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Doña Catalina Téllez, camarera de la reina Isabel la Católica, en 1510 fundó una Casa de Recogimiento cerca de una de las Puertas de la Villa, la de Valnadú, próxima al Alcázar; en la actual calle de Carlos III, junto a la Plaza de Oriente. Fue el origen del Convento de Santa Catalina de Sena o Siena, institución histórica de azarosa vida a lo largo de cinco siglos cumplidos.

En 1574 las beatas convertidas en religiosas, habiendo adoptado la regla de Santo Domingo, se trasladaron a la actual plaza de los Mostenses, donde luego se instalarían los religiosos premostratenses de San Norberto, de modo que las monjas se vieron obligadas a sufrir un nuevo cambio de domicilio.

En 1610 se instalaron entre la Carrera de San Jerónimo, la calle del Prado y la de Santa Catalina, que conserva el nombre en recuerdo de la santa italiana que había vivido en el siglo XIV. Este Convento de Santa Catalina de Sena fue uno de los dos conventos construidos por el poderoso Francisco Gómez de Sandoval duque de Lerma, ambos comunicados con su casa de recreo en el Prado de San Jerónimo por un pasadizo volado.

Durante la guerra de la Independencia fueron expulsadas y en 1824 el convento fue demolido. Las dominicas se mudaron, una vez más, en esta ocasión al Palacio de Santisteban en la calle del Nuncio. Poco después, gracias a la donación del duque de Medinaceli de un edificio de su propiedad, la Comunidad fue trasladada a la calle del Mesón de Paredes en el barrio de Embajadores.

Sobre el solar que desde el siglo XVI y a lo largo del XVII estuvo ocupado por varias casas de diferentes propietarios, en el siglo XVIII el Conde de las Torres edificó su palacio.

Plano de Pedro Texeira (1656)

Plano de Pedro Texeira (1656)

Era la casa nº 11 de la manzana 56, con fachada a las calles de Cabestreros (hoy Mesón de Paredes) y de la Comadre (actual calle del Amparo). El edificio fue habilitado para acoger a las religiosas.

Plano del General I. de Ibero (h.1875)

Plano del General I. de Ibero (h.1875)

Las monjas dominicas lo abandonaron a mediados del pasado siglo XX.

Los arquitectos Francisco Coello de Portugal Acuña y Francisco Moreno López en 1966 construyeron la nueva sede del Convento, en la calle Leonor de Austria nº 2 en el distrito de Hortaleza, donde continúan en la actualidad.

Por esas mismas fechas el edificio de Lavapiés fue adquirido por el Ayuntamiento; su estado era al parecer ruinoso y finalmente fue derribado, conservándose únicamente el muro que daba a Mesón de Paredes. El solar fue urbanizado como plaza pública. En una foto publicada por el diario El Mundo en 2007 se aprecia una entrada adintelada de piedra y sillares de granito del muro que, considerado una “barrera arquitectónica”, había sido demolido el año anterior.

cabestreros 2006 el mundo copia

En 1997 se había proyectado la reforma de la plaza y la construcción de un aparcamiento. Los arquitectos seleccionados fueron Emilio Rodríguez y Francisco Domoso. La idea fue dejar la plaza diáfana para evitar la inseguridad denunciada por los vecinos, debido a las escaleras y recovecos existentes. La entrada adintelada y los arcos o zócalos de valor se recolocarían según informó el Ayuntamiento.

Plaza de Cabestreros (2014)

Plaza de Cabestreros (2014)

Hace más de tres años, hablando de las Fuentes de la República, visitamos la Fuente de Cabestreros, colocada en 1934 frente a los muros del Convento. En los comentarios al artículo surgió el tema del muro, que creíamos desaparecido.

El pasado mes de diciembre, durante uno de sus deliciosos paseos guiados por el barrio de Lavapiés, David Gutiérrez nos descubrió el lugar donde habían sido colocados algunos restos. Los sillares de la puerta de granito y parte del muro se encuentran tumbados sobre el pavimento de la plaza.

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Según el Ayuntamiento, de acuerdo con la recomendación de Patrimonio, así se ha mantenido la “Huella histórica” del antiguo convento.

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Ha sido una sorpresa saber que no todos los restos del viejo muro del Convento de Santa Catalina de Sena, antiguo Palacio de los Condes de Torres, habían desaparecido tras su demolición.

restos de capitel

Aunque la verdad, se trata de una de las conservaciones de elementos históricos más raras que conozco.

Por : Mercedes Gómez

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Bibliografía y fuentes:

Ayuntamiento de Madrid. 11 nov 2004.
Monasterio de Santa Catalina. rtve.es 9 agosto 2009.
P.F. García Gutiérrez – A.F. Martínez Carbajo. Iglesias conventuales de Madrid. Ed. La Librería. Madrid, 2011.

 

 

Como anunciamos en su momento, los pasados días 4 y 11 de mayo tuvieron lugar las Jornadas Corralas de Madrid: un paseo por su pasado, presente y futuro, organizadas por la Universidad Autónoma de Madrid y la Plataforma Yo no me voy. Ha sido un verdadero placer asistir a la primera Jornada y a la interesante y preciosa visita guiada Paseando por las Corralas de Embajadores-Lavapiés.

El primer día, el sábado día 4, la reunión fue en el salón de actos de El Corralón -la Corrala convertida en Museo de Artes y Tradiciones Populares-, en la que conocimos la parte teórica, algunos puntos de vista y la historia de las corralas, que dejamos acaso para otra ocasión.

Foto: Yo no me voy

El Corralón (Foto: Yo no me voy)

Hoy contaremos la práctica, el paseo que disfrutamos el pasado sábado, una auténtica delicia de la mano de vecinos del barrio, que nos mostraron sus corralas y hablaron con verdadero cariño de su historia, de su vida en ellas, y del futuro incierto que les espera.

Recordemos que a finales del año pasado 2012 se publicó la noticia de que el Ayuntamiento de Madrid tenía la intención de vender cinco edificios de su propiedad, ocupados por familias en régimen de alquiler social. Se trata de los edificios de la Carrera de San Francisco 16, Madera 24-26, que ya visitamos, los de San Cayetano 8 y 10, y Embajadores 46.

Los vecinos se unieron y formaron la Plataforma Yo no me voy. Si queréis conocer mejor su situación y otras temas interesantes, no dejéis de entrar en su cuenta de Facebook.

En pequeños grupos vamos saliendo del Corralón, y comienza el recorrido. Subimos por la calle de Carlos Arniches y nos detenemos unos momentos en la plaza del General Vara del Rey, sobre el antiguo Cerrillo del Rastro donde recordamos que aquí se encontraba el Matadero, el porqué del nombre del Rastro (según la tradición, debido al rastro de la sangre de los animales después de la matanza), evocamos el arroyo que bajaba por la Ribera de Curtidores (que al parecer continúa existiendo bajo la calle) cuya agua era utilizada por los curtidores de las pieles de los animales…

Ya en la Ribera de Curtidores recordamos la historia de Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro, ante su estatua obra de Aniceto Marinas. La primera visita es a las corralas en los números 3, 5 y 7 de la calle.

ribera 3

Ribera de Curtidores, 3.

Según la Guía de Arquitectura del Colegio de Arquitectos de Madrid, tanto el Corralón como estas corralas de la Ribera de Curtidores y otras del barrio, son obra de Jesús Carrasco-Muñoz Encina según proyecto de 1914, aunque su origen se remonta a 1790.

Continuamos nuestro camino y nuestros guías nos llaman la atención sobre otro edificio con mucha historia, el nº 9, una casa a la malicia, una de las pocas que se conservan en Madrid. Son construcciones que parecen estar formadas por un solo piso pero en realidad la fachada oculta otro piso que solo se ve desde la parte posterior. Así los madrileños intentaban eludir la Regalía de Aposento u obligación de ceder parte de sus viviendas y alojar a algún personaje de la Corte en ellas.

casa a la malicia

Ribera de Curtidores, 11.

Tomamos la calle de San Cayetano donde vamos a visitar dos de los inmuebles incluidos en el proyecto de venta por parte del Ayuntamiento, los números 8 y 10. El patio es realmente bonito. Su restauración y rehabilitación fueron llevadas a cabo en 1987.

san cayetano grupo

Calle San Cayetano, 8.

Desde aquí nos dirigimos a la calle de Embajadores, histórica y castiza vía que ha sufrido varios derribos lamentables no hace demasiado tiempo, el último hace muy poco, el del inmueble del nº 18, una construcción del siglo XVIII, que mostraba una bella entrada adintelada y un escudo nobiliario de piedra.

Embajadores 18 (2007)

Embajadores, 18 (2007).

Casi enfrente, la casa que linda con la Iglesia de San Cayetano muestra un cartel de “Se vende” y los huecos de los balcones están tapiados. Debajo, otro letrero, con letras más pequeñas, anuncia: “Proyecto de demolición de inmueble sito en la C/ Embajadores nº 13”.

casa junto San Cayetano

La manzana 65, en la que se ubica el templo, en el siglo XVIII en su mayor parte era propiedad de los clérigos de San Cayetano, incluido el solar ocupado por este edificio en venta, que espera su derribo. Poco a poco, ¿sin que podamos evitarlo?, van desapareciendo las huellas del siglo en que aquí vivieron vecinos ilustres, como Pedro de Ribera.

Iglesia de San Cayetano

Iglesia de San Cayetano

En el nº 46, otro de los edificios que el Ayuntamiento quiere vender. Se trata de un típico ejemplo, solar estrecho y tres pisos como máximo tras cuyos balcones se esconde la inesperada corrala.

embajadores 46

Calle de Emabajadores, 46.

En el patio, una antigua casita baja que servía de vivienda a los porteros ha sido sustituida por modernos ascensores y una llamativa escalera pintada de amarillo que no es del todo del agrado de algunos vecinos, pero quizá todo esto convierte este inmueble en uno de los ejemplos más espectaculares de rehabilitación de lo que fue una antigua corrala transformada en modernas y cómodas viviendas.

embajadores escalera

embajadores ascensor

Entre las calles del Tribulete y del Sombrerete, la más famosa, cuyo antiguo patio hoy se abre a la calle del Mesón de Paredes 79, frente a las Escuelas Pías de San Fernando. Construida en 1839 según proyecto de José María de Mariátegui, como las anteriores fue rehabilitada en los años 80 del pasado siglo XX.

meson de paredes

Mesón de Paredes 79

Seguimos nuestro paseo por la calle del Mesón de Paredes. Desde el exterior observamos el singular perfil de las buhardillas de las corralas en la calle de Miguel Servet. Y la de la calle del Espino, al parecer la más antigua de Madrid.

miguel servet

Calle Miguel Servet esquina calle del Espino

Tras atravesar la glorieta de Embajadores y pasar frente a la Casa de Baños, termina nuestro paseo junto a la Antigua Fábrica de Tabacos, frente a los terrenos del Casino de la Reina. Son muchos los edificios y lugares bonitos que podemos admirar en el castizo barrio de Embajadores-Lavapiés.

Nos despedimos diciendo hasta pronto. Nuestros amigos de la asociación Yo no me voy tienen previsto continuar trabajando y organizar más actividades de este tipo, con el fin de defender sus propias viviendas y sin duda a la vez defender el Patrimonio de todos, nuestra Historia. Muchas gracias a todos los organizadores y participantes.

por Mercedes Gómez

Las Escuelas Pías de San Fernando fueron el primer colegio perteneciente a la Orden de los Padres Escolapios creado en Madrid, anterior a las Escuelas Pías de San Antón de la calle de Hortaleza.

El Convento y Colegio de San Fernando, fundado en 1729 por el padre rector de las Escuelas Pías, se instaló en la calle del Mesón de Paredes, en el barrio de Lavapiés, en los terrenos donde en 1617 se había levantado el Hospital de Nuestra Señora de Montserrat perteneciente a la Corona de Aragón, en la esquina de la entonces calle de Cabestreros con Tribulete.

Plano de Texeira (1656)

El número de alumnos acogidos fue aumentando poco a poco, así que tras la adquisición de otras casas en el mismo solar se decidió construir un nuevo Colegio más espacioso encargándose el proyecto a Francisco Ruiz, uno de los notables arquitectos madrileños de la primera mitad del siglo XVIII, arquitecto de la Corte y Villa de Madrid, como él mismo firmó en algún documento.

Recorriendo despacio la calle del Mesón de Paredes y sus alrededores se encuentran las huellas de antiguos conventos, recuerdos de fuentes cuyas aguas en el pasado ofrecían eróticas promesas, una de las cuales se conserva, la Fuente de Cabestreros, iglesias y tabernas centenarias, corralas… y se intuye la presencia de los arquitectos castizos que de un momento a otro imaginamos se van a cruzar con nosotros camino de su casa, ataviados con casacas y calzones a la francesa o acaso con chaquetillas cortas como las de los majos del barrio…

Francisco Ruiz, que nació en Barajas hacia 1680, casado con María Campoy y con tres hijos, tuvo sus casas principales en la calle de la Encomienda. Casi de la misma edad que Pedro de Ribera, quien recordemos nació y vivió en este barrio, fueron vecinos y probablemente se conocieron. Sin duda, el barroco, primero de Ardemans y luego de Ribera, influyó en él. Y, aunque la arquitectura oficial estuviera dominada por estos dos arquitectos, Ruiz también recibió algunos encargos y se movió en el ambiente de la Corte.

El otro maestro de Ribera, José Benito de Churriguera, curiosamente, quince años antes también había nacido en la calle Mesón de Paredes, en el nº 2, como nos recuerda una placa.

En 1734 Ruiz proyectó la planta del Colegio, del Convento y su Iglesia, y tres años después comenzó su construcción.

Tras la muerte del arquitecto en 1744, José Álvarez continuó con las obras del conjunto que finalizaron en 1791, exhibiendo una arquitectura heredera de la del siglo XVII. La fachada principal daba a la calle de Mesón de Paredes, actual número 68, aunque el Colegio tenía una entrada por la calle del Tribulete.

Escuelas Pías de San Fernando, foto de A.Passaporte (Archivo Loty, Fototeca Ministerio de Cultura)

En el interior de la iglesia, sus altares guardaban una colección de esculturas de gran valor, en madera policromada a tamaño natural, obra de los más renombrados escultores. Un San Juan Bautista de Manuel Pereira, un San José y una Virgen de las Angustias  de Juan Adán… y varias obras de Alfonso Bergaz, entre ellas una imagen de San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías.

En el siglo XIX se acometieron varias obras de ampliación del Colegio que llegó a tener unas buenas instalaciones, biblioteca, gabinete de Historia Natural, de Física, comedor para los alumnos internos, sala de visitas, etc.

Desgraciadamente en 1936 llegó la guerra civil, tras la cual solo quedaron en pie las ruinas de la iglesia: la fachada, parte de los muros, el crucero con el tambor de la cúpula y algunos elementos decorativos.

Fachada de la iglesia de las Escuelas Pías. Mesón de Paredes.

Tambor de la cúpula.

En los años 40 en parte del solar, con fachada a la calle de Embajadores, se construyó el Mercado de San Fernando, obra de Casto Fernández-Shaw.

Mercado de San Fernando

Después, hacia 1950 en el solar de la calle del Tribulete donde estuvo el Colegio, se inauguró el Cine Lavapiés. En sus bajos se encontraba la Sala de Fiestas famosa en los años 50, Moulin Rouge, o El Molino Rojo, como se anunciaba a veces, la más típica de Madrid, que estuvo abierta hasta el comienzo de los años 80.

En 1979 el cine, que llevaba cinco años cerrado, fue convertido en el Teatro Lavapiés, hasta 1984 en que fue cerrado. Tres años después el Ayuntamiento adquirió el edificio con el proyecto de crear un museo, teatro, local para representaciones de zarzuela… incluso se llegó a hablar de su nombre, el futuro Centro de Casticismo. Pero pasaban los años y lo único que prosperaba era el deterioro del lugar, por eso en 1993 cuando llegaron las máquinas de obra los vecinos creyeron que comenzaba la restauración del edificio, sin embargo lo que pudieron contemplar fue su demolición, llevada a cabo por decisión del nuevo Consistorio.

Los locales del viejo cine, en el nº 16 de la calle del Tribulete, estaban catalogados con el máximo nivel de protección (que en cualquier caso implicaba que la nueva construcción debería ser dedicada al mismo uso cultural) por lo que su derribo provocó bastante polémica entre los vecinos y la prensa.

La historia de las Escuelas Pías es también la historia de la plaza creada sobre las ruinas de la antigua Inclusa y el Hospital de Maternidad que ocupaban el solar contiguo a las Escuelas, en el nº 66 de Mesón de Paredes.

Foto de S. Yubero (Biblioteca virtual Madrid)

El edificio fue derribado. En su lugar se construyeron varias viviendas y un parque, uno de los tres inaugurados el día 15 de mayo de 1973.

En la esquina una placa recuerda que en la Inclusa vivió Eloy Gonzalo.

Se crearon tres plazas ajardinadas con numerosos árboles de distintas especies, arbustos, hiedras, césped y bancos. La plaza de la Corrala, de la Iglesia y del Sombrerete.

Alrededor de las ruinas de la iglesia se creó un jardín que se comunicaba con la plaza del Sombrerete formando casi una única plaza.

Los jardines del Sombrerete fueron adornados además con una fuente, copia de la Fuente de los Delfines que se encontraba -y que continúa- en la plaza de San Ildefonso. Un artístico caño de vecindad de hierro fundido que representa dos delfines entrelazados.

Desde hace unos años la del Sombrerete es conocida como la plaza de Agustín Lara. En 1975, nuevamente en mayo, fue inaugurada la estatua dedicada a este músico muy querido en nuestra ciudad, autor entre otras obras del famoso chotis Madrid. La estatua de bronce es obra del escultor mexicano Humberto Peraza, y el pedestal de granito fue costeado por el Ayuntamiento. En una foto de aquellos años se ve que fue situada de espaldas a Mesón de Paredes, mirando hacia los jardines. Al otro lado de las escaleras que bajaban al jardín se aprecia la fuente.

(En «Madrid en sus plazas» de M. Jiménez)

En 1999 comenzaron las obras de construcción de un aparcamiento bajo la plaza, siendo retirada la escultura. El proyecto global fue obra del arquitecto José Ignacio Linazasoro. Los trabajos finalizaron en 2001.

Agustín Lara volvió a la plaza, al lugar que hoy ocupa, junto a las ruinas.

Entre 2001 y 2004 se puso en marcha el proyecto realizado por el mismo arquitecto para la restauración y rehabilitación de las Ruinas de las Escuelas Pías con el fin de convertirlas en biblioteca y la construcción de un aulario para la Universidad Nacional a Distancia (UNED). Sobre el solar del teatro, que estaba vacío desde que fue derribado, se construyó el Aulario.

Y en las ruinas de la iglesia se creó la Biblioteca.

 

Entre ambos, la nueva construcción y las viejas ruinas, separadas por el gran desnivel de la calle del Mesón de Paredes, se construyó una escalera que por un lado distribuye las dependencias del nuevo edificio y por otro se asoma a la biblioteca instalada en la iglesia.

Los materiales utilizados, la cálida madera y el sencillo ladrillo junto al hormigón, ayudan a la integración de las nuevas estructuras con las antiguas.

Arriba nos espera una acogedora terraza desde la cual podemos asombrarnos una vez más contemplando los tejados bajo el cielo de Madrid.

La idea era integrar la Biblioteca en las ruinas, sin alterarlas, de forma que conservaran su aspecto sugestivo y romántico.

Todo el proyecto estaba condicionado por los restos del edificio primitivo. Por una vez, lo nuevo se supeditó a lo viejo, los restos del pasado no se exhiben como un mero adorno sino que son valorados en sí mismos.

Los altares del templo ahora vacíos rodean el nuevo y confortable espacio lleno de libros y luz. Sobre el arco de medio punto de la emblemática rotonda aunque un poco maltrecho pervive el Escudo de las Escuelas Pías sostenido por dos ángeles, obra de Alfonso Bergaz, como símbolo y recuerdo de la historia de esta institución en el barrio de Lavapiés y en Madrid.

por Mercedes Gómez

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Bibliografía:

COAM. Guía de Arquitectura de Madrid. Madrid 2003.
José Ferrándiz. El templo de San Fernando y su olvidado tesoro artístico. Revista de la Biblioteca: Archivo y Museo del Ayuntamiento, nº 11, jul. 1926.
Virginia Tovar. Tres proyectos del arquitecto madrileño del siglo XVIII, Francisco Ruiz. Revista de la Biblioteca: Archivo y Museo del Ayuntamiento, nº 1-2, 1977.
Margarita Jiménez. Madrid en sus plazas, parques y jardines. Abaco Ediciones 1977.
ABC
, 15 mayo 1973.
El País
, 5 nov. 2001

Pedro de Ribera fue un arquitecto y un hombre singular. Un arquitecto madrileño que contribuyó en gran medida a construir la imagen de un nuevo Madrid, y sin duda uno de los más brillantes e imaginativos. Quedan como recuerdo sus construcciones, y sobre todo sus inconfundibles portadas, pero además Ribera participó en las mejoras urbanísticas de Madrid del siglo XVIII con obras de gran envergadura. Ya conocemos alguna de sus primeras obras, la ermita de la Virgen del Puerto, y el Cuartel del Conde Duque, más adelante quizá visitemos otras, hoy de momento os invito a conocer un poquito su vida y recorrer las calles del barrio donde siempre vivió, Lavapiés.

Nació en Madrid, el día 4 de agosto de 1681, en la calle del Oso, donde vivían sus padres, Juan de Ribera y Josefa Pérez.

Plano de Texeira, 1656. Calle del Oso.

Su padre era aragonés y se había trasladado a la capital con la intención de desempeñar su profesión de carpintero ensamblador. Así, el niño Pedro creció en un ambiente humilde pero relacionado con el mundo de la arquitectura, por lo que aprendió pronto el oficio y estuvo en contacto desde pequeño con maestros de obras y arquitectos, gracias a lo cual empezó a formarse en esta disciplina de forma natural.

A lo largo de su vida Ribera se casó tres veces y tuvo nueve hijos.

En 1702 -entonces vivía en la cercana calle de San Cayetano-, con 21 años se casó con Juana Verdugo, realizando lo que podríamos llamar un buen matrimonio, sin tener aún una profesión definida. En esta situación, se enroló en el ejército de Felipe V como jornalero en las Obras Reales. Su trabajo fue de carpintero encargado de levantar las tiendas de madera en el frente en la frontera con Portugal. Y así obtuvo el cargo de Maestro de Tiendas de Madera de Campaña de la Real Caballeriza.

Aunque nació unos años después y se le considera discípulo y continuador de Teodoro Ardemans (Madrid, 1661-1726) y José Benito de Churriguera (Madrid, 1665-1725), los tres forman el grupo de arquitectos representantes del llamado Barroco Castizo. Este término fue empleado durante mucho tiempo de forma peyorativa, refiriéndose a la arquitectura barroca desarrollada por los arquitectos madrileños cuando ya se estaba introduciendo el clasicismo importado del extranjero, sobre todo Italia y Francia.

El rey francés, el primer borbón llegado a España con el inicio del siglo XVIII, relegó a  los artistas locales y apoyó la renovación que anulara la herencia tradicional. Es cierto que Felipe V sentó las bases para la modernización de Madrid, pero también que cerró las puertas a una serie de artistas locales que sin duda podían ofrecer mucho a la arquitectura y a la historia del arte madrileños.

En 1711, contando treinta años, se casó por segunda vez, con Juana Ursula Voiturier. Como en el matrimonio anterior, él poco pudo aportar a la buena dote de ella. Según consta en los documentos, ambas mujeres debían tener buen gusto, y aportaron además de joyas, cucharas de plata, y ropa de vestir para la casa muy elegante, encajes, colchas blancas… así como exquisitos muebles de madera y utensilios de cocina.

En esta ocasión, vivieron en la calle de Mesón de Paredes, frente a la Fuente de Cabestreros.

Tenía ya 34 años cuando Ribera por fin consiguió el titulo de Alarife de la Villa que le permitió además de tener un sueldo fijo desarrollar la profesión de arquitecto. Así que a partir de los 35 años creó sus obras más importantes y su prestigio fue creciendo, gracias sobre todo al apoyo del alcalde. En 1715 don Francisco de Salcedo y Aguirre, Marqués de Vadillo, fue nombrado corregidor de Madrid por Felipe V, y enseguida supo valorar el arte de Ribera, con quien además parece ser entabló una relación amistosa, y le encomendó obras arquitectónicas o urbanísticas que resultarían importantísimas para la ciudad. Su colaboración se mantuvo hasta la muerte del Marqués -en 1729-, quien fue enterrado en la ermita de la Virgen del Puerto, en el sepulcro obra de su amigo.

En los dos años siguientes participó en dos obras muy importantes, que felizmente aún podemos disfrutar: el Cuartel de los Guardias de Corps o Cuartel del Conde Duque, y el Puente de Toledo. Fue por entonces cuando consiguió el cargo de Teniente del Maestro Mayor.

Estos años fueron de gran importancia en la trayectoria de Ribera. Hacia 1722 se encargó de continuar las obras que estaban a cargo de José Benito de Churriguera en la Iglesia de San Cayetano, en la calle de Embajadores. La Iglesia de Nuestra Señora del Favor, parroquia de San Millán desde 1869, hoy más conocida como San Cayetano, fue sin duda uno de los edificios barrocos más monumentales de Madrid.

A pesar de lo que se pensó durante mucho tiempo, la construcción de San Cayetano comenzó en el siglo XVII, no en el XVIII, y terminó en 1761, época en las que las huellas de Ribera debían ser mucho más notorias que en la actualidad. La iglesia sufrió un grave incendio en el siglo XIX y durante la guerra civil fue prácticamente destruida y luego reconstruida. Por unos dibujos encontrados en 1928 se sabe que el proyecto de Ribera nunca llegó a realizarse tal como el arquitecto lo había diseñado, sino que tanto la cúpula como la ornamentación de la fachada e interior fueron muy simplificadas.

Ribera y sus padres pertenecían a la Congregación de Nuestra Señora de la  Pureza  y el Santo Cristo de la Divina Providencia, grupo que jugó un papel importante en la construcción del nuevo templo. El arquitecto participó además de en la construcción, económicamente, tanto de forma directa, como con la aportación que tuvo que hacer al profesar dos de sus hijos.

Y es que la iglesia y el barrio en que está enclavada significó mucho en la vida de Ribera y de su familia. Allí cerca nació, en la calle del Oso, y allí vivió. Tras varias casas en las que vivió de alquiler, siempre en el barrrio, Pedro de Ribera llegó a ser el dueño de varios edificios en Madrid, pero su casa principal la construyó en la calle Embajadores nº 26, frente al templo.

Calle de Embajadores 26

Una placa junto a la puerta adintelada dice que el edificio fue propiedad y residencia del Arquitecto y Maestro Mayor del Ayuntamiento Pedro de Ribera.

En San Cayetano tomaron el hábito religioso tres de sus hijos, fueron enterrados sus padres, su hermana Matea, sus dos últimas esposas y él mismo.

Primero alarife municipal, luego Teniente, y por fin Maestro Mayor de las Obras de Madrid. En poco espacio de tiempo murieron, primero Churriguera y luego Ardemans, cuyo cargo heredó Ribera.

El máximo cargo municipal Maestro Mayor de Obras y Fuentes de la Villa y sus Viajes de Agua  lo alcanzó en 1726, con 45 años y viudo nuevamente. Ocho años después, a la edad de 53 años, esta vez sí ya en una buena posición, se volvió a casar con Francisca Vallejo.

Entre 1722 y 1726, en todo su apogeo creativo, se produjo la reedificación del Antiguo Hospicio de San Fernando, uno de los edificios más representativos de su estilo y emblemático de Madrid, en la calle Fuencarral nº 76; la Iglesia de San José, los Palacios de los duques de Santoña, Marqués de Perales, Miraflores…

Los cronistas del siglo XIX fueron implacables con Ribera. Fernández de los Ríos, por ejemplo hablando de Fuente de la Fama afirma que Ribera, discípulo de la escuela churrigueresca, «parecía dibujar los monumentos apretando un borrón de tinta entre dos papeles…»

Pedro de Ribera fue un arquitecto autodidacta, que consiguió crear un lenguaje propio, distinto, quizá lo máximo a que puede aspirar un artista. Inimitable y genial, consiguió con el tiempo ser reconocido y su arquitectura formar parte de la imagen de Madrid.

Gracias a su tesón y talento hoy día gozamos de algunas de las mejores obras del barroco del siglo XVIII, heredero del mejor barroco madrileño del siglo XVII. Pedro de Ribera, incansable en su trabajo hasta el final, murió el 19 de octubre de 1742, en Madrid. Tenía 61 años.

Fue enterrado en San Cayetano, su iglesia, junto a la calle en la que nació y la casa en la que vivió, y desde entonces allí descansa.

por Mercedes Gómez

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Bibliografía:

Catálogo Exposición  El arte en la corte de Felipe V. Madrid 2003.

Verdú Ruiz, Matilde. La obra municipal de Pedro de Ribera. Ayuntamiento de Madrid. Madrid, 1988

Verdú Ruiz, Matilde. Intervención de Pedro de Ribera en la Iglesia y Convento de San Cayetano en Madrid. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Segundo semestre de 1993. Número 77.

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ACTUALIZACIÓN 9 ENERO 2014

En algunos lugares aparece como fecha del nacimiento de Teodoro Ardemans el año 1664. Es la que dio Ceán Bermudez en su Diccionario Histórico, pero gracias a las investigaciones de Ciriaco Pérez Bustamante publicadas en su trabajo “Claudio Coello. Noticias biográficas desconocidas”. Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. 1918, 3er. trimestre se sabe que Teodoro nació en Madrid el 30 de junio de 1661.

Corregido queda pues el año de 1661 es la fecha aceptada por la mayoría de especialistas.

A los pies de la Cuesta de los Ciegos, en la calle de Segovia, se encuentra la Fuente de la Cuesta de los Ciegos, que fue construida, igual que la gran escalera de granito que sube hasta las Vistillas, en los comienzos de la 2ª República, cuando la zona fue reformada, aunque la obra no pudo ser terminada hasta después de la guerra. Se trata de uno de los caños de vecindad instalados en los años 30 en Madrid, de los que se conservan muy pocos ejemplos.

El pilón es redondo, con un cuerpo central construido en granito sobre una base de piedra blanca de Colmenar. El Escudo de Madrid, situado en los lados norte y sur, también es de piedra.

Es el Escudo de la Villa de Madrid utilizado durante la República, con la corona mural en lugar de la corona real. Representa al Oso y el Madroño en un cuartel, y en otro al Dragón. Debajo, aparece la fecha, 1932, y arriba la inscripción Ayuntamiento de Madrid. La fuente actualmente no conserva los grifos, su carácter es puramente ornamental.

No muy lejos de aquí, en el barrio de Lavapiés, en una plazoleta a la altura de la calle de Cabestreros, en la calle del Mesón de Paredes, se encuentra la Fuente de Cabestreros. En tiempos era conocida como la “fuente de los machos”, debido a que, decía la leyenda, sus aguas potenciaban la virilidad de los hombres que las bebían.

En este lugar ha existido una fuente al menos desde el siglo XVII, representada en el plano de Texeira. En el siglo XIX fue sustituida por una muy sencilla, de faroles. La fuente actual  se colocó en 1934 frente a los muros del que había sido Convento de Santa Catalina de Sena, edificio de mediados del XVIII. En los años 50 del XX fue sede de un colegio. Adquirido por el Ayuntamiento en 1967, su estado era al parecer ruinoso, finalmente fue derribado, conservándose únicamente el muro que daba a Mesón de Paredes, que fue demolido en 2006.

También es de granito y sus adornos de piedra blanca de Colmenar. Está formada por dos pilones rectangulares al norte y al sur de un eje central, y rematada por una piña.

Terminamos nuestro paseo fuera de la ciudad, en la gran Casa de Campo, donde se encuentran varias fuentes instaladas después de que el Real Sitio fuera abierto al público el 1 de Mayo de 1931. La mayoría se encuentran cerca del Lago. La del Plátano Gordo, la de la Piña, la de los Neveros, la del Triángulo… todas ellas construidas entre 1932 y 1934.

Son fuentes de construcción muy sencilla, encantadoras, que perseguían únicamente cumplir su función, dar de beber a los vecinos y paseantes, y algunas de ellas siguen haciéndolo.

Texto y fotografías por : Mercedes Gómez

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