadizo elevado -también representado por Texeira en su plano-. Fue su sucesor Antonio Álvarez de Toledo, hasta su muerte en 1773.

Su hijo José Álvarez de Toledo heredó la posesión y ese mismo año acometió la segunda gran reforma de la casa. Dos años después José se casó con María Teresa Cayetana, la Duquesa de Alba retratada por Goya. El matrimonio vivió en este palacio hasta su traslado al Palacio de Buenavista en la calle de Alcalá. Durante esta época el palacio vivió momentos de esplendor y lujo.

El gran pintor Francisco de Goya no solo retrató a la famosa Duquesa sino que inmortalizó a varios miembros de la familia, personajes de la nobleza cercana a la familia real y amantes de la cultura y de las artes. En el Museo del Prado se pueden contemplar algunas de las valiosas obras legadas por los descendientes.

Don Alonso Álvarez de Toledo, Conde de Niebla, en abril de 1926 donó tres retratos obra de Francisco de Goya.

El de José Álvarez de Toledo XI Marqués de Villafranca y Duque de Alba, quien entre otras cosas fue Músico, realizado en 1795. Hacia ese mismo año, Goya pintó a la Viuda de Villafranca, viuda de Antonio Álvarez de Toledo en 1773, X Marqués de Villafranca, y madre de José. Y en 1804 Goya pinto a Tomasa Palafox, marquesa de Villafranca –casada con Francisco de Borja Álvarez de Toledo, XII Marqués de Villafranca-. Doña Tomasa, que a su vez era pintora, llegó a ser Académica de Bellas Artes, y fue una mujer muy culta.

Entre 1777 y 1802 hubo nuevas obras en el edificio, se cree que quizá en este momento fue cuando se colocaron las dos portadas neoclásicas que hoy día adornan la fachada de los números 8 y 10 de la calle.

Manzana 126. Plano del General I. de Ibero h. 1875.

En el último cuarto del siglo XIX la propiedad pasó a manos de la familia Pérez-Seoane y Roca de Togores, Condes de Velle y luego Duques de Pinohermoso, de cuya época data gran parte de la decoración actual del palacio, en la que participó Arturo Mélida, arquitecto, escultor y pintor madrileño que trabajó en varios palacetes.

El palacio pasó a ser conocido como Palacio de Pinohermoso. La duquesa fue famosa por las reuniones que organizaba en su casa recibiendo a los literatos y artistas de la época, de la misma forma que lo habían hecho sus antepasados.

Pero los tiempos y la situación económica de la aristocracia fueron cambiando, poco a poco la propiedad se fue parcelando. En 1876 el Conde de Velle vendió la parte que correspondía al jardín y algún edificio accesorio, a la Compañía de las Hijas de la Caridad , que crearon el Colegio Sagrado Corazón. Reedificado en los comienzos del siglo XX en estilo neomudéjar continúa existiendo, en el actual nº 14 de la calle.

En 1946 habitaba el palacio otra Roca de Togores, descendiente de los propietarios anteriores, la Condesa viuda de Riudoms, igualmente amante del arte y de las letras.

Tras su venta, el Palacio se convirtió en el Restaurante La Puerta de Moros, inaugurado el 1 de noviembre de 1962. Los nobles salones fueron convertidos en comedores, según cuentan unos de los más lujosos del Madrid en aquella época, frecuentado por la élite política y social.

Después, a finales de los años 80, fue ocupado por un organismo público, la Agencia Estatal del Aceite de Oliva, hasta 2004 en que se trasladó a otro lugar.

Al año siguiente Patrimonio del Estado, dueño del inmueble, cedió el Palacio a la Real Academia de Ingeniería, a cambio de que ésta se encargara de su rehabilitación y restauración, en las que han empleado más de tres millones de euros -seiscientos millones de pesetas-.

La función más importante de esta Real Academia es “promover los trabajos y estudios que reflejen los avances científicos en el área de las ingenierías, sus aplicaciones tecnológicas y sus técnicas operativas”, la cual desempeñan en un marco incomparable.

Por fin, cruzamos el bonito zaguán por el que antes accedían carruajes y ahora modernos automóviles, dejando a un lado la entrada que lleva a la escalera principal del antiguo palacio, a la que volveremos después.

Antes, salimos al patio, uno de los tres con los que contaba el palacio en el siglo XVIII, ahora convertido en patio de vecindad. La Academia ocupa las plantas baja y primera del edificio, la parte que se conserva del antiguo palacio y que correspondía a los salones principales, que vamos a visitar; el resto se ha convertido en viviendas.

La Galería de hierro y cristal que adorna los lados sur y oeste es de creación posterior, fue construida en el siglo XIX, con todo el encanto de sus columnas de fundición.

En la actualidad su interior ha sido rehabilitado y modernizado, de sus paredes cuelgan los retratos de los dos Presidentes anteriores al actual, y sirve de acceso a las dependencias de la Academia, y antiguos salones, en los que se ha mezclado con sabiduría y cariño la comodidad necesaria para el trabajo diario, y el respeto al pasado y al gran patrimonio artístico que alojaba el Palacio, como vamos a comprobar.

Visitamos primero el modernísimo Salón de Plenos donde los Académicos se reúnen.

Uno de sus muros, la gran joya, es el largo lienzo de la muralla construida por los cristianos en el siglo XII sobre la que se apoyó el Palacio cuando se inició su construcción, y ha continuado haciéndolo a lo largo de los siglos.

La impresionante muralla que podemos contemplar, cara extramuros, fue construida en mampostería de sílex unida con argamasa de cal y arena por los cristianos conquistadores de la Villa de Madrid hace nueve siglos.

Continuamos nuestra visita y cada salón se nos muestra exquisitamente restaurado, las lámparas, chimeneas de caoba, los artesonados y techos pintados que habían sido cubiertos en la etapa anterior hoy recuperados, etc.

Algunos muebles, los suelos de madera y las paredes de seda han sido recreados imitando perfectamente los que adornaban el palacio en el siglo XIX. … Todo es precioso.

El llamado Salón de Baile, ahora utilizado para recepción de autoridades, es espectacular.

En el despacho del actual Secretario General de la Academia que fue igualmente Despacho en la época en que el Palacio estuvo ocupado por los condes de Pinohermoso, además de la chimenea y muebles de nogal firmados por Arturo Mélida, destaca el techo decorado con platos de cerámica que no se sabe muy bien cómo, sobrevivieron sin sufrir desperfectos durante la guerra.

Después de admirar las antiguas salas recuperadas en todo su esplendor, volvemos sobre nuestros pasos y llegamos a la que fuera escalera principal del palacio, adornada con espejos y un bello tapiz, y por un momento parece que va a volver a bajar por allí alguna de las ilustres damas que lo habitaron, como antaño.

Texto y fotografías por : Mercedes Gómez

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Bibliografía:

Real Academia de Ingeniería
África Martínez. Palacios madrileños del siglo XVIII. Ed. La Librería. Madrid 2003.
Manuel Montero Vallejo. Madrid musulmán, cristiano y bajo medieval. Ed. Avapiés. Madrid 1990.
El Palacio de Pinohermoso. Revista Por esos mundos. 1 junio 1909.
Museo del Prado

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